Diario del Cesar
Defiende la región

¿Hacia las luces de las cavernas?

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En una de las muchas marchas que se hicieron en la ciudad, como en casi toda la costa, para protestar por la venta del sector eléctrico, como asistente a una de estas, y para escribir comentarios al respecto, conversaba con un dirigente del sindicato de la agonizante empresa estatal sobre los peligros que corrían los municipios y las comunidades de esta sección del país ante semejante experimento.  Eran los comienzos de la década de los 80s, cuando el neoliberalismo salvaje se entronizó con toda su fuerza en la economía nacional, y nuestros gobernantes, siguiendo al pie de la letra el recetario del mundo desarrollado, terminaron, en la más grosera política antinacional, entregando a las multinacionales y al mercado internacional, a precio de gallina de flaca, todo lo que oliera a público.

 En uno de los temores expresados por el trabajador se exponía el que vivimos los habitantes de la ciudad a raíz de la ola de racionamientos, disfrazados de cualquier cosa, menos de servir o mejorar, a que hoy tiene sometida Electricaribe a la ciudadanía.  Ya se decía que los negociantes que se alzaron con el botín no poseían los recursos económicos y tecnológicos para asumir el control de tan importante servicio.  Igual se afirmaba que al convertir este en un negocio, las comunidades menos favorecidas se verían sometidas al mercado de la oferta y la demanda, por lo que el Estado debería mantener una importante representación para llegar a aquellas donde su población no dispusiera de capacidad de pago.  Y lo más sensible: el alza que se venía venir en el precio del kilovatio que en corto tiempo llegó a quintuplicarse, complicando aún más el acceso al servicio de energía a las comunidades más vulnerables de la nación.

Pero de todas las hipótesis que se planteaban ante el riesgo de la venta al capital privado del sector de la energía, la que motivó mi mayor preocupación era una que planteaba el dirigente gremial en aquella marcha: y si un día los empresarios de tan vital servicio deciden irse del país, porque ya se sabía que iba a ser vendido a españoles, alegando las razones que sean ¿qué va a ser el Estado para proveer de manera rápida de tal necesidad a los ciudadanos y al sector productivo?

En medio de las olas de protesta, cuando se consumó la venta del sector por encima de la cabeza del pueblo, porque a los neoliberales de todos los pelambres de este país les importa un rábano la suerte de los colombianos, y el fiasco de negociantes que lo adquirieron implantaron una dictadura contra los usuarios, demasiado tarde se dieron cuenta del fraude que se nos hizo a los costeños.  Y en esas andamos. No ha habido ley divina ni humana que nos oiga.  Los parlamentarios de esta parte de Colombia han movido cielo y tierra (parece que se cansaron ¿o los callaron?) y seguimos peores.  Reuniones van y reuniones vienen y poco o nada se sabe sobre quién o quiénes asumirán esta papa cliente en el supuesto que Electricaribe se quede sin el jugoso negocio que le encimaron los neoliberales colombianos.

Resultado: en esta semana hemos estado siendo sometidos a racionamientos de hasta ocho horas. El recibo de pago, por cada racionamiento llega con mayores costos a las viviendas.  La empresa sigue en su ley: suspendiendo su pésimo servicio si usted no puede pagar en la fecha límite.  No acepta excusas ni concede un día más de plazo.  Y lo más cínico: sus cuadrillas de corte, que parece es lo “más eficiente” que tiene Electricaribe, van a cortar el servicio así el lugar esté en racionamiento. Y ni a quién quejarse.

*Arquitecto y Docente