Entre el 6 y el 18 de noviembre se realizará en Egipto una nueva Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático. Ahí, como cada año, representantes de 200 naciones revisarán sus compromisos ambientales y plantearán nuevos retos que reduzcan el riesgo en que se encuentra el planeta. En la COP 27, América Latina debe alzar su voz unida y exigir una mayor responsabilidad de todos en el esfuerzo por preservar el mundo.
Hay razones para que la región se preocupe y se vuelva protagonista en la que, sin duda, es la reunión más importante en la que se discute sobre la salud de la Tierra y lo que debe hacer cada país para evitar que el cambio climático y el calentamiento global le pasen una factura definitiva a la gran y única casa de la humanidad. América Latina y el Caribe albergan algunas de las mayores riquezas naturales del mundo, indispensables para asegurar su futuro y el de su población, y al mismo tiempo es el continente que más se está afectando por el deterioro ambiental.
La Amazonia, por lo que conlleva la destrucción acelerada del mayor pulmón planetario, es la principal preocupación, más no la única. El continente, según el Informe Planeta Vivo 2022 publicado por el Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF, presenta los índices más altos de pérdida de biodiversidad, con una disminución del 94% de sus poblaciones animales entre los años 1970 y 2018.
El aumento de las temperaturas también tiene consecuencias importantes. Sus océanos se están calentando a niveles sin precedentes, la temporada de huracanes se extiende por seis meses al año y llega con ciclones tropicales más potentes e impredecibles, mientras fenómenos como El Niño, de sequías extremas, o su contrario, La Niña, se prolongan por años. Colombia, por ejemplo, lleva 21 meses a merced de las precipitaciones y aún faltan más, según las autoridades climatológicas.
Sin negar el grado de responsabilidad que tienen Suramérica, Centroamérica y el Caribe en la pérdida de sus recursos naturales y la cuota que ponen en las enfermedades ambientales que padece la Tierra, el continente es también víctima de la indiferencia y la incapacidad del resto del mundo. En particular de aquellas naciones que aportan la mayor carga de contaminación ambiental y menos ponen para ayudarle al planeta.
Por ello los países del continente, ojalá con el liderazgo de Colombia, centrados en su realidad y sin discursos populistas, deben llegar unidos al próximo encuentro en Egipto. En primer lugar, para que se reconozcan su vulnerabilidad ambiental, las consecuencias que tiene la pérdida de sus recursos naturales para la humanidad, así como la urgencia de que se cumpla con las compensaciones ecológicas y con las inversiones prometidas para recuperar y preservar sus importantes reservas naturales, como la Amazonia.
Lo más seguro es que en la próxima Conferencia sobre Cambio Climático no se concreten mayores compromisos, tal como ha sucedido en los 26 encuentros anteriores. Pero no se puede negar que es el espacio más efectivo para hacerse escuchar y para que el mundo entienda la importancia y la necesidad de conservar el patrimonio natural de América Latina.