Por
WILLIAM
ROSADO
RINCONES
Hay apariencias físicas que contrastan con el contenido intelectual de las personas, a veces hay desgarbadas figuras corporales que asemejan un serpenteante riachuelo, pero tienen por dentro un cerebro que simboliza un agitado océano que sacude olas de producción intelectual.
Esta comparación cabe precisa a Sergio Moya Molina, un laureado compositor vallenato al que no le cabe un reconocimiento más en su hoja de vida, ni un trofeo en su atiborrada sala residencial, es un poeta que nació para el triunfo.
Le tocó a Sergio Moya, la dura batalla de posicionar el vallenato en la era comercial, atrás habían quedado las páginas inmortales de los juglares como un referente de la poesía campesina, la que abrió el sendero para pasar a disfrutar ya económicamente de los avances del vallenato.
Ese muchacho flaco, al que ni los aplausos han hecho engordar en su largo periplo de autor, comenzó desde abajo, en los años 60 cuando apenas Rafael Escalona referenciaba mediáticamente el cultivo melódico que brotaba en la provincia. A las parrandas se asomaba con más curiosidad, que protagonismo, de ahí le salieron los primeros silbidos a los que les fue acomodando letras, las que por el poco uso, terminó olvidando.
Caso curioso es que, Sergio los primeros contactos con la música los tuvo por los lados de la ranchera, boleros y baladas, que tenían gran influencia para la época en la zona. Después, empezó a asomarse en los salones y patios del viejo Valledupar, en donde tímidamente sonaban los primeros acordeones, entre estos los grupos de Alcides Moreno, Colacho Mendoza y Los Playoneros del Cesar, ahí nacen sus primeros versos, pero no pudo sacarlos a la luz por su timidez y porque su nombre no tenía ningún relieve.
SUS PRIMERAS GRABACIONES
Se necesitó aplicar el adagio aquel de que, “Nadie es profeta en su tierra” para que aflorara el nombre de Sergio Moya Molina a costa de un osado barranquillero que había llegado a Valledupar persiguiendo el sueño de ser rey Vallenato, ese expedicionario era Alberto Pacheco Balmaceda, quien andaba practicando en 1970, el repertorio que presentaría al año siguiente en el Festival.
A Pacheco le llegó el rumor de un mozalbete delgado que andaba por el Valle cantando canciones, lo contactó, lo buscó y el operativo fue perfecto, lo escuchó y de inmediato se enamoró de una puya con el curioso nombre de: ‘La Cacería’, esa fue la trampa para que Moya entrara por la puerta grande al mundo de la composición vallenata, porque Alberto Pacheco se ganó el Festival Vallenato y enseguida le grabo el tema y tres más en el mismo disco: ‘Silencio Musical’, ‘Lindo Valle’, ‘Palo de Cañaguate’.
Desde ese punto de partida no ha parado la producción de canciones a pesar de los relevos generacionales. La capacidad poética y melódica de Sergio Moya se regó por la provincia y la puerta de su casa comenzó a ser tocada y frecuentada por los pocos grupos de la época, ese entorno se convirtió en el lugar preferido para las parrandas y se volvió escuela para que otros compositores sacaran su artillería. En ese trasegar ayudó a mostrar en el folclor a un campesino de ‘ElTablazo’ un corregimiento de San Juan del Cesar en La Guajira, Hernando Marín, entre quienes nació, más que un compadrazgo, una hermandad que fusionaron con otro guajiro, Máximo Movil, un indio que dejó el guayuco para integrar un trío que no podría llamarse de otra manera: ‘El Trío de Oro’.
UN TRÍO ENMARCADO EN ORO
Se volvió costumbre que en todos los trabajos musicales de los años 70 y parte de los 80 debían tener temas de estos tres autores que se volvieron autoridad en la provincia y sus nombres reverenciados como la máxima santidad de la inspiración en el vallenato.
En ese trasegar Sergio Moya inundó de sentimiento el alma de los enamorados, sus letras eran la más universal identidad de los corazones entregados al idilio, y el más fiel reflejo del parrandero que si no regresaba por la tarde, volvería al siguiente día en la mañanita’.
El profesional contable que era su profesión empezó a tener otra tarea, ser el auditor de sus propios temas los que ya merecían un registro estadístico de la producción que generaba dividendos económicos ante el auge del folclor, es decir su nombre no era exclusivo en las parrandas ya en las disqueras del momento, aparecía en las nóminascomo uno de los mejores pagados, eso le ayudó a sacar a su familia adelante, a su amada Juanita Fula, la celebérrima celosa, que tuvo que aguantar los vuelos fuera de su nido de su palomo, el que siempre volvía, cantando el estribillo: “Todos esos son amores pasajeros y a mi casa vuelvo siempre completico”, y tan completo llegaba que le puso 9 polluelos, algunos de los cuales heredaron su vena musical.
