Por WILFRIDO DE LA HOZ DE LA HOZ
Haciendo eco a la costumbre inveterada de hacer gran algarabía por cualquier suceso que eleve al máximo la emoción patriótica hoy quiero hacer referencia a “El olvido que seremos”.
Me refiero al libro, el cual leí apenas el pasado año 2020, no obstante de haber sido editado y publicado, en su primera edición por la Editorial Alfaguara desde 2006. Son innumerables las referencias que los medios de comunicación nacionales e internacionales han hecho, de esta obra y de su autor, el colombiano Héctor Abad Faciolince, fundamentalmente de la película de lo cual no quiero repetir.
Me mueve a escribir esta columna porque durante la descripción de algunos escenarios vividos tanto por el padre como su hijo en la ciudad de Medellín, Colombia escenario principal del libro; me retrae recuerdos vívidos también por el suscrito, cuando estudiaba en la Universidad de Antioquia quien pasando por el frente del Hospital San Vicente de Paúl para llegar a su lugar de residencia, cerca de la Facultad de Medicina de la Universidad, en proximidades de mi residencia estudiantil en la calle 62, cruzando la Avenida Juan del Corral hasta llegar a la carrera Bolívar.
Es un hecho cierto que el nombre del libro contiene una idea fugaz de muerte, el autor así lo concibió; aunque sabía que esa frase no era de la autoría de su padre, él lo expresó en el texto de la obra de la siguiente manera: “Supongo que fue en algún momento de esa mañana cuando mi papá copió a mano el soneto de Borgues que llevaba en el bolsillo cuando lo mataron. El poema se llama “Epitafio” y dice así:
“Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
Y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y que no veremos.””
De esta manera en la medida que iba leyendo páginas más páginas, así mismo iba recordando todos los escenarios mostrados por el escritor de la hermosa ciudad de Medellín.