Diario del Cesar
Defiende la región

Ecos y reflexiones de un mundial navideño.

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“La serenidad es el rostro más precioso de la sabiduría”.  

Por: Alfonso Noguera Aarón. MD.

A veces uno escribe como para poder dormir tranquilo y expresar algunas cosas que siguen dando vueltas en los limbos del pensamiento, o que consideramos de importancia colectiva o de reflexión filosófica, y por ello lo compartimos en público, como quien habla en las esquinas.

Pues bien, se cerró el telón del Campeonato Mundial de Fútbol Qatar-2022, efectuado en la península Katarí, enclavada en el remoto Golfo Pérsico, con el triunfo final para la Selección Argentina, después de ese espectacular partido del domingo 18 de diciembre, ante la no menos aguerrida y sensacional Selección de Francia. Los entendidos en el  fútbol siguen diciendo que fue la final más apasionante y humana de la historia del fútbol y comentan las sorpresas de algunos resultados y las revelaciones colectivas e individuales, que desde luego, siempre se han venido dando en ese certamen mundial.

Más allá de Brasil-1950, el fútbol parece tener su propia pre-historia y de ahí esos primeros campeonatos grises de Italia y de Uruguay. Pero después de ese famoso –y trágico– “maracanazo” en 1950, dónde Brasil perdió en el enorme estadio Maracaná, construido para que el coloso Brasil se coronara como Campeón de ese año, y que al final perdió 1-2 ante su minúsculo vecino Uruguay, ya el fútbol empezó a tener relevante importancia y atrás fueron quedando los indecibles dolores que nos dejaron las dos guerras mundiales, que como vergonzosas llagas nos marcó el siglo XX. Sobre esos ominosos escombros de la post-guerra, Europa logró hacer los mundiales del 54 en Suiza, quedando ganadora la aún destruida Alemania, y en Suecia-58 fue campeón Brasil, con Pelé, su nueva figura goleadora y creativa, y ahí es donde empieza la filosofía del deporte. El ser humano necesita crear ídolos con pies de barros que satisfagan su sed de lo infinito.

Si bien desde muchos años atrás, desde el cine y el arte, y más en el boxeo y el béisbol en Estados Unidos, ya el deporte había empezado a dar personajes famosos procedentes del mundo pobre y excluido, fue con el Rey Pelé cuando más se acentuó ese extraño fenómeno de ver llegar a los estrados más altos del éxito a un joven que hasta hacía 5 años atrás embolaba zapatos en Baurú, un villorrio perdido entre las miserias campesinas del estado de Minas y Gerais, Brasil. De modo que de las lastimeras escorias del mundo a las rutilancias del estrellato, mucho trecho hay, y eso se acortó gracias a un deporte que como el fútbol, se juega solo con los pies y a veces con la cabeza para ayudarse un poco, y como las serpientes, que a falta de extremidades las contorsiones del cuerpo les basta, y dónde las manos sobran y a veces resultan fatales, caso de los penaltis en contra.

Después de ese milagroso fenómeno deportivo, el mundo empezó a percatarse que todos somos iguales, y desde el bajo lumpen de cada país surgieron y proliferaron las figuras que de los barrios pantanosos y andurriales despreciados pasaron a ser sus representantes e idolos de sus ciudades, regiones y naciones, y entonces los cursis abolengos y las élites parásitas y todos los demás frívolos ostentos se fueron marginando de los espectáculos, y sobretodo, del corazón de los pueblos, que ya idolatraba más el nombre y aún el apodo de un excelente futbolista, que a sus otroras adulados y escondidos oligarcas, que a falta de talentos propios no les quedó otro camino que encuevarse en los oscuros laberintos de la politiquería, desde donde ellos mismos se han ido suicidando políticamente a fuerza de su voraz ambición por el dinero y la  vana fortuna palaciega, que ahora adoptan los mismos farsantes y camaleones que los remplazan.