Todos los grupos relevantes de los años 70 y 80 le grabaron a Sergio Moya Molina, su aporte fue decisorio en el crecimiento de agrupaciones como: Los Hermanos López, Hermanos Zuleta, Binomio de Oro, Beto Zabaleta, Emilio Oviedo, Beto Villa, Otto Serge y Rafael Ricardo, Alfredo Gutiérrez, también en una temporada más moderna las letras de Moya se escucharon en las voces de Miguel Morales, Elías Rosado, Farid Ortiz, y hasta Silvestre Dangond se enamoró del tema ‘El Tiempo’ y le puso ese sentimiento del vocalista exitoso.
POCO FESTIVALERO
Pero su vida musical también se destacó en el plano Festivalero sin ser un asiduo participante, tiene el récord que su puya ‘La Cacería’ sigue siendo referenciada en los festivales, ni que decir de ‘La Fiesta de Los Pájaros’ con la que ganó Alfredo Gutiérrez en dos oportunidades en el Festival de La Leyenda Vallenata, y aún sigue siendo ejecutada en cada certamen.
A nivel particular, es rey de la canción inédita vallenata en Valledupar con el tema: ‘Recuerdo de Viejos Tiempos’ en 1998. Igualmente ha participado y triunfado en muchos festivales en Bogotá, Madrid, Cundinamarca, Arjona, Chinú, Mahates y otras poblaciones, aunque reconoce que no es su fuerte participar en estos eventos.
En alguna ocasión, en 1976, emulando a su compadre Hernando Marín, grabó un LP con canciones propias y de otros autores como cantante al lado de Ramón ‘Monche’ Vargas. Aún canta sus canciones a nivel de parrandas y serenatas cuando en algunas oportunidades acompaña al trío de oro, de sus hijos: Sergito, Leo, y Freddy, una agrupación muy solicitada en la región por su fino repertorio, ahí, la emblemática figura de Sergio Moya Molina, suele abrir con su éxito: ‘Fortuna y Desdicha’.
Sergio Moya tiene todos los reconocimientos habidos y por haber, lo que lo cimentó como uno de los juglares vigentes del folclor, menciones y pergaminos que en nada han cambiado su provinciana personalidad y sigue cargando su atornillada humildad que lo hace cantar en cualquier parranda a solicitud de la gente de su aprecio y sin ningún costo económico.
LLUVIA DE RECONOCIMIENTOS
Ha sido galardonado en infinidad de acontecimientos por Asambleas, Consejos, Congreso, juntas Comunales, Agremiaciones de toda índole, todas las recibe con el mismo tesón, aunque algunas, le han arrancado más de una lágrima, como la más reciente distinción que le hicieran en San Juan del Cesar La Guajira en reconocimiento al Trio de Oro.
Esa fue una jornada emotiva, allí, el Congreso de la Republica reconoció en acto solemne el aporte del ‘Trío de Oro’ al folclor vallenato, se le entregó medalla póstuma a los familiares de Hernando Marín y Máximo Movil, ahí estaba Moya con la semblanza del gladiador mostrando el rastro viviente de está tripleta que tanto derrochó letras y melodías en la costa caribe colombiana. Allí en ese mismo escenario, le entregaron la máxima condecoración de SAYCO a sus socios, La Lira de Oro, además recibió la medalla Santa Cecilia.
Sergio Moya Molina sigue como los laureles a orilla del Cesar como lo cantó su colega Máximo Movil, “se sostiene y no se deja caer” y lo más importante es que su mente sigue abierta a cualquier musa y su garganta explicita para cualquier tonalidad, mientras que sus cientos de seguidores se dejan seducir por los contenidos de cualquiera de las más de 150 canciones que tiene grabadas.
Sergio Moya Molina es dueño de un perfil académico destacable, no es solo el parrandero insigne, esta faceta la conjuga con su perfil de Técnico Contable del Sena, docente del área cultural, de la Universidad Popular del Cesar, director de cine del Club, ‘Ojo Pelao’, entre otras actividades culturales.
Entre sus obras más importantes están: ‘Lejanía’, ‘La Celosa’ ‘Amiga y Mujer’, ‘Dios lo Sabe’, ‘La Incorregible’, ‘Fortuna y Desdicha’, ‘El Tiempo’, ‘La Fiesta de los Pájaro’, ‘El Conquistador’, ‘La Cacería’, ‘La Competencia’, ‘El Contrabandista’, ‘Cosas Bonita’, ‘Tu verás’ entre otros.
Sergio es consciente de la evolución de la música vallenata, pero se llena de nostalgia porque los contenidos ya no son iguales, la inspiración de hoy no invita a una serenata ni a tertuliar en las cada vez más escasas parrandas vallenatas. También, lo melancoliza el paso del tiempo, tal como narra en la primera estrofa de esa patética letra que le grabó Silvestre Dangond: