La emergencia que vivimos es para unirnos
Los planes de contingencia económica que el Gobierno está activando para apoyar al sector empresarial así como a los estratos poblacionales más vulnerables se han anunciado en la última semana de forma profusa y con amplio eco mediático, en las redes sociales y en el voz a voz de la ciudadanía. En medio del arranque de la cuarentena sanitaria de todos los colombianos para evitar que se dispare la tasa de contagios del Covid-19, existe una gran y creciente expectativa por la activación de todas estas ayudas presupuestales, tributarias, financieras e incluso en metálico para que las compañías puedan seguir sufragando sus obligaciones y eviten al máximo el despido de personal, en tanto que las familias que se encuentran en confinamiento social y no pueden generar ingresos para su sustento tengan un apoyo económico que les permita sobrellevar tranquilamente estas semanas de restricción de la movilidad y de limitación laboral formal e informal.
Es imperativo organizar de forma coherente la aplicación de todas estas medidas legales, reglamentarias y administrativas que se están tomando para hacer frente a la emergencia sanitaria. Sería un error que este alud normativo terminara generando un mar de confusión entre la ciudadanía, el sector privado y las propias instituciones oficiales del orden nacional, departamental y municipal y peor aun, que se use como arma económica para castigar y pasar factura a quienes no comulgan con el Gobierno. Aunque es urgente la adopción de medidas excepcionales para hacer frente a la que es, sin duda, la situación de emergencia más grave en Colombia de las últimas décadas, debe tenerse el suficiente cuidado para que todas estas reglamentaciones no terminen chocando entre sí o generando expectativas que no se pueden cumplir o, peor aún, que atenten contra los propios protocolos de aislamiento social.
No menos preocupantes eran las quejas y alertas de muchos empresarios en torno a que no se han activado de forma ágil los decretos sobre créditos extraordinarios y otras ayudas financieras para poder sufragar el pago de las nóminas de este fin de mes y demás obligaciones por vencerse. Hay que decirlo con claridad meridiana : los bancos no están ayudando en nada. Le están dando la espalda a los llamados del Gobierno. Es un chiste de mal gusto el que le están haciendo al empresariado.
Visto todo lo anterior es prioritario que se establezca un sistema normativo ordenado, coherente y claramente jerarquizado que permita diferenciar las medidas de contingencia humanitaria y empresarial para afrontar la emergencia sanitaria, de aquellas dirigidas a los planes de reactivación productiva a mediano plazo de los sectores que se están viendo afectados de forma grave por el coletazo de esta primera fase del Covid-19 en Colombia. No se puede perder de vista que lo más complicado en cuanto a número de contagios confirmados y muertes derivadas se presentará en las próximas dos semanas, aumentando de paso la posibilidad de que las restricciones sean más drásticas si la situación se continúa agravando.
Si bien es entendible que no es fácil aterrizar a la práctica y al día a día económico y social todo este paquete de ayudas oficiales, se requiere mayor celeridad para que las familias confinadas y los empresarios puedan acceder de forma tangible a las ayudas. Esto debe hacerse en cuestión de días, no de semanas ni mucho menos meses, porque el efecto de la emergencia se está sintiendo aquí y ahora. Por ejemplo, millones de colombianos no saben si en este fin de mes tendrán la posibilidad de recibir sus salarios ni sus patronos tienen claridad sobre la disposición real de recursos extraordinarios para cancelarlos oportunamente.
Se requiere, entonces, más audacia y diligencia para que todo ese paquete de decretos, reglamentaciones y anuncios se socialicen efectivamente y se pongan en práctica de forma ordenada y coherente.
De otro lado, hay que llamar, de manera inequívoca, a proteger ahora en Colombia a los adultos mayores de 65 años. Deben ser prioridad del conjunto de la ciudadanía e instituciones en el contexto del avance del coronavirus en el país. Sorprendieron, ayer y anteayer, las imágenes de largas filas de personas de esta población acudiendo a los centros de pagos y giros a recibir la primera cuota de la mesada de auxilio decretada por el Gobierno Nacional ($80.000). Se deben afinar los mecanismos de entrega de los recursos para que los adultos mayores no salgan de sus hogares, bajo ninguna circunstancia. En este proceso, para población vulnerable de los estratos 1 y 2, e incluso para algunos en condición de habitantes de calle, pero también en los demás estratos socioeconómicos, deben prosperar las conductas de solidaridad para que los acudientes y los servicios de mensajería obren como puentes que mantengan resguardados en sus viviendas a los adultos mayores.
Los adultos mayores (tíos, hermanos, padres y abuelos) son figuras de una invaluable significación familiar, pero también pilares con gran historia y ascendencia en el sistema social en la construcción del país que tenemos. Concentremos, como sociedad, afectos y cuidados en personas que, a su manera, han dado tanto por todos. Es momento de devolvérselos cuidándolos como tesoros.