Diario del Cesar
Defiende la región

Otro eco del olvido que sepulta a los juglares

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Acaba de pasar mayo, el mes de las flores, así como pasan sus aromas, se van los recuerdos. En estas calendas de 2016 murió uno de los más insignes parranderos de la provincia, además compositor, todo un personaje de la comarca, pero en el mundo las tumbas pobres las destierra el olvido.

A pesar de que siempre ‘rugía’ de felicidad, Armando León Quintero, la vida no fue sincera con este cultor, que se gastó su fortuna por el amor infinito al vallenato, y cuando el sol le comenzó  a silbar en la espalda, los que con él libaban a placeres, le brindaron con la copa de la ingratitud.

Su imaginación volaba tanto, que siempre  quiso ser aviador, pero la pista del destino lo llevó a aterrizar en la composición vallenata. En sus últimos días, la parsimonia al andar distaba mucho de los bríos de  aquella mocedad parrandera que no escatimaba población alguna para zarpar y acompañar los sonidos de un acordeón.

 

 

‘ZULETISTA’

 

Fue un entrañable amigo ‘Poncho’ Zuleta, a quien no le perdía pisada  a cualquier parte donde fuera a tocar, y con quien tuvo el récord de haber bebido 29 días sin parar, era uno de sus mejores relatos, para sacar pecho y recordar que él también tuvo 20 años.

Armando León Quintero  Arzuaga, le sacaba apunte a su físico, no era muy atractivo y eso fue motivo de cuentos parranderos que, él mismo festejaba, como cuando decía que lo llamaran por los dos apellidos, porque él había salido maluco a su mamá, de tal manera que firmándose su apellido, era una manera de homenajearla.

Este compositor nació en Codazzi, se consideraba uno de los primeros colonizadores del vallenato en Bogotá, a donde llegó con el propósito de estudiar aviación pero por cosas del destino terminó cantando en la capital del país, al lado del acordeonero Beltrán Cortés con quien se le ocurrió en una oportunidad ponerle serenata a una hija de una familia alemana y terminaron bañados en orín.

Hasta la historia fue desagradecida con Quintero Arzuaga, nunca lo reconocieron como baluarte de la conquista de vallenato en Bogotá, cuando él siempre estuvo enchufado con esa energía que le quitó las ruanas a los capitalinos para vestirlos con la mejor franela del ritmo que le daba calefacción al espíritu cachaco, y así poco a poco el ‘ay ombe’ se fue metiendo al laberinto andino.

Fue un batallador de los amaneceres en la Bogotá de los años 60 junto a figuras como Víctor Soto y Pablo López, los que sí siguieron la batalla porque según sus palabras, su grupo no tenía ‘madera’ para eso, solo lo hacían a nivel de parranda sin pensar en ningún concepto comercial.

 

BOHEMIO Y COMPOSITOR

 

La canción de mayor renombre de su catálogo en esta región es ‘Amor Ausente’ grabada por Calixto Ochoa, con quien parrandeó hasta en ancas de caballo en Codazzi, cuando Calixto apenas interpretaba el vallenato en violina, esa misma canción se la catapultó Diomedes Díaz, la que se constituyó en un verdadero hit para los años 80.

 

“Que soledad siento por tu ausencia
Que me está consumiendo mi negra querida
Me hace falta tanto tu presencia
Porque sin ella se acaba mi vida”

 

Armando León  fue de los aposentos del maestro ‘Lucho’ Bermúdez, quien le enseñó muchas cosas en la música y le grabó varios temas, pero el que más impactó fue uno que le hizo debido a la separación de su adorable Matilde Díaz, decía Armando que, el músico, nacido en el Carmen de Bolívar, pueblo al que le hizo la canción que lleva ese nombre, lloraba muchas veces cuando le escuchaba ese tema.

 

“Por qué mi Dios, por qué  mi Dios
Hiciera que sintiera amor
Si era feliz, muy feliz
y ahora conozco el dolor”

 

Como los juglares de antaño, Armando León Quintero no percibió muchos recursos por sus obras, decía que, económicamente no le daban lo que realmente valían sus cantos y su trascendencia, pero terminó acostumbrado a una pequeña ayuda que le daba Sayco, porque de aquellos amigos de botellas nunca volvió a saber.

Solventó solo las enfermedades que le quedaron por el paso del tiempo y las largas faenas de trago de lo que renegó en sus últimos días al comprobar que, el furor de los tragos era tan  falso, como los mismos amigos que se consiguen bajo su efecto.

A pesar de la soledad en que vivía, no perdía su picaresca, cuando se le preguntaba ¿de qué vivía?, contestaba: “Armando ahora vive de enfermedad en enfermedad, la situación no es la mejor”. Como a todo compositor de antaño le raparon canciones que orondamente aparecerían a nombre de otros  y como muestra un botón, hay una titulada ‘La Divina Pastora’ que se la hizo a la patrona de su pueblo, Codazzi,  esta canción la tomo Luis Enrique Martínez como de él y así siempre apareció.

 

DIRECTOR DE SAYCO

 

En sus años mozos, fue Director Regional de Sayco en la Costa, nombrado por el entonces  Director Nacional, Jorge Villamil, esta posición le permitió cerrar una buena amistad con Rafael Escalona, a quien fue él, el que lo hizo socio y de quien decía que era el mejor compositor de América Latina.

Sobre Escalona solía decir: “En el idioma español, las mejores metáforas las compuso el maestro Escalona, usted sabe lo que es decir: “el relámpago se ve como vela que se apaga” o “solamente me queda el recuerdo de tu voz como el ave que canta en la selva y no se ve”, eso solo lo hace un genio capaz de ganarse a Atahualpa Yupanki, como lo hizo cuando compitió en Cali”, solía referir.

Decía que se volvió bebedor porque estando estudiando, se saltó de quinto a hacer segundo de bachillerato y cuando iba para el tercero se dieron cuenta y lo devolvieron a quinto otra vez y esa fue la perdición decía, entonces se dedicó a cantar toda la música de Escalona y de Pumarejo que se la sabía.

Armando León Quintero, fue fundador del Festival de música vallenata en Guitarra de su pueblo Codazzi. Tenía 14 años, cuando hizo su primer canto vallenato al que le puso nombre de mujer: ‘Mery Pérez’. También compuso: ‘Divina Pastora’, ‘Emociones’ y ‘Amor  del  Alma’.

En el 2016  murió Armando León Quintero Arzuaga, otro de los juglares que padeció el abandono y la miseria, a pesar del gran aporte que hizo al folclor vallenato, y en su caso particular, después de haber tenido una solvente economía, la que inexplicablemente se le fue de las manos.

Después de ese largo trasegar por los placeres, murió en una habitación del barrio Las Delicias de Valledupar a donde residía completamente solo,  después de soportar el peso de los años y la edad.