Diario del Cesar
Defiende la región

Óscar Negrete de niño prodigio a genio maestro

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Por:WILLIAM ROSADO RINCONES

Con el alma llena de emociones y los ojos encharcados de lágrimas, le tocó salir a Óscar Negrete de su natal Villanueva aferrado a las faldas de su mamá, que por cosas del destino se había separado de su esposo y resolvió buscar un nuevo horizonte en Valledupar; corría para entonces, el año1967.

Pero el rompimiento familiar era lo que menos le dolía al menor que apenas superaba los 11 años, tal vez, porque no entendía lo que pasaba, a él lo que le partía el corazón era dejar a su pueblo y sobre todo un 18 de septiembre día del patrón, Santo Tomás, atrás quedaban sus amigos infantiles, esas calles llenas de piedra con olor a crispetas y algodones de azúcar, eso era lo que más le arrugaba sus entrañas.

Allá en la tierra del Roque de Alba, en los barrios El Cafetal y San Luis quedó el eco de los acordeones de Escolástico Romero, de Hugues Cuadrado y Rafael Romero a quienes dice deberle toda la enseñanza de las mejores notas del acordeón, además de su agudo oído, afinado bajo el eco de la orquesta de Reyes Torres.

Ahora enfrentaba otro pueblo y otras costumbres, pero bajo el ala de una madre que tenía que luchar por su camada que la complementaban otros hermanos más. Por la necesidad de un sustento y confiando en que su muchachito era un experto a sus años en la ejecución del acordeón, su progenitora había escuchado que a la tierra donde había llegado, realizarían un festival vallenato, por eso no dudó en llevarlo a la plaza Alfonso López, para que le vieran sus condiciones.

Infortunadamente, el niño no pudo competir porque no tenía contendores, aun el certamen no tenía reglamentación ni categorías y los que se enfrentarían serían ya personas maduras y reconocidas, festival que terminó ganando Alejandro Durán en 1968.

PRIMER REY INFANTIL

Pero el viaje no fue en vano, y como una muestra al público, subieron al niño en una caja de madera en las que antes venían las cervezas y desde esa simbólica tarima, entregó el alma y su corazón, despertando los más grandes elogios y dando paso a la iniciativa, para que el próximo año se creara esa categoría, la que como si fuera poco, se la ganó en 1969, convirtiéndose en el primer rey infantil del Festival de La Leyenda Vallenata, y su despegue como una figura promisoria del acordeón.

‘María Tere’, ‘El saludo’, ‘Matica de Toronjil’ fueron las primeras canciones aprendidas por Oscar Negrete con las que comenzó a labrar su destino musical en Valledupar, además aprendió los aires auténticos del vallenato con los que conquistó la corona infantil en donde se enfrentó a competidores como Adiel Vega, Ciro Meza, Raúl Chiche Martínez, entre otros.

En ese festival, en las tradicionales parrandas que se hacían en el marco de la plaza, especialmente en casa de Hernando Molina y Consuelo Araujo, acudían los personajes de la vida política capitalina. Ese año, uno de los ilustres visitantes era Misael Pastrana Borrero, quien andaba en campaña presidencial después de haber sido ministro de Carlos Lleras Restrepo, Pastrana quedó impresionado con las notas de Oscar Negrete a quien tenían rodeado, admirando su versatilidad, ante su asombro, Pastrana al ver al muchacho expresó: “este es un niño prodigio”, seudónimo que le quedó para siempre.

“Lo bueno fue que prometió que si ganaba la presidencia me llevaba para Bogotá, promesa que cumplió el 15 de septiembre de 1970, efectivamente, me invitó al palacio San Carlos, eso fue una alegría inmensa en mi vida y para mi madre que disfrutaba de mis triunfos, infortunadamente, murió sin disfrutar lo que después conquisté” sostiene nostálgico, este juglar del acordeón que, hoy supera los 63 años, pero conserva un brío impresionante en la ejecución.

Cinco años después de haber conseguido la corona infantil, logra grabar su primer LP al lado de Adalberto Ariño, y un año después, hizo el segundo, discos estos que lograron impactar en el público seguidor del vallenato que, elogiaba, tanto las notas de Negrete, como la diáfana voz de Adalberto Ariño.

Era la época del famoso Trío de Oro, una tripleta de compositores integrada por: Hernando Marín, Sergio Moya Molina y Máximo Mobil, quienes tenían inundado el folclor con bellas páginas vallenatas, eran la ‘última palabra’, por eso, cada intérprete para pegar tenía que grabarle a los tres, así duraron muchos años de popularidad, aparte de convertirse en grandes parranderos que recorrían la región atendiendo invitaciones, y era el acordeonero de esas parrandas, Oscar Negrete Zuleta que ya era un adolescente

UNIÓN CON JAVIER GÁMEZ

En una de esas giras, se tropezaron con un niño llamado Javier Gámez, de Cañaverales, La Guajira, lo que sorprendió a los compositores quienes quedaron deslumbrados por su afinación y modulación, al que de inmediato adoptaron con permiso de sus padres, lo pulieron y lo pusieron a grabar con Negrete, eso fue la sensación de esa época. Esa grabación surgió después de un Festival Vallenato a donde lo trajeron y lograron la aprobación de la casa disquera CBS.

A pesar de que Oscar y Adalberto estaban pegados comercialmente, esta grabación con Javier Gámez acabó la unión, muy a pesar de que Negrete dice que, él, lo que pretendía era llevarse Ariño para la disquera CBS.

