La indigencia tiene ´sitiada´ a la ciudad
Por:
Ninoska
Reyes Urdaneta
“Soy consumidor de drogas, recogedor de latas y plásticos, a veces pido limosnas en el mercado, pero sobretodo soy un ser humano y tengo los mismos derechos que cualquier vallenato. Yo no escogí pasar ocho años de mi vida en la calle, las circunstancias me obligaron y me han llevado a actuar de manera distinta a los demás. En Dios me refugio y en el libro más importante del mundo; la Biblia”.
Así de coherente y calmado respondió Rolando a la pregunta sobre sus motivos para estar en la indigencia. Sin pena, así lo dijo, esta vida me llevó a las drogas para mitigar el sufrimiento que paso luego de llegar a Valledupar procedente de Santa Marta donde dejé una vida llena de problemas y desórdenes. “Simplemente hui, no soy feliz pero ya no tengo otra manera de vivir”.
Con la seriedad que amerita el caso, Rolando recibió el equipo de DIARIO DEL CESAR. Se encontraba acostado en el rincón de la terraza de un edificio en el centro de Valledupar, inmediatamente reaccionó al llamado como si estuviéramos hablando con un letrado, un profesional o quizás un profesor, pues irónicamente lo rodean periódicos, libros y una Biblia que según él mismo dijo, es su refugio.
Cordialmente volteó, saludó como todo un caballero y retiró sus viejas gafas del rostro como señal de disposición para iniciar el diálogo. Es un hombre de estatura mediana, piel morena y aunque permanece en la calle lo único que lo delata son sus pies agrietados y mugres por el recorrido que a diario inicia a las 5 de la mañana.
“Valledupar me ha adoptado en sus calles. Muchos comerciantes en el mercado me regalan la comida, por aquí cerca me dan algún frito y el tinto no me falta en la mañana. Recojo latas y plásticos durante el día con los cuales logro obtener hasta 5.000 pesos para mis gastos adicionales”, sonrió llevando su mano a la cara al hacer referencia a su vicio, que aunque sabe que no es lo mejor, ya el organismo se lo pide.
LA LECTURA ALIMENTA EL ALMA
Rolando asegura que el lugar donde vive fue facilitado por el dueño del edificio, prácticamente ejerce el rol de vigilante en el lugar. Un par de cartones sirven de colchón para su descanso, un costal lleno de botellas de plástico y latas guinda en una ventana y varios periódicos funcionan como hemeroteca en su morada, pues considera que leyendo alimenta el alma.
“Muchos me ven como un indigente, pero yo sé mucho. Leo las noticias todos los días y los libros dedicados a Dios son mis preferidos. Muchas personas se asustan al vernos y nos evaden sin tomar en cuenta que somos seres humanos que igual merecemos respeto, porque todos somos hijos de Dios”, manifestó Rolando mientras se acomodaba de nuevo en su cama de cartón y tomaba sus remendadas gafas que se sujetan a su nariz porque solo conservan los cristales.
Sin interrumpir la conversación tomó unos de sus viejos libros y se puso a leer, pero a su vez escuchaba atento las preguntas del equipo de periodistas cuando de pronto resaltó: “Lo que le hicieron a un indigente al dejarlo abandonado en la calle y luego murió, no son cosas de Dios, nosotros no merecemos ese trato, nadie quiere estar así, pero esa ha sido nuestra realidad. No nos quieran, pero tampoco nos hagan daño”, exclamó Rolando con una actitud de tristeza, volteó y continuó su lectura dando por terminada la conversación.
Así como Rolando muchos hombres y mujeres en situación de calle rodean los sectores de Valledupar. En el piso, bancas, entradas a los centros comerciales, mercado público o cualquier lugar; son perfectos para estas personas que a diario deambulan en busca de un bocado de comida o en el lugar para pasar la noche.
La indigencia es un fenómeno muy complejo y característico de la sociedad actual que supone que algunas personas viven por debajo de la línea de lo que se considera como digno, es decir que viven sin acceso a la vivienda o al techo, sin acceso al trabajo, sin alimentación constante, a la intemperie, sin ningún tipo de ayuda del estado y con una calidad de vida extremadamente primaria.
Durante el recorrido realizado por distintas partes de la ciudad nos encontramos con Carmen, una mujer que con tan solo 35 años aparenta tener 50. Su vida transcurre debajo de un árbol cerca del mercado público de Valledupar. Es oriunda de Bucaramanga y llegó a Valledupar hace unos 20 años y desde hace cinco está en condición de calle.
Con su cabello despeinado, descalza y su ropa sucia por el trajinar, Carmen a diferencia de Rolando se mostró arisca a los periodistas, pero igual accedió a conversar.
“La gente cree que somos animales y se nos acercan para hacernos daño porque piensan que nosotros somos delincuentes o ladrones. No, detrás de nuestras vidas hay una historia y en la calle hay que defenderla”, dijo con su voz alta como para que todos escucharan su posición.
Carmen contó que su esposo la abandonó y su único hijo está fuera del país. No tener trabajo ni dinero para comer y pagar arriendo la obligó a acudir a la calle. “Es una vida muy dura, pero tampoco se justifica a la persona que busca hacernos daño. A veces las drogas nos hacen cometer errores, pero la intención no es matar a nadie”, exclamó mientras tomaba una bolsa de desperdicios que recién había recolectado en el mercado.
