Desde Italia y España nos han enviado a los colombianos numerosos videos de connacionales y de personas confinadas por el coronavirus, donde nos llaman a la reflexión y sensatez para que no nos pase a nosotros lo que ellos están padeciendo.
Lo primero que dicen esas personas en los mensajes es que el virus les llegó y no lo tuvieron en cuenta. Creyeron que era un ´cuento chino´. No le prestaron atención, en pocas palabras, lo menospreciaron y hoy están pagando caro tremendo error. Como ya lo padecieron, nos piden encarecidamente que no caigamos en lo mismo y le prestemos atención.
Pues bien, sino tomamos conciencia del tamaño y la gravedad de la crisis generada por el coronavirus, esto será una tragedia humanitaria de incalculables consecuencias. El cierre de la frontera con Venezuela, la emergencia en Estados Unidos, las restricciones en Italia, España y Francia, y los bloqueos de vuelos y cuarentenas parciales en países como Filipinas son solo el comienzo.
Con excepción de China, donde ya se presenta mejoría, las estadísticas de contagio crecen. En las últimas 24 horas se identificaron nueve mil casos nuevos en el mundo y se sumaron doce países a la lista de contagiados. El epicentro pasó de Wuhan al sur de Europa. Lo que empezó como un brote pasó a epidemia con cientos de miles de infectados, y se convirtió oficialmente en pandemia. El carácter exponencial de los contagios, descritos por la Organización Mundial de la Salud como “alarmantes en su alcance y severidad” ha transformado las sociedades, afectando la economía mundial, y puesto en estado de emergencia los sistemas de salud.
En medio de este panorama oscuro, empiezan a aparecer modelos de cómo contener y mitigar la multiplicación del virus, y casos de estudio sobre manejos acertados y políticas tardías y riesgosas. Se sabe que es mejor obrar más como Singapur y menos como Italia en cuanto a aislamiento social e higiene personal. El mayor problema, especialmente para países familiares y sociables como Colombia, es que la medida más efectiva, la distancia social, requiere encerrarse en casa, abstenerse de asistir a servicios religiosos, limitar la interacción con familiares y amigos, evitar calle salvo para el supermercado o la farmacia.
Es fácil calificar de exageradas las medidas que sugieren los expertos. Los jóvenes especialmente, al enterarse de que no son ‘población vulnerable’ son más reacios a encerrarse, sin caer en cuenta de que son. Las medidas que ha tomado el Gobierno Nacional son acertadas pero serán insuficientes sin la participación de la sociedad.
La solución no es el pánico que impide actuar como corresponde. Lo sensato es la preparación, evitar las aglomeraciones, aislarse ante el primer síntoma, y no saturar el sistema de salud. Y más que nada, el uso responsable de las redes sociales en la difusión de información. Existen fuentes confiables que deben ser las referencias. La Organización Mundial de la Salud actualiza la información al minuto. Los medios de comunicación hacen un esfuerzo serio y responsable por informar y orientar.
El coronavirus ha cambiado la vida del mundo entero, modificando hasta la manera de saludarnos. Las consecuencias y el impacto para la economía son incalculables. Como sociedad debemos hacer lo posible para reducir el pánico y reemplazarlo por sensatez.
Como es apenas obvio, la alerta sanitaria por el Covid-19 está llevando a que cada día que pasa las dinámicas laborales, comerciales, deportivas, culturales, académicas, de transporte, familiares e institucionales tengan que ser restringidas para poder controlar la curva de contagio del virus y así garantizar que el brote no se salga de control en cuanto a número de infectados y posibles muertes.
El llamado a la ciudadanía para que optara por el distanciamiento social y una práctica rigurosa de las medidas de higiene preventivas, es determinante.
En ese orden de ideas, bien ha hecho el Gobierno colombiano al llamar a la calma para afrontar esta alerta sanitaria, tomando de forma progresiva pero rápida medidas y restricciones que en otras naciones han demostrado ser eficaces para contener la expansión del virus. Enmarcadas todas esas indicaciones dentro de los protocolos sanitarios prioritarios, es claro que el Estado no se puede detener. Por el contrario, se le requiere funcionando a todo vapor. Pero para ello se requiere de su concurso, del suyo, el de todos!.