A Andrés Manuel López Obrador lo reconoce la comunidad de muchos rincones de la tierra desde antes de ser presidente en ejercicio de México. El encumbramiento de su personalidad deviene de ser un político, en el mejor sentido del término, de tiempo completo, que ha batallado por su país, empezando por romper la hegemonía impuesta por el PRI en la nación azteca. En su formación política, siempre ha apuntado a las causas sociales. Ha evidenciado su sensibilidad en defensa de la población más desprotegida de su país. En su propósito de combatir con ideas, su accionar quedó en la retina de muchos, porque antes de vencer de manera definitiva y rotunda a sus contrincantes en la última elección popular, dio una pelea de resistencia en la plaza del Zócalo convencido de que fue víctima de un fraude que lo desposeyó del poder en ese entonces.
Pero más allá de estos hechos, en donde se hizo conocer universalmente, López Obrador tiene en su haber la designación del segundo mejor alcalde del mundo por parte de la Fundación londinense City Mayors, en 2004. Este sería el colofón de una serie de exaltaciones anuales en sus niveles de aprobación como Jefe de Gobierno del Distrito Federal, llegando a obtener los registros más altos de la historia con un 85% de aceptación.Y ya como presidente en función de la nación mexicana, AMLO posee una aprobación como ningún otro presidente del continente.
Pues bien. En estos momentos López Obrador moja páginas en la prensa mundial por la publicación de una carta dirigida a dos personajes de relevancia orbital. Aunque dicen que era secreta, no se sabe cómo llegó a manos de los medios, que armaron la de Troya, y de ahí pasó a la necesidad de la monarquía española de pronunciarse. Todavía no lo ha hecho el papa, que desde la visita de Juan Pablo II, el vaticano ha mirado a la nación latinoamericana con enorme simpatía. ¡Porque es que los mexicanos son únicos!
Ahora que estamos invirtiéndole seso a la paz mundial y regional; que buscamos reconciliación, y que, como en nuestra patria, anhelamos verdad, justicia, reparación y no repetición, López Obrador cree que es hora de que las potencias occidentales, que saquearon de manera inclemente los recursos de los pueblos que transformaron, con la cruz y con la espada, en sus colonias, se sumen a dicha empresa.
López, con una actitud de “Chavo del ocho”, en mexicano autóctono, ha respondido, ante la andanada de quienes practican el papel de lacayos puros:“es mucho pedir que se disculpen”. Y ha agregado: “es ofrecer disculpas, pedir perdón para hermanarnos y reconciliarnos, ese es el planteamiento, ¿o es mucho pedir?” A mi modo de ver no. Y no es que estemos resucitando, para no olvidar, las ordalías cometidas por los colonialistas en el mundo contralas poblaciones nativas, contra los negros que traían en el interior de las carabelas como sardinas en lata, allí donde tuvieron la suerte o la desgracia de acampar. Tampoco es mucho pedir, porque la iglesia ya lo ha hecho cuando ha reconocido las tropelías cometidas en Las cruzadas, y, lo más reciente, las disculpas que ha dado por sus actuaciones en la oscura Edad Media, donde la ciencia y quienes la practicaban llevaron la peor parte.
El enojo injustificado ha llegado de la vetusta monarquía de los Borbones españoles, los herederos de las famosas Reformas que endiablaron a los criollos virreinales y que dieron origen a los primeros movimientos independentistas americanos.