ANDRÉS GARCÍA CASTAÑO
El primer día de reapertura del Parque Tayrona recibió consigo a 322 personas entre propios y visitantes que llegaron a disfrutar de la reserva natural; la reactivación trajo consigo empleo para más de 2.000 operadores que se benefician del turismo en ese punto de la capital de Magdalena.
Nelson Vargas y Nelfrim Martínez, son dos de los promotores turísticos o guías de la ciudad que el miércoles volvieron a sentir un alivio en medio de otra pandemia que los atemorizaba más: el hambre.
Aseguran que después de nueve meses en las que vieron como muchos de sus compañeros se dedicaron a vender frutas, comercializar prendas de vestir y hasta trabajar en obras de construcción, nunca perdieron la fe en que podrían gozar del empleo que por años, les ha dado la oportunidad de educar y alimentar a sus familias.
El pasado miércoles 25 de noviembre se dio apertura a la reserva natural, a la que gracias al trabajo de promotores como Nelson y Nelfrim, 208 personas ingresaron por el sector Zaino, 107 por Palangana y siete por Calabazo para disfrutar de las playas de las bondades del Parque Tayrona.
TUVIERON QUE BUSCAR QUÉ HACER
Nelson Vargas, promotor de la agencia ‘Karla Michel’, dijo que durante la pandemia, se acabaron los días en los que se ganaba hasta $40 mil y $50 mil en un día de guianza, para ganarse lo que le quede del producido de la carretilla de verduras.
“Yo dejé de vender paquetes turísticos para vender verduras y papa en las calles”, mencionó Vargas.
“Gracias a Dios la espera por todo este tiempo de la pandemia, recibimos con agrado y con beneplácito, sabemos que el Tayrona es una de las áreas de mayor impulso turístico de la ciudad de Santa Marta, genera también crecimiento a la economía de la ciudad”, añadió el guía.
Otro que tuvo que reinventarse fue Nelfrim Martínez, quien vende los paquetes a las maravillosas playas del Parque Tayrona, en pandemia tuvo que cambiar su glosario y álbum para mostrar las fotos de los lugares a visitar, por una carretilla, una pala y un pico, para dedicarse a la albañilería.
“Yo nunca en la vida había trabajado en una construcción, yo veía a la gente y decía que eso debía ser duro. Le decía a Dios, no me mandes nunca a hacer ese trabajo es duro; pues yo que ganaba bien, me daba cuenta que esos señores se ganaban 25 mil 30 mil pesos diarios y cuando me tocó me dio duro”, contó.
Así como estos, hay otras 2000 historias de operadores, que pasaron nueve meses en los que se les hizo imposible adelantar su principal actividad económica.