“A Adalberto no le gustó que yo hubiera grabado con el niño, pero mi intención era pedir la carta de libertad de Sonolux para llevármelo a él sin embargo, eso no le gustó, yo le di las explicaciones, pero no las aceptó, le dije que esa era una grabación sin ningún compromiso, es más ni en la caratula salí, pero la gente le metió carbón, entre esos Rafael Orozco que ya comenzaba con Emilio Oviedo y se dio la separación” acota Negrete.

Ante la negativa de Adalberto Ariño  de volver a grabar con él, Oscar concretó la unión definitiva con el niño Javier Gámez, con quien en su primer disco vendieron 5 mil copias, todo un suceso para la época, pero vino una racha de mala suerte y fue que el desarrollo hormonal por la adolescencia le cambió la voz a Javier y el proyecto se vino a pique, únicamente, alcanzaron a grabar dos discos, y no hubo poder ni divino ni humano que recuperara esa voz.

En vista de este imprevisto, Oscar resolvió seguir acompañando a la tripleta de compositores que seguían amenizando fiestas y parrandas, además, también acompañó con su acordeón a compositores de la talla de: Gustavo Gutiérrez, Hernando Marín, Rita Fernández, Mateo Torres, Estela y Santander Durán Escalona, Leandro Díaz, con quienes grabó algunos discos.

MAESTRO DEL ACORDEÓN

Pero, estas actividades, las alternaba con la enseñanza del acordeón, se dedicó a instruir a una camada de muchachos que posteriormente se convirtieron en estrellas del folclor y se volvieron, la mayoría, en unos desagradecidos, que después de estar en la fama, nunca más volvieron a ver a su maestro, y lo peor, lo desconocían, a tal punto que hubo uno, del cual no quiso dar el nombre, que una vez iba en un lujoso carro y cuando lo vio, alzó el vidrio y aceleró el vehículo.

“Esa acción me dolió mucho y me llenó de resentimiento y juré nunca más volver a enseñar a nadie, pero esta determinación la cambié una vez que estuve en México”

Asegura que viajó al país Azteca en una delegación vallenata invitada al Festival Cervantino en el 2010, y estando en el D.F quiso conocer la plaza Garibaldi y la historia de los grandes charros de ese país, pero se llevó una sorpresa que lo hiso volver a su condición de maestro.

“Yo estaba loco por conocer la plaza Garibaldi, llegamos y encontré un peladero, yo dije, esto no puede ser, vi la estatua de José Alfredo Jiménez y muy cerca de allí unos mariachis, me les presenté  les toqué mi acordeón les pregunté por qué no se escuchaba la música de los grandes de la ranchera allí, y me dijeron que todo eso se había perdido, que allá no existían academias y que nadie se había interesado por esa música” al escuchar esa respuesta, Oscar Negrete reversó la decisión que había tomado de no enseñar a más nadie a tocar acordeón.

Estas respuestas de los miembros del mariachi le tocaron las fibras y pensó que al vallenato le podría ocurrir igual, en ese mismo momento llamó a la periodista Lolita Acosta, que hacía parte de la delegación y le dio un abrazo y le confesó que por la defensa del vallenato, desde esa fecha volvería a su academia para enseñar las notas del folclor vallenato, para que esta música no corriera la suerte de la ranchera.

De esa gama de acordeoneros que recibieron las enseñanzas de Oscar Negrete, reconoce que solo dos han tenido gestos de agradecimientos para con él, ellos fueron: Omar Geles quien de su voluntad le regaló un acordeón como gesto de gratitud por esos primeros compases que recibió de ese gran maestro villanuevero.

El otro fue Juancho Rois a quien le daba clases personalizadas en San Juan, viajaba de Valledupar a esa población guajira a entrenar a ese aprendiz, que después, se volvió un monstro del instrumento. Manifiesta Oscar Negrete, que Juancho era un ser excepcional. “Una vez andaba yo sin plata, me devolvieron a los hijos por la falta de la lista de los libros, salía a buscar un señor para que me ayudara, de pronto en el camino se apareció Juancho en un carro, paró y me dijo, para dónde vas Oscar, le comenté el caso, y enseguida me llevó a una librería me sacó las tres listas y me dio una plata para que me regresara a la casa”.

Del resto de sus alumnos, lo único que sabe es que están tapados en plata, algunos, y ni se acuerdan de este genio que tuvo la paciencia de enseñarles las primeras notas. Pero, Oscar no se amilana, es un agradecido de la vida, de la música, aún a sus años se gana la vida como miembro del grupo: Las Glorias del Vallenato, un grupo de veteranos que son pagados por el municipio de Valledupar, allí sigue mostrando esa agilidad que los críticos la asemejan a la de Alfredo Gutiérrez.

Es un hombre alegre, jocoso, tal vez sea el secreto para mantenerse brioso con una nota que nadie se explica porque no pudo tener otra connotación, teniendo en cuenta que, hasta el mismo Alfredo Gutiérrez, en una oportunidad lo puso a tocar con él y lo hizo pasar por su hijo. También, Aníbal Velázquez le propuso llevárselo para Venezuela en plena época de sus éxitos, pero sus hermanos mayores no lo dejaron pues aún era menor. De lo que sí se siente orgulloso es que aún algunos lo siguen llamando: “el niño prodigio del acordeón”.