Diario del Cesar
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‘Arturo’ y ‘Pepa’, héroes anónimos del Palacio de Justicia

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POR:
NINOSKA
REYES URDANETA

No portan uniforme, ni mucho menos un arma de fuego, pero sí un agudo olfato capaz de detectar la mínima amenaza explosiva en su entorno, el Palacio de Justicia de Valledupar, donde a diario por doce horas, chequean a las personas que ingresan al recinto y hasta al personal que allí labora.

Se trata de ‘Arturo’ y ‘Pepa’, dos perros antiexplosivos que se han convertido en los héroes anónimos del lugar. Su lento caminar, impecable apariencia, chaleco antibalas y una mirada que al principio atemorizan a cualquiera, se anteponen a una dócil conducta cuya inteligencia se evidencia a la hora de detectar algún artefacto explosivo.

A las 6 de la mañana inician sus labores, la jornada de cuatro horas cada uno es alternada durante el día. En el parqueadero del Palacio de Justicia emprenden su incesante búsqueda, revisan carro por carro, moto por moto y toda papelera o bolsa de basura que esté en el lugar.

Asimismo olfatean los bolsos o mochilas que todo el personal lleva para el momento; labor en la que se mantienen por más de una hora para luego pasar ronda por la puerta principal del edificio, a donde a diario acuden alrededor de mil personas durante, según el sistema biométrico que funciona en el edificio.

Y en esta faena encontramos a ‘Arturo’, en su primera guardia. Caminaba lentamente mientras la soga que lo sujeta era dominada por Luis Eduardo Martínez, guía canino, quien le va dando las señales de lo que debe hacer como guardián de vigilancia.

‘Arturo’ es un perro labrador proveniente de Cartagena y tiene unos cinco años aproximadamente. Su pelo color marrón con apariencia brillosa, ojos claros y con una mirada tan igual como la de un policía investigador, empezó a olfatear hasta los bolsos que el equipo de periodistas portaba.

Fue subiendo paso a paso las escaleras, observó el área de ingreso al Palacio de Justicia e inmediatamente se acercó a tres papeleras que estaban justo al lado de la puerta principal, mientras Luis Eduardo Martínez le indicaba con sus manos hacia dónde dirigirse como sitios potenciales al peligro de explosivos.

Pero a pesar de la labor que cumple, ‘Arturo’ es amigo de todos, su nombre se escucha entre los trabajadores al igual que el de ‘Pepa, quien para el momento se encontraba en sus horas de descanso.

Luego de revisar el lugar, el canino antiexplosivo cruzó el sistema de seguridad y ya dentro del Palacio de Justicia, esperó a cada persona que entraba a cumplir algún proceso judicial.

El Palacio de Justicia de Valledupar consta de un sótano, ocho pisos y una azotea; espacios donde a diario los magistrados emiten fallos de índole penal, laboral y de familia.

El  recorrido de ‘Arturo’ y ‘Pepa’, se extiende a los pasillos, parqueadero, jardines, baños y las salas de audiencia, tomando en cuenta que a esta infraestructura acuden personas que enfrentan procesos judiciales.

Este rastreo lo cumplen los caninos cada 20 minutos, pues su agudo olfato los mantiene intranquilos y siempre están en la búsqueda de su potencial hallazgo.

La seguridad del Palacio de Justicia es un reto latente para las autoridades y de allí la iniciativa de complementarla con los caninos antiexplosivos, los cuales están activos en el lugar desde el pasado 6 de noviembre de 2019.

ASÍ OBEDECEN

‘Arturo’ seguía de guardia, la primera señal que recibe es el lugar a revisar, orden que los intranquiliza un poco, y debe ser domado por Luis Eduardo, quien le da la segunda señal para sentarse y de quieto para indicarle que todo está bien y hay que seguir.

Pero al igual que los policías, al cumplir con una buena labor son premiados, no es nada material, pero algo muy significativo como una pelota de espuma. Para mantener sus cualidades investigativas, su entrenador siempre tiene en su poder muestras de explosivos que a diario cambia para que ellos refuercen el olfato y no se acostumbren a un mismo olor.

