Pere Fibla y Xabier Segura, dos de los sacerdotes que dirigían el seminario y que siguen ejerciendo en pueblos de Tarragona, no desean hablar sobre el caso porque consideran que no es el momento adecuado, pues hay un proceso en marcha, y deben ser respetuosos. Pero sí rechazan las acusaciones más graves: “Lo que salió en prensa cuando se anunció la disolución era todo falso, deformado, difamatorio. Niego rotundamente que hubiera nada de sexo”, afirma Fibla.
Este sacerdote vivía en el monasterio de Montblanc, cedido por el obispo de Tarragona cuando se fueron las monjas clarisas después de siete siglos de presencia. Estaba al frente de una comunidad de una docena de laicos, hombres y mujeres. Españoles, colombianos y una alemana. Los vecinos del pueblo comentan que nunca hubo quejas, si bien indican que no había mucha relación con ellos. En Solivella, pequeño municipio de 600 habitantes donde está ahora, dos ancianas aseguran que es cura estupendo.
Fibla no oculta su pesar: “Ha sido una pena, en todo esto podría haber habido más diálogo, para el progreso de la Iglesia. Ha sido un dolor muy profundo, pero en la historia de la Iglesia no ha habido ninguna realidad nueva que no haya sufrido. Le ocurrió, por ejemplo, a Teresa de Jesús. Obedeceremos lo que diga la Iglesia, como siempre hemos hecho, trabajando con ilusión. Ha sido una situación sorprendente para gente que nos dedicábamos al servicio a los demás. No hemos tenido ni una sola queja de nadie en 40 años en Cataluña. Tarde o temprano la verdad saldrá a la luz”.
Xabier Segura, ahora en Alcover, atribuye las acusaciones a “temas de relaciones personales, complicados, delicados, que hay como en todos los grupos humanos, por incomprensiones, envidias”. (El País, España)