Vivir o correr el riesgo de la muerte
Ese es el dilema como lo plantea el título de este editorial. No hay lugar para vacilaciones. Por eso nos dio dolor ayer las imágenes que mostraron los noticieros de televisión viendo a miles de personas abordar el sistema de transporte masivo en Bogotá, o congregarse en la Plaza de Bolívar, o de otras ciudades colombianas donde la gente, adportas del inicio de la cuarentena, estaban en tumulto. Lo que está pasando en el mundo no es un juego. Debemos tener más conciencia. O es que acaso los siete mil muertos que lleva Italia, son de mentiras?. O los tres mil que ya se cuentan en España es un cuento chino?. ¡ Por Dios! No sean irresponsables. No jueguen con la vida de millones de compatriotas.
Ahora bien. La situación inédita que vive el país debido a la epidemia del Covid-19 exige de las autoridades redoblar su eficiencia en muchos aspectos básicos de la seguridad y convivencia ciudadanas. Es apenas obvio que en medio de la cuarentena general que mañana comienzan a cumplir todos los colombianos como medida preventiva para frenar la curva de contagios del coronavirus, hay una serie de amenazas a la tranquilidad de la población que deben ser precavidas de forma urgente para evitar que los criminales aprovechen esta grave coyuntura sanitaria para victimizar a las millones de familias que estarán refugiadas en sus casas.
De otro lado, ya se han reportado en distintas ciudades y municipios intentos de saqueos a supermercados, tiendas y otros establecimientos de abastecimiento alimentario y de víveres de primera necesidad, perpetrados por turbas evidentemente organizadas. A ello se suma el alud de denuncias ciudadanas por acciones abiertas de acaparamiento de víveres así como de especulación con sus precios, que en algunos casos han subido cuatro, cinco o más veces su valor, sin que exista escasez ni desabastecimiento de los mismos.
No menos grave resulta para el cumplimiento de los protocolos sanitarios necesarios para evitar el aumento de contagiados y muertes por el Covid-19, que en algunas ciudades se está reportando la venta masiva de tapabocas, desinfectantes, antibacteriales e incluso medicamentos falsificados o que no cumplen con los estándares mínimos higiénicos que se requieren para evitar la propagación del virus. Estos avivatos y oportunistas se aprovechan del temor de la ciudadanía para venderles productos inútiles, lo que no sólo es un delito en materia comercial sino también un atentado directo a la sanidad pública.
A todo lo anterior hay que sumar que, lamentablemente, persisten las personas que no entienden la gravedad de la crisis sanitaria que estamos atravesando e incurren en desplazamientos, actividades y otro tipo de comportamientos claramente contrarios a las recomendaciones y directrices de las autoridades. Se trata de individuos que se saltan irresponsablemente los protocolos de confinamiento social, “dándoselas de vivos”, como suele decirse popularmente.
Frente a las situaciones ya descritas es urgente que tanto las Fuerzas Militares como la Policía y demás organismos de seguridad redoblen sus operativos para detectar a quienes están incurriendo en esos delitos y comportamientos antisociales para aplicarles, de forma ejemplarizante, las sanciones a que haya lugar. El principio de autoridad debe ser preservado a toda costa, más aún en medio de la emergencia sanitaria. No se puede permitir que los criminales y oportunistas traten de sacar provecho de esta delicada situación, ya que ello abriría el riesgo de que la ciudadanía también trate de ‘hacer justicia por propia mano’, reaccionando violentamente ante sus agresores.
A la ciudadanía también le corresponde una cuota de responsabilidad para evitar que los delincuentes hagan de las suyas en estos momentos de crisis. No sólo debe reportar de forma rápida cualquier actividad sospechosa, sino coordinarse con sus vecinos para activar protocolos de seguridad comunitaria, respetando las condiciones del aislamiento social.
Como se ve, preservar la tranquilidad ciudadana y el orden público es determinante en estos momentos. Si la criminalidad y los antisociales perciben una debilidad en el imperio de la Constitución y la ley, la situación se complicará sustancialmente así como la urgencia de poder cumplir con la cuarentena y limitar lo más posible el brote epidémico.
Aceptar que somos vulnerables es fundamental. Solo así centraremos el alma, la mente y el cuerpo en asumir esta realidad de vida que se nos acerca sin piedad y aún no imaginamos. Para vivirla, por tanto, quizás debamos reflexionar sobre cuáles son nuestros valores como individuos y sociedad, jerarquizarlos y mantenerlos conscientes pues, solo así, no perderemos el norte cuando el aire empiece a faltar y conozcamos que nosotros mismos o alguien cercano es declarado positivo.
Este es entonces un buen momento para conocernos a profundidad, estar presentes en el hoy, observarnos a nosotros mismos y a ese otro, que en realidad está tan cerca, y que es posible que le hubiésemos dejado de mirar. Notar en el horizonte aquello sutil que parece un milagro y es esencial. Debemos apreciar y admirar los valores de la vida y la naturaleza siendo conscientes del universo que compartimos en esta aldea global interconectada, donde cada uno es protagonista y responsable del cambio.
Es la oportunidad de redefinir nuestra versión de éxito por una que esté asociada con aquello que nos da sentido de propósito porque dignifica el alma. Y el éxito, frente al covid-19, es hasta ahora asumir nuestro rol como individuos para el bien colectivo: “Cuídate, cuídame, cuídale, cuidémonos” por eso #QuédateEnCasa.
Comportarse acertadamente es reconocer y ser solidario con el otro, su dignidad y su realidad. Es el momento de la generosidad de quien puede ayudar a quien se le cruza en el camino. Es el día de agradecer con la voz fuerte y una sonrisa explícita a cada persona y entidad que está firme y comprometida en su rol para el bienestar común: el Presidente, el Gobierno y sus instituciones, el sector de la salud, los servicios públicos, desde quienes cultivan hasta quienes recogen nuestros desechos, en toda la cadena alimentaria, el sector privado que nos comunica, etc.
Sin duda se aproximan momentos difíciles. Pararse desde lo que somos como seres humanos y sus valores más profundos es lo que nos permitirá unidos tomar y respaldar las decisiones más difíciles, asumiendo las altas consecuencias con serenidad y paz, pues el corazón ha estado en el lugar correcto, y en consecuencia las acciones.