La democracia colombiana salió ampliamente vigorizada el domingo. Los comicios regionales y municipales han demostrado, sobre todo en las grandes urbes del país, que existe espacio para diferentes alternativas. Si bien las coaliciones preponderaron en la mayoría de los resultados, también es cierto que candidatos sin ninguna posibilidad al comienzo de la justa electoral resultaron triunfantes. En todo caso, la participación en las urnas llegó a un promedio del 60 por ciento, ganándole espacio a la abstención.
Sin embargo, en la gran mayoría de las alcaldías del país y en buena parte de las gobernaciones el triunfo fue de las coaliciones partidistas. En esa dirección es claro que ya las colectividades no están en capacidad de ganar por sí solas los ejecutivos regionales y locales, y en muchos casos hubo tres, cuatro y hasta seis o siete avales a un mismo aspirante.
Ya analizando el mapa político resultante de las urnas hay un consenso en torno a que el Centro Democrático y el Presidente de la República fueron los grandes derrotados de la jornada, especialmente en Bogotá, Medellín, Cali, Meta y otras regiones así como en otras alcaldías de capitales departamentales y gobernaciones. Igualmente sucedió con varias de las casas políticas tradicionales, contra las que fue evidente un voto castigo por los escándalos de corrupción. De otro lado, en el Atlántico el triunfo de la casa Char se dio en toda la línea así como el del poderoso grupo de la gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro. En contraste, en la alcaldía de Cali se confirmó el favoritismo del candidato de izquierda, Jorge Iván Ospina.
Entre las grandes damnificadas en varias partes del país están las firmas encuestadoras. En efecto en muchos lugares no atinaron, reiterándose la necesidad por parte de las autoridades electorales de reglamentar de mejor manera la forma en que se realizan estos sondeos y pronósticos sobre el clima de la campaña.
De nuevo, la Registraduría Nacional del Estado Civil se lució, pues los resultados se entregaron de forma ordenada y rápida, empezando por los de las alcaldías, luego los de gobernaciones y después concejos, asambleas y JAL. Esa eficiencia y transparencia marca una gran diferencia frente a lo que ha pasado en otros países en donde las dudas que se ciernen sobre su organización electoral deslegitiman sus democracias.
Concluido el debate electoral y conocidos los ganadores, lo que les espera a los mandatarios es trabajo. A tras quedó la confrontación y el fervor de las campañas políticas. Hoy el Cesar le entregó otra vez la responsabilidad de conducirlo a Luis Alberto Monsalvo Gnecco, de quien se espera que lo haga mejor. Que asuma con la responsabilidad que lo caracteriza los grandes retos de desarrollo y progreso. Recibirá a un Cesar con una nota alta en gestión producto de cuatro fructíferos años de gobierno de Francisco Ovalle Angarita. Por eso esperamos que muchas de sus políticas y programas tengan continuidad.
En cuanto a la Alcaldía de Valledupar, el ´golpe´ de opinión electoral que dio Mello Castro al ganarle la administración de la ciudad a las maquinarias y la politiquería, es una clara demostración de que la comunidad está despertando y ya se cansó de tantas promesas incumplidas y de malos gobiernos. El triunfo de Mello Castro es el indicador mas saludable que nos deja la democracia en estas elecciones. Lo que hizo Mello es prueba fehaciente de que cuando se quiere se puede, pero sobre todo cuando se tiene voluntad y decisión.
Desde luego que los mandatarios de los distintos municipios tienen por igual el alto grado de responsabilidad de no defraudar a sus electores y de trabajar de manera mancomunada y articulada con el Gobierno departamental para desarrollar las obras que los municipios necesitan.