Es así como ante el equipo del DIARIO DEL CESAR, le fue ocultada una de esas muestras en una caja de cartón ubicada en el parqueadero del Palacio. ‘Arturo’ parece haber detectado ya el lugar con la simple exposición del explosivo, empezó a oler las llantas y laterales de los vehículos, hasta que dio con el lugar, olor que le provocó el movimiento incesante de la cola, miró a su entrenador y se sentó como una manera de decir, misión cumplida.

De inmediato la pelota de color amarillo intenso, fue lanzada y el animal vivió varios minutos de felicidad jugando con el premio alcanzado.

De esta manera fueron transcurriendo las horas y ya le tocaba a ‘Pepa’ relevar el turno. En la azotea del edificio ambos caninos tienen su cuarto de descanso, su alimento y su lugar de baño, el cual se complementa con una porción de vinagre blanco para mantener la brillosidad del pelo.

Así ‘Arturo’, luego de cumplir con su labor, fue liberado de la soga, el chaleco y con unas palmaditas de aliento por parte su entrenador, entró a su refugio de donde saldría cuatro horas después.

De esta manera, le tocó el turno a ‘Pepa’, una perra de las misma raza pero de color negro, de tres años de edad, y al igual que ‘Arturo’, con una apariencia de peligro, pero con un sutileza, tal cual dama de la sociedad.

Fue preparada por Luis Eduardo para iniciar su recorrido, que inició igualmente por las escaleras, hasta llegar al ascensor que la llevaría al primer piso donde inicia la ronda de vigilancia y olfateo.

‘Pepa’ debía cumplir su turno, y así la dejamos olfateando a fiscales, abogados, funcionarios del Instituto Penitenciario y Carcelario, procesados, periodistas y comunidad en general.

DESDE LOS SEIS MESES

Luis Eduardo Martínez, guía canino, manifestó que ambos perros reciben adiestramiento dos días a la semana como parte de las estrategias de eficiencia del animal.

Para llegar a ser caninos antiexplosivos, se necesitan entre 3 y 4 meses para prepararse y pueden ser sometidos al adiestramiento desde los seis meses de nacido. “Aquí lo importante es definirles el olfato hacia los artefactos explosivos, luego se complementa con las reglas de comportamiento que caracterizan su actitud pasiva durante el ejercicio de la labor de vigilancia”, explicó.

INFLUENCIA EN COLOMBIA

Colombia es uno de los países más avanzados en la preparación de caninos para el rescate, rastreo y detección de explosivos y estupefacientes.

A través de un juguete se le enseñan los olores. El olfato de los caninos es su sentido más desarrollado, mientras los humanos cuentan con cinco millones de células olfativas, los perros tienen 200 millones y de acuerdo a su especialidad, se le enseña el olor del explosivo, del humano, de otras mascotas y de los narcóticos, explicó Miguel Antonio Cervantes, entrenador canino de Barranquilla.

Explicó que los caninos tienen un perfil específico que inicia con que estén sanos, que tengan un carácter dócil y les guste el juego; ya que a través de ello es que se les enseña a buscar el  material explosivo o narcótico.

El Ejército Nacional cuenta con 2.800 perros entrenados como antinarcóticos y antiexplosivos que están ubicados en diferentes zonas del país, caninos de distintas razas y con características especiales que tienen, como única misión, salvar vidas. Cauca, Nariño, Norte de Santander y Caquetá, son algunas de las zonas que presentan más riesgo en materia de seguridad para perros, en el país.

Las razas que más se utilizan para el trabajo policial son las llamadas de doble propósito, es decir, aquellas para búsqueda, protección y defensa como los pastores alemán, belga malinois, checo, holandés, los labradores y golden retriever.

La labor de estos animales tiene un efectividad entre el 95 y el 98 %, pues según las situaciones se depende de otros factores para dar resultados exitosos. En el caso de los artefactos explosivos, las autoridades y la labor de los caninos depende de la duración de este, es decir, cuánto tiempo lleva este artefacto en el escenario en el que el perro empieza a hacer la búsqueda.

‘Arturo’ y ‘Pepa’ forman parte de este comando de inteligencia, donde su condición de animal no le impide ejercer su labor de salvar vidas humanas, a través del desarrollo de sus destrezas que los convierten en héroes de cuatro patas en Valledupar.