Diario del Cesar
Defiende la región

¿Qué más espera el pueblo venezolano?

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Siempre hemos sido partidarios de una insurrección popular o de una intervención multilateral de fuerzas encabezadas por las Naciones Unidas para poder sacar del poder al dictador que gobierna en Venezuela. Está claro que con  el narco régimen de Nicolás Maduro todas las vías se agotaron y mientras tenga oxígeno político y financiero de Rusia y China, con asesoría estratégica de Cuba, seguiremos observando cómo se desmorona una nación, trasladándole sus problemas sociales a los vecinos, siendo Colombia el principal país receptor de esas vicisitudes que ya ha  empezado a causar serios estragos sociales y económicos en nuestro país.

Las manifestaciones de Nicolás Maduro a raíz del apagón generalizado vivido por Venezuela reflejan de cuerpo entero el cinismo y la sarta de mentiras con las cuales se dirige a la comunidad internacional

Venezuela ha quedado a oscuras y los ciudadanos que quedan buscan con desespero agua, medicamentos, comida, o cualquier seguridad que los proteja de las tinieblas en las cuales está sumido su país.

Decir que el apagón del cual aún no se recupera  es producto de un “ataque cibernético” o, peor aún, de un “golpe electromagnético” es una burla contra los venezolanos que padecen una verdadera catástrofe. Asentada encima de una de las reservas de hidrocarburos más grandes del planeta, Venezuela viene sufriendo apagones constantes porque la generación hidroeléctrica no recibe mantenimiento, lo cual hace que ya no pueda atender la demanda. Y porque la generación térmica, basada en derivados del petróleo, está abandonada y no es abastecida con el combustible suficiente para respaldar el sistema.  En su ignorancia y en su afán de presentarse como víctima del “imperialismo”, el régimen permite que Maduro diga mentiras, pues hace pocos años les ordenó a sus Fuerzas Armadas asumir la defensa del sector. La verdad, según los técnicos venezolanos, es que el sistema de distribución de energía está caído por falta de mantenimiento, y las generadoras como la represa del Guri, que producen la mayor proporción de energía, se están apagando, pues sus turbinas y la red colapsan sin que el Gobierno las atienda como corresponde.

El resultado se ve en todas las ciudades, pueblos y veredas, no de ahora sino de hace varios años. Cientos de centros hospitalarios han tenido que cerrar sus puertas, miles de personas han muerto o no reciben atención para enfermedades que requieren equipos alimentados por corriente eléctrica y los pacientes son echados a la calle porque no hay forma de encargarse de ellos.

Pero el drama es peor ahora. Causa indignación ver las imágenes de los habitantes de Caracas aperados de bidones y haciendo cola para recoger agua contaminada, mientras los militares que rodean al dictador y a sus voceros se dedican a acusar a los demás por el desastre que ellos han producido a su nación. Y entre tanto, la gente no tiene recursos para pagar sus compras porque no hay internet, los cajeros automáticos no suministran efectivo y los bancos han colapsado.

Y crecen las asonadas en busca de alimentos, de agua y abastecimientos, mientras aumenta la migración. La respuesta de la tiranía es soltar a sus paramilitares para reprimir a quienes salen a exigir que haya un cambio, a reclamar que vuelva la luz y que exista un orden que impida la aterradora ola de inseguridad desencadenada a partir del apagón.

Ante semejante panorama de desespero, es el pueblo que al unísono debe salir a las calles y plantarse frente al Palacio de Miraflores y obligar al dictador a dejar el poder. Maduro puede ordenarse a sus compinches y corruptos militares disparar contra la muchedumbre y muy seguramente los muertos se contarán por centenares, pero serán muchos más los miles de venezolanos que queden con vida y cumplan su objeto principal: acabar con el régimen dictatorial.