Los patinadores holandeses buscan refugio en un lago de Austria frente al cambio climático
Los patinadores holandeses, que ya no pueden practicar su deporte favorito en los canales de su país por el cambio climático, han encontrado refugio en un lago de los Alpes austríacos, muy conocido desde que apareció en una película de James Bond.
Cuando apenas despunta el día, centenares de patinadores con lámparas frontales se lanzan a patinar en el lago Weissensee, donde la temperatura es cercana a -10 grados.
La jornada será larga para estos aficionados que cruzaron Europa para vivir su pasión y recorrer sobre el hielo unos 200 kilómetros.
La ‘Elfstedentocht’, una carrera tradicional holandesa que recorría once ciudades del noroeste del país a través de los canales helados, lleva más de 20 años sin poder celebrarse por falta de hielo.
Por eso los aficionados holandeses vienen a Austria, a este lago de 6,5 km2 situado a 930 m de altura en el sur de los Alpes austriacos, donde se puede patinar unos 80 días al año.
“Buscamos soluciones en varios países de Europa”, explica Toine Doreleijers, el responsable de la organización. “Pero en ningún otro sitio encontramos un lago helado de manera tan estable”.
La idea llegó de manera inesperada en 1987. “Cuando se estrenó la película de James Bond ‘The Living Daylights’, con una persecución de coches en este lago, quedó claro que si este hielo podía soportar eso también podía soportar a miles de patinadores”, dijo Doreleijers.
“MAESTRO DEL HIELO”
Desde 1989, la ‘Alternatieve Elfstedentocht’ se organiza cada año en Weissensee. En todo este tiempo la carrera original, también de 200 kilómetros, solo pudo celebrarse una vez, en 1997.
Harry van den Heuvel, un responsable de logística de 56 años, participó en esa carrera. “La carrera de verdad era algo realmente mítico. Hasta tal punto que hubo que limitar a 15.000 el número de participantes”, recuerda.
Este patinador, que participa por cuarta vez en la carrera de Weissensee, hizo el recorrido en un tiempo de 8 horas y et 22 minutos. Los patinadores profesionales, que compiten por separado, lo logran en menos de seis horas.
“Me duelen las piernas y me caí al menos 15 veces”, explica Harry. La edición 2019 termino este viernes tras diez días de competición.
Norbert Jank es el responsable de preparar el hielo para este evento, en el que participan unas 4.000 personas, la mayoría holandeses.
Jank, un artesano local de 72 años, acostumbrado a recorrer el lago en un trineo tirado por un caballo y está considerado un “maestro del hielo” por lo bien que lo conoce.
“La producción de la película de James Bond me pidió garantizar que el hielo aguantaría para el rodaje”, recuerda.
Junto a su equipo, Norbert Jank recorre las 25 hectáreas del lago donde se puede patinar, “la mayor superficie de hielo natural del mundo”, donde se delimita una vuelta de 12,5 kilómetros para la ‘Elfstedentocht’.
La competición, con sus 40.000 noches de hotel contratadas, suponen importantes ingresos para Weissensee, una localidad de 700 habitantes sin pista de esquí, apunta Almut Knaller, de la oficina de turismo. “Antes, cuando había pasado Navidad, era muy tranquilo. ¡Damos las gracias a James Bond!”
MENOS HIELO
La particularidad del lago se explica por un “efecto de hondonada que permite al aire frío acumularse en la superficie del agua y, en general, al hecho que no hay niebla que retenga el calor”, explica Gerhard Hohenwarter, del instituto meteorológico ZAMG.
Pero el cambio climático también está afectando a Weissensee.
“Igual que en todo el macizo alpino, las temperaturas aumentaron 2°C en cuarenta años”, apunta el especialista, señalando que otros lagos de la región, donde en los años 1980 todavía se podía patinar, ahora ya no es posible.
Un veredicto que comparte Norbert Jank. “Antes el hielo era generalmente de 50 cm de espesor, a veces de 80. Ahora es más bien de 30. No apostaría a que se pueda patinar en el lago dentro de 20 años”, dice.
De momento el Weissensee “permitirá mantener en vida la cultura holandesa del patinaje en hielo natural, un elemento esencial de nuestro patrimonio”, como se ve en las pinturas flamencas antiguas, indica Doreleijers.
Weissensee, Austria | AFP |