Está demostrado que Colombia no puede sola con la migración de venezolanos que hoy tenemos como consecuencia de la crisis humanitaria que vive ese país. De un momento a otro la Nación debió hacerse cargo de más de un millón de personas a las que le viene dando servicios de salud, educación y programas de asistencia social, sin tener los recursos para ello. Está estimado que la migración venezolana nos costará el4% del PIB y el continente, con los amigos del narcoregimen que gobierna al otro lado, poco o nada hace por promover de una vez por todas la salida de Nicolás Maduro del poder. Todo lo contrario, se atornilla más aun; y son los países como el nuestro el que sigue soportando una situación que ya se está saliendo de control en muchas regiones de la Nación.
Es claro que durante varios años, Colombia ha respondido con generosidad al drama que padecen los venezolanos, expulsados de su patria por el desastre que ha ocasionado la tiranía hoy encabezada por Nicolás Maduro. Sin embargo, mientras la migración del país vecino aumenta a pasos agigantados, la cooperación internacional para poder enfrentar el drama humanitario escasea y nuestra Nación afronta dificultades que son reconocidas.
Así lo resaltaron recientemente el Canciller de la República y el enviado de la Organización de Naciones Unidas para la crisis migratoria venezolana. De los US$ 315 millones ofrecidos y comprometidos por la comunidad internacional sólo han llegado US$96 millones, mientras, según el ministro Carlos Holmes Trujillo, al país han ingresado 111 mil inmigrantes más en el último trimestre.
Dividiendo la cifra por el número de inmigrantes se encuentra que por cada uno de ellos se han recibido US$68,18, cifra inferior a los US$757 que ha recibido Myanmar por el mismo concepto. El resultado es que Colombia debe destinar cada vez más de sus recursos públicos para atender al equivalente al 3% de su población normal en servicios tan críticos como la alimentación, la salud y la educación, además de las medidas de seguridad y de logística que ha debido desarrollar en la frontera, donde ciudades como Cúcuta padecen una verdadera emergencia a causa de la llegada de adultos, niños y ancianos que son expulsados de su país sin contemplaciones por la dictadura.
Más alarmante aún es que si no hay un cambio en Venezuela, la cifra de personas desplazadas puede llegar a los tres millones en Colombia y más de ocho millones en toda la región suramericana. Es decir, la diáspora de venezolanos que huyen de las miserables condiciones en que está su país y de la violencia a la cual la condena la dictadura, llegará al 30% de la población total de esa nación.
Las consecuencias para ellos y para los países que están recibiendo a esos seres humanos serán muy graves, además de convertirse en detonante del rechazo que ya empieza a manifestarse. Nuestro país ha dado muestras de generosidad como la posibilidad de reconocer la nacionalidad a 25.000 niños nacidos aquí y de padres venezolanos o el mantener abiertas las fronteras con Venezuela y acoger a los emigrantes, algo que parece exótico en un mundo donde la xenofobia está a la orden del día.
Pero ya es tiempo para reclamar la colaboración que desde muchas partes del mundo se ofreció para responder al drama que padecen nuestros vecinos, y de hacer lo necesario para terminar con un régimen que ha destruido uno de los países más ricos del mundo en petróleo y hoy en manos de una tiranía infame y corrupta. Eso lo requieren los millones de venezolanos que padecen la tragedia de tener que huir de su tierra y buscar asilo.
Y lo necesita Colombia, para evitar que la generosidad que ha demostrado se transforme en motivo de discordia social y de problemas de todo orden. Por ello es urgente reclamar que las ofertas de la comunidad internacional se conviertan en realidad mientras los venezolanos pueden acabar con la tiranía que destruye su nación.