 

Pues bien, así las cosas, el fútbol se fue entronizado en el argot popular mundial, y ya vemos cómo de aquel legendario 4 a 4 de Colombia con la Unión Soviética en el mundial de Chile -62, y esa rara e inocente “escalera” que hicieron los jugadores de Corea ante el Portugal de Eusebio en el mundial de Inglaterra-66, o la impecable naranja mecánica de la Holanda de Johan Cruyff, y los genios de los Charlton, los Bekenbauer y los Platiní y los Maradona y demás príncipes del fútbol, a lo que vimos ahora en Qatar, hay muchas diferencias, aunque ya vislumbradas desde hace varios cuatrienios para acá, evolucionando las informaciones, desde las inaudibles transmisiones radiales y las imágenes borrosas en blanco y negro de las Tv de antes, hasta las nítidas y coloridas visualizaciones de ahora.  Selecciones como las de Croacia o la de Marruecos, que el 99.9 % de los televidentes callejeros ignoran dónde quedan sus países, que eliminó el primero al siempre favorito Brasil y la segunda, nada menos que a la linda España y al bello Portugal, o Japón, quien con una inesperada y depurada  técnica le ganó a la siempre victoriosa Alemania, o a Arabia que derrotó de entrada a la futura campeona Argentina, y una Italia o Suecia que ni siquiera fueron al Mundial, para solo citar algunos detalles, nos pone a meditar que el fútbol ya nos parece algo más que un simple deportes de patadas –y de patanes– y se ha convertido en una actividad humana que nos enseña a perder y a ganarlo todo en un instante, y nos ordeña a la Humanidad ríos de dopaminas generadoras de una felicidad fácil, pero también efímera y frágil; pues, ya es común ver a jugadores y técnicos pasar de héroes a villanos en un segundo, y del cielo al infierno, solo porque por un centímetro la bola no entró o porque entró a la red, que viene significando la parte más sagrada del corazón de una gran nación y hasta de un continente entero. Ya lo advertía Borges desde su lecho de ciego en la Argentina: “El fútbol es popular, porque la estupidez es popular”. Por ello hay que plantar las cosas en sus respectivas proporciones y magnitudes y seguir pensando que la serenidad es el rostro más útil de la sabiduría y no confundir la locura con la sana razón. Con todo, el fútbol nos ha humanizado mucho más, y los chinos, coreanos y árabes e hindúes y australianos, saben ya en vivo y en directo, que las emociones y pasiones humanas son iguales, y la alegría, el miedo y la tristeza de por allá son iguales a los de por aquí y viceversa. También nos ha globalizado tanto, hasta el punto que terminamos jugando los negros africanos vestidos de europeos, contra los blancos europeos disfrazados de sudacas argentinos. La foto del buen Messi y el felino Mbappé lo dice todo.

 

En fin, el recibimiento apoteósico de la Selección argentina en Buenos Aires, nos suscita pensamientos apenas comprensibles, pero encontrados, de felicidad y de gran euforia, con las  dudas, miedos y preocupaciones que surgen de esas alegrías colectivas tan desbordadas en los países que el ascenso social y la liberación económica dependen de renunciar a todo para arriesgarlo todo y tratar de tener éxito en una actividad que se hace con los pies, nuestro polo corporal más rastrero. Esas marejadas de pasiones callejeras desbocadas son síntomas de unos vacíos espirituales sin fondo ni techo, y  suelen parecerse al marino, que en medio de la tormenta del naufragio, se aferra a un falso salvavidas que precisamente lo aleja de la playa que anhela. Las olas de dopaminas y adrenalinas que atizan a los locos corceles del placer exigen cada vez más estímulos externos para poder segregarse, y no siempre la fantasía y el deseo obtienen satisfacciones fáciles. Los insondables vacíos del alma humana solo pueden ser colmados por el infinito Amor de Dios. Por ello, las glorias mundanas son efímeras y vanas, mientras que la única razón de nuestra existencia es superar nuestros propios defectos y extravíos, que solo alcanzamos con la conciencia despierta y la Gracia de Dios!!!.