Diario del Cesar
Defiende la región

La guerra o la paz: la gran encrucijada

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La paz no puede mirarse simplemente como un concepto sin contenido, el cual se usa según las conveniencias de quien quiera utilizarlo de acuerdo a las coyunturas de cada momento histórico o político; no, la paz de conformidad con el artículo 22 de la Constitución nacional es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento, mandato que muchos connacionales parecieran desconocer, incluidos nuestros gobernantes.

El atentado perpetrado contra la Escuela de Cadetes General Santander de la capital del país el pasado jueves 17 del presente mes y año, que dejó 21 muertos y 68 heridos, ha despertado un sentimiento exacerbado en un amplio sector del país, que resuenan los tambores de la guerra y reclaman del gobierno acciones militares contra el Ejército de Liberación Nacional, organización que es la señalada de ser la autora de tan brutal acción y el exterminio de la misma, propósito que por más de sesenta años ningún gobierno ha podido cumplir.

Solo basta mirar los resultados del proceso de paz con las Farc, para concluir que jugársela por este anhelado sueño de la mayoría de los Colombianos vale la pena, así algunos fanáticos de la guerra se empeñen en decir lo contrario; las estadísticas hablan por sí solas, la reducción de los secuestros, extorsiones, los muertos y heridos de las Fuerzas Militares, se redujeron a su mínima expresión.

Los colombianos, nos estábamos acostumbrando a este clima de tranquilidad, de sosiego y confianza, heredada de ese proceso que hoy pende de la fragilidad en que lo coloca las reformas que se han tramitado y que se amenaza con tramitar frente a aspectos neurálgicos del mismo y básicamente de la JEP, que genera desconfianza a los excombatientes, algunos de los cuales ante la incertidumbre creada, han decidido volver a empuñar las armas.

Esa calma que respirábamos con deleite de repente se transformó en zozobra, porque el atentado que segó la vida de jóvenes estudiantes de la escuela de formación de oficiales de la Policía Nacional con mayor renombre de América Latina, ha servido de pretexto para que los sectores guerreristas de nuestro país, clamen por la guerra, sin dimensionar las consecuencias graves de la misma, la cual deja desolación y muerte y con toda seguridad esos que piden a gritos sangre y fuego, no serán los mismos que aporten sus hijos para empuñar los fusiles en el frente de combate.

No hay duda de que esas muertes inocentes nos duelen a todos, pero la dinámica de la guerra es así dolorosa y desgarradora, precisamente este hecho afianza más la necesidad de seguir explorando un posible acuerdo con esta fuerza armada al margen de la ley que implica concesiones de parte y parte, para evitar más derramamientos de sangre de inocentes y de combatientes de uno y otro lado, vidas que pueden ser útiles a la sociedad en condiciones normales, por ello entre la guerra y la paz, la última siempre será la mejor opción posible.

*Abogado