Mañana domingo se cumplen dos meses del arranque de la tercera legislatura parlamentaria en el gobierno Duque. Quedan, entonces, tres de este primer tramo y, sin lugar a dudas, a medida que pasan las semanas las grandes expectativas que se tenían el pasado 20 de julio sobre la productividad del Congreso en este nuevo periodo poco a poco se han ido apaciguando.
Hasta el momento la mayor eficiencia en el Parlamento se ha dado, no en el tema legislativo como tal, sino en el típicamente electoral. Y prueba de ello es que en tiempo récord y sin mayores traumas ni pulsos entre las bancadas se escogió al defensor del Pueblo, un magistrado de la Corte Constitucional e incluso a la Procuradora General.
Tampoco han sido particularmente productivos el Senado y la Cámara de Representantes en las tareas de control político, pese a muchos temas propicios para llevar a cabo grandes discusiones en las plenarias y las comisiones. Por ejemplo, ha sido muy desordenado el análisis del impacto de esta última fase de la pandemia y de las falencias del plan de acción gubernamental para hacerle frente.
Aunque el presidente instaló las sesiones planteando lo que denominó “Compromiso por Colombia”, que se supone es la base del plan de recuperación socioeconómica, no se ha visto una presión fuerte de los partidos para que la Casa de Nariño concrete los proyectos de ley y actos legislativos para cimentar la estrategia.
Tampoco se ha visto una lupa más determinante del Congreso sobre hechos tan dramáticos como la ola de masacres que se desató desde mediados del año. Ni siquiera los graves hechos y disturbios de la semana pasada en la capital del país y otras ciudades, tras el caso de abuso policial en Bogotá, han sido objeto de un debate serio y de fondo en el Congreso, salvo los pantallazos oportunistas de los mismos de siempre. Por el contrario, ha primó la polarización política y hasta una controversia menor respecto a si el Ministro de Defensa debe ser invitado o citado. El Senado apenas si convocó una comisión con cinco de sus integrantes para que analice el tema, en tanto que está muy politizado el debate respecto al alcance y énfasis de una eventual reforma a la Policía. Lo que sí sobra, por la accidentada mecánica de las sesiones virtuales.
Desde mediados de 2021 difícilmente el Congreso le jalaría a reformas de alto calado que impulse un Gobierno en cuenta regresiva
En estos dos meses, como se ve, la productividad legislativa no es la mejor. La iniciativa más importante aprobada es la reglamentación de la reforma al Sistema Nacional de Regalías que comisiones y plenarias se esforzaron por acelerar, a sabiendas de que en departamentos y alcaldías están urgiendo estos billonarios recursos (tras la caída de ingresos fiscales por cuenta de la parálisis productiva derivada de la pandemia) para poder financiar al menos algunos proyectos de infraestructura que contribuyan a arrancar la recuperación económica.
También está bajo estudio el proyecto de Presupuesto General de la Nación para 2021. Las comisiones económicas conjuntas de Senado y Cámara han avanzado no solo en la definición del monto, sino en el debate a la distribución y asignación de partidas. Es claro que todo el análisis ha estado cruzado por la necesidad de inyectar recursos a muchos sectores en esta etapa de pospandemia, aunque no hay claridad sobre las fuentes de financiación, ya que el hueco fiscal sigue agrandándose. Descartada una reforma tributaria, en el Parlamento poco se ha avanzado respecto a de dónde saldrá la plata, que es un asunto central.
El resto de la agenda de proyectos avanza a ritmo regular.
Sin embargo, lo que más se ha extrañado en estos dos meses de la tercera legislatura es que el Gobierno no ha radicado ninguna de las grandes reformas que, se supone, tenía listas para este segundo semestre, incluso aprovechando la nueva realidad política, pues Cambio Radical (ahora con dos cuotas en el gabinete) se presume que apoyará la agenda legislativa de la Casa de Nariño, con lo cual se aseguran mayorías aplastantes en Senado y Cámara.
Pese a ello, los proyectos de grandes ajustes a la justicia, el sistema político, el régimen pensional o el laboral nada que asoman por el Parlamento. Y como van las cosas, ni se asomarán. Como se ve, esta tercera legislatura avanza a paso de tortuga pese a la cantidad de asuntos gruesos pendientes.