El país sigue estupefacto después de conocer el prontuario y recorrido criminal que ha tenido el ´niño sicario´ de Medellín, a quien las autoridades le han documentado más de 12 asesinatos.
El vídeo que todos observamos donde se ve como de manera fría, y al mejor estilo profesional de los matones de la mafia , este adolescente de 14 años asesina a dos hombres, demuestra claramente que el vapuleado Código para la Infancia, Niñez y Adolescencia, se quedó en pañales. Lo hicieron para un país que no existe y con unas normas que prácticamente lo convierten en patente de corso para que quienes ya optaron por el camino criminal lo siga haciendo.
La Ley frente a los adolescentes en este país ha sido no solo benigna, sino que tiene mácula de impunidad. Un menor de 14 años que mata fríamente como lo vimos en televisión debe caerle todo el peso del ordenamiento penal. Es consciente de lo que hace y del daño que provoca. Que haya individualidades frente a las cuales la justicia debe tener otra valoración, es posible que se abra la discusión en ese sentido. Pero en el caso que nos ocupa, este sicario estaba también preparado que utilizaba el documento de identidad de su hermano menor de 13 años, porque sabía que al exhibirlo las autoridades automáticamente lo enviaban para su casa, y se escapaba de la judicialización. Con lo que no contaba el ´niño sicario´ era que ya esa ´perrada´ se la sabía la Policía, de allí que fuera posible mantenerlo privado de la libertad.
El país debe abrir la discusión en torno al Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes que es un saludo a la bandera. Fue redactado como para Dinamarca o Suecia. Por eso daba estupor oír a un operador judicial cuando afirmaba que al niño, adolescente, joven o criminal, – como quieran llamarle- apenas se hará acreedor a una sanción de tipo pedagógico y que pagaría como máximo ocho años, según lo contemplado en el Código de Infancia y Adolescencia. Lo anterior entonces refuerza la tesis de que esas normas deben derogarse pronto, antes que ese comportamiento se riegue como pólvora.
Ahora bien. No hay quienes salen a defender la esencia del ser humano, y plantean disímiles circunstancias que van desde los problemas sociales en el núcleo familiar del individuo hasta el de una responsabilidad del propio Estado de una u otra manera por no enfrentar el fenómeno de las bandas criminales, a las que les adjudican esta clase de comportamientos, ya que está probado que son ellas las que reclutan a los adolescentes hasta convertirlos en máquinas asesinas. Todo ello es probable, pero la verdad es una sola: se nos está descuadernando la sociedad por una actitud permisiva frente al crimen en razón a la naturaleza de quien lo comete. Flaco favor el que le hacemos a las actuales y futuras generaciones si dejamos o permitimos que estos especímenes se desarrollen.
El Gobierno nacional y el Congreso están en mora de empezar a tramitar una reforma al Código ´angelical´, porque buena parte de lo que allí se dejó consignado no es para una sociedad contemporánea como la nuestra.