Diario del Cesar
Defiende la región

Algo está podrido

272

Otra vez aparece en el ´ojo del huracán´ el ilegal, arbitrario y criminal comportamiento de los servicios de inteligencia de las Fuerzas Militares, esta vez componente Ejército con las llamadas ´chuzadas´ telefónicas. En medio de este escándalo está por una parte, la reputación y credibilidad de la Revista Semana, y por el otro lado la defensa firme, categórica y contundente de quienes aparecen salpicados en el informe, negando de manera vehemente lo que allí se dice. Pero además, comprometida aparece la palabra presidencial, por cuanto el propio Jefe del Estado lo ha dicho de manera reiterada que la salida del general Nicacio Martínez no obedeció a nada diferente que a razones personales invocadas por el propio oficial, comprendidas y aceptadas por el Gobierno. Estamos entonces ante la firmeza y honestidad del Presidente y su subalterno y una versión periodística que afirma lo contrario. ¿Quién dirime?. La justicia. ¿Pero qué clase de justicia se atreverá a fallar en derecho, sin odio ni apasionamiento ni venganza política?. Ahí está el meollo del asunto. Y eso ocurre en una sociedad polarizada hasta el tuétano donde como en el Circo Romano, todos esperan a que la bestia devore a quien sea, resulte culpable o inocente.

En medio de este escándalo mediático del cual tenemos muchas reservas y es un derecho que nos asiste a no tragar entero, una de las principales acusaciones, esa sí delicada y de un tamaño descomunal, se ha desvanecido, diluido en medio de la fetidez de la calumnia y la mentira, y es aquella que ya daban por cierto y la celebraban, que le había descubierto a Uribe un micrófono que mandó a colocar en el Despacho del magistrado instructor que lo investiga. Semejante hecho sirvió para condenar una vez más al polémico expresidente, que entre otras cosas no necesita defensor de oficio, ni de que nadie hable por él. Pero si es válida la ocasión para recoger lo que hay de cierto en tamaño señalamiento que no dejó de ser otra de las falacias con las cuales se cimienta y se destruye y polariza más a la hipócrita sociedad colombiana.

Primero que todo, a diferencia de lo que se informó, dicho micrófono no fue plantado con los oscuros y criminales propósitos con los cuales fue presentado. El arquitecto restaurador de las oficinas de los magistrados de la Sala de Instrucción de la Corte Suprema junto a la Gerencia de la Rama Judicial aclararon ayer que, ni había micrófono, ni los cables correspondía a un esquema de grabación sofisticada, ni nada que se le pareciera. Simplemente eran unos cables de una sala utilizada con el sistema de videoconferencia por el anterior inquilino, que se mudó muchos meses antes que el inmueble se tomara el arriendo y este fuera a parar a manos de la Corte y se dispusiera para los fines pertinentes. O sea, que unos viejos cables, de un tercero que utilizó ese salón para sus actividades particulares, lo convirtieron en elemento de espionaje y lo criminalizaron, mucho mas si se le imputaba la conducta al hoy Senador del Centro Democrático. Pero bueno, había que aburrirle el inicio del año al expresidente y un escándalo más no le caía mal. Pero ahí tiene la opinión pública para que sepa digerir y aprenda como se configuran lo que hoy se conocen como las ´Fakes News´.

Ahora bien la denuncia de la revista Semana en su última edición contiene informaciones que producen indignación y rechazo. Es inexplicable que los recursos que se le otorgan a las entidades encargadas de la seguridad y la defensa del Estado sean usados en contra de los derechos de ciudadanos que no tienen vinculación judicial con quienes amenazan esos valores sociales. Y la confianza que los gobiernos y la sociedad le otorga a sus comandantes para que cumplan su misión noble y necesaria, sea utilizada para fines distintos a los que la Constitución le fija a los militares. Pero se nos olvida que lo publicado debe ser cierto y la carga de a prueba correrá entonces por cuenta del medio de comunicación que a juzgar por su seriedad y reputada tradición, debiera mostrar lo que tiene para que con la contundencia como lo informó, así mismo pueda hacerle el patriótico favor a la Nación de desentrañar la podredumbre en la que nos podríamos encontrar. No parece también de una gravedad extrema el que los periodistas de Semana y sus directivos hayan sido objeto de seguimientos, que sus teléfonos y medios de comunicación hayan sido intervenidos,

Al rechazar los hechos denunciados, el Presidente de la República y su Ministro de Defensa han expresado su compromiso en adelantar los procedimientos para encontrar la verdad a la mayor brevedad. Y en aplicar las decisiones y sanciones que sean del caso a quienes se les compruebe cualquier relación con ese espionaje ilegal.

Pero debe haber algo más. Colombia necesita erradicar ese cáncer que nos viene socavando la democracia y sus instituciones, y para ello debe extirpar desde luego todos los medios de lucha en la guerra política de la que el país no ve cómo salir de ella. Ese es el gran reto como sociedad y país.