Diario del Cesar
Defiende la región

Agua que se va no vuelve

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Cuando Colombia comprenda el valor de sus recursos hídricos así como la ventaja que ese capital natural le da frente al resto del mundo, es posible que comience a protegerlos. Mientras tanto, en su balance disminuirán los activos, aumentarán las deudas y al final predominará el saldo en rojo.

En resumen es lo que sucede con los humedales colombianos. Esos espejos de agua que abarcan 30,7 millones de hectáreas, el 26% del territorio nacional, siguen disminuyendo porque no se les cuida ni se tiene claridad sobre el papel que desempeñan. La cuarta parte ya está afectada y si continúa ese ritmo de deterioro, en décadas la mayoría habrá desaparecido.

Para entender la importancia de los humedales, lo primero es saber que en la categoría entran lagos, lagunas y pantanos, deltas de los ríos, madreviejas y en general las superficies naturales cubiertas de agua. Después de hacer esa claridad hay que entender el rol esencial que cumplen en la preservación de la vida, en la protección de especies y en la regulación del medio ambiente.

Ellos representan los ecosistemas con más funciones en la naturaleza. Abastecen de agua para el consumo humano, albergan al 40% de las especies del planeta y son estaciones de paso para las aves migratorias. Actúan como catalizadores de desastres naturales, ayudan a mitigar las inundaciones porque son como esponjas y sirven de barrera en las zonas costeras, lo que evita la erosión. Son además los mayores almacenadores de carbono, capaces de absorber el 30% del CO2, por lo que prestan un servicio incalculable en tiempos de cambio climático.

Con todos esos beneficios y aún así los dejamos acabar, tanto que hoy desaparecen a un ritmo tres veces mayor que los bosques. Colombia ha perdido el 24% de sus humedales por las mismas razones por las cuales se encuentra en riesgo el resto de recursos naturales del país: por la tala de árboles, la minería ilegal, la ampliación de fronteras agropecuarias o las construcciones civiles. A ello se le suman la contaminación y el vertimiento de aguas residuales.

Salvar esos espejos de agua debe ser prioridad para Colombia y el primer paso es reconocer su existencia. Pocos saben que en el país hay 48.000 humedales, de los cuales solo 12 están incluidos en la lista Ramsar de protección internacional, uno de ellos es el de Sonso en el Valle que hoy está en franca recuperación luego de encontrarse al borde de la desaparición hace cinco años.

Para asegurar la preservación de los humedales colombianos hay que contar con políticas públicas ambientales que los defiendan, y hacer más esfuerzos técnicos y financieros en su rehabilitación. Pero lo que más tendría efecto es que se genere una conciencia colectiva sobre su importancia y el papel que juegan en el equilibrio ambiental.

Mientras prevalezcan el desconocimiento, la indiferencia y la indolencia sobre los humedales, el futuro de estas fuentes de vida, que tienen el poder de mitigar los riesgos de las amenazas naturales, será incierto o, en el peor escenario, estarán condenados a desaparecer.