Adiós, no quiero hablar más, así se despidió y se perdió entre las personas que para el momento abarrotaban el mercado público de la ciudad.
Estas dos historias hacen reflexionar de la realidad que hay detrás de estas personas que deambulan por Valledupar, donde hasta la fecha no hay datos exactos sobre el número de indigentes que pernoctan en la ciudad.
SUS DERECHOS VALEN
Recientemente un indigente falleció en La Jagua de Ibirico luego de haber sido abandonado en la calle por una ambulancia de la clínica Laura Daniela, desde donde lo remitieron sin argumentación médica al Hospital Jorge Isaac Rincón Torres del referido municipio.
La víctima de este caso fue identificada como Manuel de Jesús Pérez de Hoyos, conocido como “El Chino”, quien recorría el municipio vendiendo limones y cocos. Este fallecimiento ha causado conmoción y fue el tema en las redes sociales, a través de las cuales la ciudadanía pide investigar el caso y sancionar a las instituciones y autoridades involucradas en la negligencia.
“El Chino” había sido diagnosticado con tuberculosis y dificultad para respirar, y así se evidenciaron en video difundidos por las redes sociales, los cuales reflejaban que el hombre fue acostado en la entrada del hospital y mientras unos paramédicos lo intentaban ayudar, solo decía que se estaba ahogando que ya no aguantaba más.
Este triste panorama no compadeció a nadie y “El Chino” fue devuelto a la ambulancia, pero no a buscar asistencia médica, sino a dejarlo en la calle, donde siempre vivió, pero esta vez a esperar la muerte.
Este trato inhumano está siendo investigado por las autoridades y se está procesando el testimonio del personal involucrado de la clínica, el hospital de La Jagua de Ibirico y al chofer y paramédicos de la ambulancia involucrada, informó Jorge Juan Orozco, secretario de Salud Departamental.
Orozco reiteró que la asistencia médica debe ser garantizada a todo ser humano, los derechos de las personas, así estén en situación de calle, son prioridad para el Estado que debe fijar políticas públicas que garanticen el rescate de estas personas en todo el territorio.
Reiteró que en ningún centro asistencial del departamento se le puede negar la atención a estas personas. “De hecho hay registros de indigentes atendidos en materia de salud, por cuanto es una población vulnerable que es difícil de cuantificar por su inestabilidad en los lugares de permanencia”.
Según cifras manejadas por el Gobierno nacional, cerca de 40.000 colombianos viven en condición de indigencia extrema en todo el país.
Según el Observatorio de Igualdad de Género de la CEPAL, en Colombia por cada 100 hombres pobres hay 118 mujeres en la misma condición.
RESULTA MÁS PREVENIR QUE CORREGIR
Para la socióloga María Laura Becerra, la indigencia no es sino una parte de la gran malla de situaciones de miseria que decantan de la sociedad colombiana que, aparece en las descripciones normativas como un país tan “pluralista, incluyente, democrático, solidario y respetuoso de la dignidad humana, por lo que resulta casi una blasfemia confrontar estos conjuros vertidos en las disposiciones constitucionales con la realidad.Pero si se pretende acabar con las situaciones de desigualdad y pobreza del país, más efectivo que corregirlas, resultaría prevenirlas”, dijo la profesional.
Becerra explicó que tanto la noción de indigente como la de habitante de la calle tienen en cuenta un componente socioeconómico que pone énfasis en la situación de pobreza y un componente geográfico que, en el caso de las personas o grupos en situación de calle, advierte sobre su presencia en el espacio público urbano, donde transcurren sus vidas. “La condición de habitante de la calle no se agota allí. Habitar en la calle implica situaciones más complejas como: el hambre, estar expuesto a la intemperie, a enfermedades y quebrantos de salud; estar expuesto a la humillación, desempleo, explotación, hostigamiento (físico y mental), a la depresión, desesperación y probablemente a optar por la vía criminal como medio de subsistencia”.
CONSTRUYENDO CIUDADANÍA SOCIAL
Jaider Rincones, jefe de la Oficina de Gestión Social de la Alcaldía de Valledupar, manifestó que como administración tienen espacios de atención de acuerdo a cómo se identifique cada caso. Se han realizado recorridos con la Secretaría de Gobierno, policía, grupo especial migratorio y el ICBF para activar las rutas de acuerdo a las necesidades y los factores de riesgos encontrados.
Hay que dejar muy claro que la legislación colombiana no tipifica la mendicidad como un delito, “partiendo de esa premisa,se activan las rutas y se hacen las respectivas notificaciones a la entidades vinculadas”.
En Valledupar se desarrollan jornadas a través de la estrategia denominada Pégate al Parche respondiendo al plan de acción que se hizo con el Sistema Nacional de Bienestar que en Valledupar se denomina Construyendo Ciudadanía Social, cuyo movimiento lo desarrollan jóvenes que reportan las situaciones caracterizadas a las entidad para desplegar las acciones correspondientes.
“Las sectoriales están prestas a garantizar la atención inicial a las personas en la indigencia, para garantizar el derecho a la vida como todo ser humano”, dijo.
Rincones manifestó que esta población no está cuantificada en la ciudad, por cuanto son personas que cambian constantemente de lugar.