Diario del Cesar
Defiende la región

El jardín que le cambió la cara a los 450 Años

551

POR:
MERLIN DUARTE

Es sábado de mañana. Julio César Martínez y Marcelina Pérez se levantan con la misma energía y entusiasmo diario, sobre todo porque deben cumplir una cita infaltable.

Toman rastrillo, escoba, baldes y se dirigen a un sector de la acequia Las Mercedes, aquel ubicado casi al final del extenso afluente, que ha sido polémica de muchos y dolor de cabeza para otros por desbordamientos en tiempo de inviernos y los mosquitos que se proliferan.

Allí esta pareja se reencuentra con algo que aman: la naturaleza.

Como cada fin de semana se centran en la limpieza del jardín que han creado con esfuerzo, dedicación y creatividad. No importa si se llenan de barro, si tiene que usar un balde con una pita para arrastrar agua de la acequia para las matas, o si deben permanecer mediodía en ese sitio para consentir a sus ‘pequeñas plantas’, lo hacen con cariño y desinteresadamente.

Ella con su vestido alicrado a rayas hasta las rodillas, con unos zapaticos de caucho y pese a una discapacidad en la pierna, no le importa lo que dirán, así como tampoco llenarse de polvo las manos, de fango las uñas o asolearse desde su casa hasta el sitio donde cumple con su sueño.

Él, con las canas más prolongadas, manos gruesas y sentido de cultura y pasión por el ecosistema, usa suéter blanco con letras azules y una sudadera verde para mayor movimiento a la hora de cortar el pasto o cavar huecos para seguir sembrando.

Ellos se han convertido en los guardianes y casi que transformadores de esta zona abandonada tanto por las autoridades como por los mismos vecinos. Han sembrado plantas de toda tipo, que le han dado color y un aspecto de alegría a este sector, que por partes permanece enmontado.

Ambos se han convertido en referente y ejemplo. Gracias a su iniciativa algunos residentes de la Avenida 450 Años han despertado su sentido de pertenencia. En varios espacios ya se nota el inicio de lo que serían pequeños jardines.

Mary, Marle, Sara y María ya siguen su ejemplo. Unas ya han plantado maderos, otras girasoles y varias han expresado su deseo de seguir estos pasos.

Cuenta Marcelina que todo inició por una planta llamada Cruceta, que con sus espinas espantaba a los vecinos.

“De ahí se dio todo. Lo sembramos aquí en la acequia y luego otros más y más, y parte de este jardín lo tenía en frente de la casa”, dijo Pérez con el deseo intenso de que todos los vecinos se unan a esta iniciativa que  quisieran que se extendiera a lo largo y ancho del sector.

Las llantas las consigue de forma gratuita Javier, se encarga de pintarlas con diferentes colores, de ubicarlas en los sitios estratégicos, rellenarlas y posteriormente sembrar las plantas, las cuales cuidadosamente las selecciona Marcelina.

“A nosotros nos gusta mucho esto. Donde quiera hemos vivido nos gusta arreglar el jardín, pero hay vecinos que se molestan. Si fuera por nosotros sembramos en toda la acequia”, dijo Marcelina.

Por su parte Julio resalta que el sitio era un hueco en el que quisieron poner su sello. La idea se la plantearon al Sistema Estratégico de Transporte que estaba encargado de la construcción de la avenida, pero dicen que poca fue la atención recibida y aún así insistieron y salieron adelante solos.

Señala los árboles y dice: “Me gusta esto. Sufro de presión alta y lo que busco son espacios frescos como esto. Pero lastimosamente no contamos con el apoyo de administraciones y de la misma comunidad, pero vamos para adelante”, acotó.

PADRES EJEMPLARES

Marcelina, de 62 años y Julio de 64, son padres de 8 hijos, los cuáles, según ellos no heredaron ese amor por la naturaleza. La única que le encanta ser parte de estas jornadas es una de sus nietas, un niño de nueve años y su vecino Moisés Cáceres, a quien llaman hermano, por ser de su misma iglesia.

Aunque se encuentra en silla de ruedas, a raíz de una herida con arma de fuero a la altura del cuello que casi lo deja sin vida en medio de un atraco, Moisés sabe que no es mucho lo que puede aportar a esta actividad, pero contribuye con su alegría, presencia y deseo de compartir con sus hijos en este lugar que sirve como un laboratorio para mostrar el proceso de crecimiento de las plantas, pero también como un experimento social orientado a distraer a los pequeños, a brindarles un espacio para compartir conocimientos y de recreación.

“Esto motiva. Son espacios buenos porque un fin de semana podemos venir con los niños y compartir en familia. Mi grano de arena es poder conversar con ellos, aportarles ideas porque por mi condición no puedo agarrar una pala, un pico, pero mis hijos de 6 y 10 años se animan y me dan la manito que yo no puedo dar”, resaltó Moisés.

SUS FRUTOS EN POPULANDIA

Marcelina y Julio no solo han sembrado plantas en la Ciudadela 450 Años, también han dejado su huella en el parque de Populandia, donde un jardín adorna la esquina de este sitio de recreación desde mucho antes que el de la acequia Las Mercedes.

Argumenta Julio que luego de sufrir una isquemia cerebral comenzó a hacer ejercicio en el Parque Populandia y con el paso del tiempo comenzó a construir un jardín con llantas. El primer árbol sembrado fue un Cotoprí y un ‘tú y yo’, y así se fue construyendo un espacio natural lleno de colores.

Aunque su lucha constante es con aquellos que se enamoran de las plantas y se las llevan, él continúa sembrando y adornando un sitio del que se han adueñado los consumidores de sustancias psicoactivas, según los vecinos del sector.

Tanto Julio como Marcelina solo insisten en que más personas se sumen a esta iniciativa para seguir transformando la acequia y convertirla en un sitio de encuentro para todos sus vecinos.