Muertes falsas de famosos músicos vallenatos
Hoy 28 de diciembre es el Día de los Santos Inocentes, una fecha recordada en el plano religioso por que la matanza que debió haber sucedido después de la visita de los Magos al rey Herodes I el Grande, pero que el vulgo con el tiempo la convirtió en una efemérides para hacer bromas pesadas.
A propósito de estas bromas, en materia folclórica, alrededor de los músicos vallenatos, son muy frecuentes, sobre todo ahora con el furor de las redes sociales. En diversas oportunidades suelen circular mensajes que dan cuenta de la muerte de algunos artistas, lo que ya poco sorprende, por la misma rapidez y efectividad con la que por este mismo medio se puede desmentir, pero que en un principio, no dejaba de impresionar a familiares y amigos.
Son pocos los artistas a quienes no les ha rumorado su fallecimiento, a otros, hasta se lo pronostican, tal como lo hizo circular una vidente recientemente, sobre el posible accidente aéreo en el que perecería Silvestre Dangond, lo que al final no dejan de ser simples especulaciones que hace la gente para pegarse a la fama de los protagonistas, es la reacción de los propios artistas.
La muerte de Abel Antonio
Antes del adelanto tecnológico, estas noticias eran creíbles y hasta armaban tumbas, como le pasó al padre del acordeón, Abel Antonio Villa, a quien le hicieron 5 noches de velorio porque supuestamente, lo habían matado en El Banco, Magdalena, el episodio culminó con su aparición repentina en medio del llanto de sus familiares, y luego con una de las canciones más antológicas del vallenato referente a este hecho.
“La muerte de Abel Antonio
En mi tierra la sintieron los muchachos
Fueron cinco noches que me hicieron de velorio
Para mis nueve noches todavía me deben cuatro.
Pobrecita madre mía
Con mi muerte lo mucho que sufriste
Abel Antonio no muere todavía
Abel Antonio muere cuando Dios lo necesite”
Otro de los juglares del vallenato a quien lloraron a todo pulmón fue al primer rey vallenato Gilberto Alejandro Durán Díaz, ‘Alejo’, a quien un locutor del programa Rapsodia Vallenata de Radio Libertad lo ‘mato’ literalmente al anunciar en ese espacio, que era muy escuchado en la región, sobre la muerte del negro Alejo, lo que produjo un luto generalizado en todo el Caribe en donde era muy apreciado, y casi todos los medios radiales se encadenaron en un unísono homenaje con sus canciones, hasta que alguien llamó a Planeta Rica en el departamento de Córdoba, en donde vivía y desmintió diciendo que, si estaba muerto, era de la risa.
Este episodio dio origen a un tema de la autoría de Calixto Ochoa quien impuso un éxito con tal aclaración:
“Una noticia por la prensa y por la radio
Puso de duelo a casi toda la Nación
Al publicar que se había muerto Alejandro
El primer rey vallenato que tuvo nuestro folclor
Yo estaba oyendo la Rapsodia Vallenata
Lo más tranquilo esa mañana en mi hogar
Cuando de pronto un silencio en el programa
Para decirle a Colombia que se había muerto Durán”
El mismo Calixto Ochoa sufrió estas noticias infundadas, cuando la primera vez que se fue de su tierra buscando horizontes, se ‘regó’ que lo habían matado en la sabana, lo que obligó a su padre César Ochoa a viajar por esos territorios a buscarlo y se lo trajo a Valencia de Jesús, su tierra, lo que por poco le cuesta tirar por la borda su futuro como músico porque no lo querían dejar ir otra vez hasta que al final se marchó e hizo historia por esos territorios del viejo departamento de Bolívar.
Semejante episodio vivió Alfredo Gutiérrez, de quien dieron que, por una decepción amorosa se había envenenado, lo que más tarde le valió el remoquete de Alfredo ‘Folidol’ Gutiérrez, en referencia a la marca de herbicida que supuestamente se había tomado y hasta alcanzó a grabar un disco con ese tema.
Así las cosas, hoy este tipo de especulaciones no son tan creíbles hasta tanto no existan evidencias claras, pero, no dejan los inescrupulosos de estar haciendo este tipo de bromas que han puesto en sitiales del más allá, a muchos famosos, no solo del vallenato sino de otros géneros musicales.
Por WILLIAM ROSADO RINCONES
