Con estadísticas preocupantes por los reiterativos ataques de que somos víctimas a todo lo largo y ancho del país, ayer se conmemoró el Día del Periodista en Colombia, para quienes siguen fiel a la tradicional fecha del 9 de febrero consagrada en la Ley 51 del 18 de diciembre de 1975, y después modificada por otra Ley, la 918 sancionada el 15 de diciembre 2004 y la cual fijó el 4 de agosto como fecha para honrar dicha celebración. Y vamos a comentar en estas líneas algunos conceptos frente a los dos hechos.
Primero que todo somos de la opinión que en un arrebato y embeleco del gobierno de turno se determinó adoptar una fecha que a la postre ni resultó cierta por el error histórico que se tuvo en la misma, y del que los tratadistas se han ocupado de mejor manera
No olvidemos entonces que la celebración del 9 de febrero nació como homenaje a que para ese día de 1791, haciendo alusión al “Papel Periódico de Santafé de Bogotá” el primer periódico que circuló en la capital y fundado por Manuel del Socorro Rodríguez, considerado por muchos como el precursor del periodismo en Colombia, se ha ratificado dicha fecha para celebrar el Día del Periodista Profesional en Colombia, el cual reiteramos lo consagró la Ley 51 del 18 de diciembre de 1975.
El que nos metió en este lío de celebraciones fue el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez quien sancionó el 15 de diciembre 2004, la Ley 918 que reconocía la categoría profesional a quienes acreditaran el ejercicio de su actividad como periodistas o comunicadores y declaró el día 4 de agosto como el “Día del Periodista y Comunicador”, en conmemoración de la primera publicación de la “Declaración de los Derechos del Hombre”, realizada, según el hoy senador Uribe, hace exactamente 222 años, el 4 de agosto de 1794 por Antonio Nariño, Precursor de la Independencia.
Pero el historiador, catedrático y también periodista, Antonio Cacua Prada le salió al paso señalando que el Gobierno y el Legislador incurrieron en un tremendo error histórico por cuanto la fecha del 4 de agosto de 1794 no corresponde a la verdad histórica y explica que por resolución de la Academia Colombiana de Historia, se determinó que fue el día 15 de diciembre de 1793 cuando Antonio Nariño publicó por primera vez en lengua española una traducción de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, fecha real a partir de la cual Nariño fue históricamente el primer periodista político de Colombia, y uno de los luchadores más duramente probados por su denodado esfuerzo en la libre expresión a través de la prensa periódica. Es por ello, explica el historiador Cacua Prada que la Academia Colombiana de Historia resolvió consagrar la fecha del 15 de diciembre como el Día de la Prensa Colombiana. Así las cosas, tenemos entonces tres fechas oficiales para celebrar lo que alguna vez García Márquez calificó como el ´mejor oficio del mundo´: 9 de febrero, instituido por la Ley 51 de 1975; el 4 de agosto amparada en la Ley 918 de 2004, y la del 15 de diciembre signada por la Academia Colombia de Historia según la Resolución Número 4 de 1966
Algunos sostienen que lo de la fecha es lo de menos. El Día del Periodista debe ser todos los días, con un ejercicio profesional, transparente y éticamente impecable.
El desempeño de los periodistas colombianos es uno de los mejores en el Hemisferio Occidental. Ha sido siempre el abanderado de las libertades y el de los derechos humanos. No nos equivocamos al afirmar que gracias al periodismo tenemos hoy democracia. Quieran o no reconocerlo los enemigos asolapados de esta profesión, los cimientos de las instituciones democráticas de este país se soportan porque tienen una prensa libre, una prensa que ha sido el catalizador de la opinión pública y su más férreo defensor. Una Colombia sin prensa libre, sin libertad de expresión, sin garantías para fundar y crear medios de comunicación sin cortapisas ni talanqueras, fuéramos peor que Cuba o Venezuela. Y no por las circunstancias que viven esos dos países, sino por la realidad de lo que allí se tiene de democracia, un remedo; un régimen amparado en decisiones dictatoriales alejadas de la sociedad. Por eso, cuando matan a un periodista la comunidad entera debiera de revolcarse porque le están asesinando a su única válvula por donde respirar. Y los crímenes contra los periodistas se han vuelto lastimosamente sistemáticos.
Algunas veces el Gobierno se ufana en mostrar unas estadísticas con apariencias de verdad, o verdades a medias. Que los asesinatos han disminuido, cierto. Pero no revelan cuantos periodistas han tenido que dejar de ejercer la profesión, de exiliarse o de autocensurarse por el accionar despiadado, criminal y abominable de los delincuentes, de las bandas organizadas, de políticos, servidores públicos y empresarios corruptos.
Ese mismo Gobierno, el de Uribe, que nos enchutó otra fecha conmemorativa con error histórico incluido, fue el mismo el que consideró que la profesión no era de alto riesgo y desde entonces a la fecha, han sido asesinados más de 30 periodistas en este país. Hoy se ejerce el oficio en peligrosas regiones donde lo que manda y gobierna son hordas de delincuentes apadrinados o mezclados con gamonales políticos de turno que no aceptan ni las críticas y mucho menos las denuncias.
Hay mucho que reflexionar sobre el ejercicio del periodismo colombiano, ¡Claro!. Y muchísimo diríamos nosotros. Pero mientras llega el debate detengamos esa máquina criminal de eliminar el mensajero porque no les gusta. El periodista es un patriota. El periodista es un defensor de la sociedad, de sus derechos y de su país.