Diario del Cesar
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¡´Es la economía, estúpido´!

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“¡Es la economía, estúpido!” la célebre frase de James Carville, asesor del demócrata Bill Clinton en la exitosa campaña que en 1992 le impulsó desde su modesto sillón de gobernador de Arkansas hasta el Despacho Oval de la Casa Blanca, nos viene como anillo al dedo luego que el ministro de Hacienda del Gobierno Duque, el señor Alberto Carrasquilla nos dijera sin sonrojarse que no se explicaba por qué el desempleo en el país estaba creciendo, ni hallaba las razones para que ello se diera. Pues bien ministro Carrasquilla, nada mejor que recordarle lo que dijo Carville: “¡Es la economía, estúpido!”.

El país no sale de su asombro de que fuera el propio Ministro de Hacienda, el responsable de la política económica del Gobierno de turno, el que nos dijera que desconoce, que no tiene ni idea, que no se explica, las causas de lo que Colombia está viviendo en materia de desempleo, el cual galopa sobre un Gobierno que improvisa, que va del timbo al tambo, que se encuentra desconectado con la realidad del país, pero que forma parte de ese reality que nos gusta a los colombianos y que en tiempos modernos llaman ´polarización´

Hace dos días se dio a conocer el último dato del desempleo: a junio la tasa de desocupación a nivel nacional fue de 9,4 por ciento y en el total de las trece principales ciudades y áreas metropolitanas llegó a 10,7 por ciento. Un año atrás ambos indicadores eran de 9,1 por ciento y 11,1 por ciento, respectivamente.

Todos sabemos que tenemos una economía que está creciendo a menos del tres por ciento (2,8% como porcentaje del PIB al cierre del primer trimestre) lo que difícilmente puede generar un acumulado productivo que lleve a que las empresas y el sector empleador en general demanden más mano de obra calificada y no calificada. Y ahí es donde debe aparecer el Gobierno de turno para propiciar esas políticas que ayuden a salir del estancamiento. Pero como al mas pendejo hay que echarle la culpa, o se busca a los ingenuos para meterle los dedos en la boca, este Gobierno le achaca la alta tasa de desempleo a la ola migratoria venezolana como una de las principales responsables de que la tasa de desocupación laboral hubiera regresado a la cifra de dos dígitos, cuando ello es una soberana mentira

También resulta claro que si bien en la última reforma tributaria, aprobada en diciembre pasado y que entró a regir apenas este año, se dio vía libre a varios incentivos a las empresas para que puedan aumentar su productividad y generar nuevas plazas de trabajo, aún es muy temprano para medir el efecto de esos alivios impositivos, al punto que no faltan los expertos que señalan que solo hacia el 2020 se estarían viendo los resultados efectivos de la “Ley de Financiamiento” en este aspecto.

Incluso no faltan los analistas que consideran que los cálculos del DANE necesitan ajustarse, sobre todo a la realidad demográfica reflejada por el Censo Poblacional de 2018, cuyos resultados oficiales fueron dados a conocer semanas atrás, señalando que los colombianos serían 48,6 millones y no los 50 millones que se creía, de acuerdo a las proyecciones estadísticas con que se venía trabajando en la última década. Para no pocos expertos, ese resultado censal (que además tiene un margen de error que algunos califican de exagerado) impacta obligatoriamente las bases de cálculo sobre cuántas personas en Colombia están “ocupadas”, “desocupadas”, “inactivas”, “en subempleo subjetivo” o “en subempleo objetivo”. Lo anterior, porque cada una de esas clasificaciones se basa, a su turno, en estadísticas sobre “población total”, “población en edad de trabajar” y “población económicamente activa”, las cuales sirven de elemento decisorio para señalar los rubros clave de “tasa de participación global”, “tasa de ocupación” y “tasa de desocupación”.

Precisamente por la multiplicidad de ópticas que se hacen al respecto es que los propios analistas, sindicatos, Gobierno y centros de estudios económicos tienen lecturas y cálculos distintos en torno a cuántos empleos se “crearon” en el último año y cuántos se “destruyeron”. Los resultados son disímiles según se pondere qué cantidad de plazas de trabajo es nueva, cuántas se cerraron efectivamente, en qué porcentaje de estas últimas más que un despido se pasó de un contrato formal a uno informal, la porción de personas que entró a buscar trabajo y la que se cansó de hacerlo y retornó al estudio o el ‘rebusque’.

Y, por último, pero no menos importante, es evidente que en un país con un alto nivel de polarización como Colombia se está politizando el análisis económico, al punto que mientras el Gobierno presenta un panorama positivo en el flanco laboral, la oposición señala un retroceso crítico en el mismo, cada bando con cifras en mano para sustentar su respectivo diagnóstico.

Lo cierto es que hay que ser cautos. Las proyecciones sobre el PIB para este año están siendo reconsideradas a la baja y si bien hay evidentes síntomas de reactivación en varios sectores e indicadores productivos, todavía no son suficientes, en tanto la situación externa continúa siendo inestable.

El desempleo, entonces, seguirá alto por un tiempo más porque no hay escenario de economía real que favorezca una caída sustancial en la tasa de desocupación que hoy afecta a más de 2,5 millones de colombianos. Es un lastre difícil de sacudir y habrá que tener paciencia.