Diario del Cesar
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Ecopetrol, de mal en peor

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Cuesta entender cómo una empresa que cerró el 2022 con ganancias récord de 33,3 billones de pesos, en menos de dos años y medio haya entrado en crisis de resultados, a tal punto que completó ya dos vigencias anuales reduciendo de forma drástica sus utilidades.

Las cifras son contundentes e inapelables: al cierre de 2023 los rendimientos cayeron un 43%, situándose en 19 billones de pesos. Ya para el 2024 el escenario fue más complicado, pues ese rubro disminuyó otro 21,7%, alcanzando apenas los 14,9 billones de pesos.

El 2025 no ha arrancado mejor. Según lo informado por la empresa petrolera el pasado martes, la utilidad neta en el primer trimestre fue de 3,1 billones de pesos, un retroceso de 22,1% frente al mismo periodo del año pasado.

Así las cosas, la realidad constante y sonante es que la compañía estatal, principal fuente de recaudo tributario, regalías, divisas y transferencias a la nación, completó nueve trimestres consecutivos retrocediendo en sus ganancias.

Pese a la contundencia de esas cifras, la presidencia de la empresa sostiene que se mantiene la fortaleza operativa y financiera en medio de un “entorno afectado por variables exógenas, tensiones geopolíticas y principalmente con un fuerte impacto por la caída en los precios del crudo de referencia Brent”. También afirma que el Grupo Ecopetrol sigue demostrando “su resiliencia operativa, apoyado en su diversificación de mercados y de portafolio, la integración del negocio de hidrocarburos, la maximización de eficiencias, optimización y ahorros en las operaciones, logrando así resultados favorables y generando un nivel de rentabilidad competitivo en la industria”.

Más allá de este parte oficial y su particular interpretación de los resultados financieros, lo cierto es que Ecopetrol va de mal en peor. Negarlo no solo evidenciaría un muy preocupante desconocimiento de la realidad, sino que prendería aún más las alarmas en torno a si la viabilidad de la empresa, que cotiza en bolsa y es parte del patrimonio público colombiano, podría garantizarse a mediano y largo plazos.

Es una pregunta complicada, claro está, pero apenas obvia, más aún si se tiene en cuenta que el actual presidente y las mayorías de la junta directiva, designados directa o indirectamente por este Gobierno, consideran que el rumbo de la estatal es positivo y no hay, entonces, motivo para adoptar un correctivo de fondo en materia operativa, económica ni de modelo de negocio.

Hemos insistido en estas páginas que esperar un repunte de Ecopetrol resulta casi un imposible mientras no se modifique la cuestionada política minero-energética gubernamental. La directriz en cuanto a no firmar nuevos contratos de exploración ni explotación de petróleo y gas se refleja directamente en los malos resultados financieros de la estatal y la caída en las reservas de ambas fuentes de combustible fósil. La autosuficiencia gasífera, pese a los grandes descubrimientos de los últimos años, ya se perdió y por eso fue necesario recurrir a las importaciones para suplir parte de la demanda interna. En cuanto al crudo, el horizonte de autoabastecimiento es cada día más corto. El diagnóstico aquí, de nuevo, es inapelable: caída en picada de la inversión y de las operaciones de sísmica y funcionamiento de taladros.

Pero no es el único flanco en donde desde el propio Gobierno se le apunta a la viabilidad de la estatal, cual “fuego amigo”. Por ejemplo, causó impacto la afirmación presidencial días atrás en torno a que la compañía podría quebrar en pocos años “si sigue en el petróleo”. Semejante campanazo no solo va en contravía del billonario plan de negocios e inversiones anunciado por la misma empresa, sino que algunos exministros alertaron que ese pronóstico bordeó el delito de pánico económico, más aun tratándose de una empresa que cotiza en bolsa.

A ello habría que sumar la polémica de esta semana en relación a que, tras una particular y sorpresiva interpretación del Estatuto Tributario, la DIAN le está cobrando a Ecopetrol el pago de IVA por concepto de importaciones de gasolina en los últimos tres años por un monto de 9,4 billones de pesos. Si la medida se extendiera a las compras externas de diésel, entonces la acreencia podría subir de los 20 billones de pesos, lo que significaría un golpe financiero de extrema gravedad a la compañía.

Si se revisa todo lo anterior y se le suman el efecto de los escándalos de presunta corrupción y de negociados en la compañía, así como la incertidumbre institucional y reputacional por los líos judiciales de su actual presidente, debido a las investigaciones por la financiación de la campaña electoral del hoy jefe de Estado en 2022, se puede concluir que Ecopetrol sí tiene mucha resiliencia, ya que cualquier otra empresa no habría resistido semejante cantidad de palos en la rueda y problemáticas originadas o derivadas por el gobierno de turno. Lamentablemente, ese margen de acción para mantenerse a flote pareciera ser cada día menor.