Diario del Cesar
Defiende la región

La Legislatura que se asoma

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Está próximo a iniciarse una nueva legislatura en el Congreso y el balance de las dos Cámaras es igual de pobre. Por un lado, un Gobierno nacional que  no la ha tenido fácil pese a que un miembro de su partido, el Centro Democrático, lleva las riendas del Senado desde el 7 de agosto, donde se ha destacado no propiamente por ser un congresista brillante, sino todo lo contrario, charlatán, leguleyo, xenófobo y politiquero.

La verdad es que la presidencia del senador Ernesto Macías no ha servido para que los proyectos prioritarios del Gobierno pasen con facilidad. Fue más bien un obstáculo, una piedra en el zapato, cuando lo que debió hacer fue facilitar el entendimiento, la cooperación entre los partidos, y el ejercicio de la alta política. Entre sus principales descalabros se cuentan en de la reforma política y de las objeciones a la JEP, la reforma a la justicia casi hundida y algunos proyectos como el que acaba los beneficios de casa por cárcel para los corruptos, pasan factura a pocas semanas de que se acabe la primera legislatura.

Está prevista hasta ahora que el congresista que reemplazará a Ernesto Macías en la presidencia del Senado será Lidio García, del Partido Liberal, y quien ocupará la silla del presidente de la Cámara, dignidad actualmente ejercida por el liberal Alejandro Carlos Chacón, será Carlos Cuenca, de Cambio Radical.

Con este relevo, el Gobierno pierde la cabeza del Senado, pero puede ganar un poco más de gobernabilidad dejando atrás los roces que ha tenido con los dos partidos que asumirán la presidencia luego del 20 de julio. Pero sobretodo, no teniendo al nefasto senador Macías, que se constituyó en un estorbo para los propósitos del Ejecutivo.

Cabe anotar, que, por ahora, en el horizonte político, no solo se ven nubarrones para el Gobierno, sino que ad-portas de un debate electoral en las regiones como el que se avecina, el Congreso estará a medio andar.

Y sabido es que los congresistas no aprueban nada que les perjudique, como reformas profundas como algunas de las que ha planteado el Gobierno, por ejemplo, la pensional, la de justicia, la misma reforma política. En pocas palabras este año se perdió en esa materia, y quien sabe que pueda ocurrir de aquí en adelante bajo el nuevo esquema planteado por el Ejecutivo, el cual repetimos, es bueno y sano en sus relaciones con el Legislativo, pero debió ponerse en práctica acompañado de reformas que facilitaran el nuevo ejercicio de la política en Colombia.

No vemos, ni ahora ni en el inmediato futuro que las cosas cambien, a menos que la Casa de Nariño ceda a lo que verdaderamente es en esencia nuestra democracia en estos momentos.

El señor Presidente sabrá con tino e inteligencia qué hacer frente al la disyuntiva que tiene, pero lo único cierto es que la soberbia, ni la cabeza caliente son las mejores consejeras para las decisiones que el país necesitan.

No olvidemos tampoco que existe una enorme percepción de falta de gobernabilidad acompañada de un enrarecido ambiente externo que buscan desestabilizar uno de los principales pilares de nuestra vida democrática: las Fuerzas Armadas. Ello unido a los de por sí problemas como la confrontación política, la polarización, y un proceso de paz que sucumbe en las turbulentas aguas de quienes creyeron que la impunidad era perenne, nos dibujan un horizonte poco halagador.