Diario del Cesar
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Davos: un club de ricos

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El foro de Davos llega este año a su edición número 50 con la ambición de reinventarse y convertirse en un centro de ideas para el futuro del planeta, pero su imagen de “club de ricos” para la élite mundial podría dificultarle la tarea.

Los organizadores del World Economic Forum (WEF) quieren dejar atrás la imagen de millonarios y estrellas de todo el mundo llegando cada mes de enero en jet privado a la exclusiva estación de esquí de los Alpes suizos.

Para la edición de 2020, la número 50, que empieza este martes, los organizadores han invitado a jóvenes activistas como la sueca Greta Thunberg o el estadounidense Micah White, uno de los fundadores del movimiento Occupy Wall Street.

Desde que en 1971 el economista alemán Klaus Schwab organizó el primer foro en Davos, la población del mundo pasó de 3.700 a 7.700 millones de personas, de las que más de la mitad usan internet. En paralelo la temperatura terrestre aumentó de un grado, la cuota de China en el PIB mundial se ha multiplicado por cinco y terminó la Guerra Fría sin que haya nacido todavía un nuevo orden mundial. Como apunta el historiador Pierre Grosser, “a partir de 1989 hemos sido incapaces de calificar el mundo”.

Davos se ha convertido en “una especie de ‘speed dating'” para responsables políticos y económicos, según Pierre Moscovici, un antiguo ministro en Francia y luego comisario europeo.

La semana que viene, Klaus Schwab, de 81 años, que todavía no ha elegido sucesor, acogerá entre otros al presidente estadounidense, a la canciller alemana o a los directores de gigantes económicos como Microsoft, Google o BlackRock.

Como cada quien interpreta las estadísticas sobre calidad de vida, índice de desarrollo humano, pobreza, desigualdad y nivel de progreso, inclusión o exclusión socioeconómica de forma muy subjetiva, más aún en un mundo tan polarizado política e ideológicamente, es evidente que hay múltiples ópticas al respecto. Prueba de ello, por ejemplo, son las visiones totalmente opuestas entre las tesis preponderantes del Foro Económico Mundial y las del Foro de Sao Paulo, este último marcadamente de izquierda y, si se quiere, reaccionario.

En segundo término el Foro que hoy arranca en la ciudad suiza debe analizar de forma detenida lo ocurrido en el último año en muchos países, especialmente por una extendida ola de protestas sociales, económicas y políticas, algunas de las cuales desembocaron en la caída de gobiernos, picos de violencia, un alto grado de desestabilización nacional e incluso un viraje profundo y forzado de las agendas de los mandatarios de turno.

Obviamente hay circunstancias de modo, tiempo y lugar que son imposibles de comparar, ya que cada evento de inconformismo popular tiene causas y efectos muy particulares y coyunturales, por lo que constituye un error de criterio grave concluir que el mundo asiste a una ola de crispación socioeconómica generalizada e interconectada. Sin embargo, hay algunos elementos coincidentes en estas movilizaciones populares que deben identificarse claramente, con el fin de señalar las pautas para paliarlas de forma estructural y con vocación de largo plazo. Se requiere, por tanto, una mayor capacidad de análisis en el Foro de Davos, y ello comienza por el compromiso de dejar sin piso, de una vez por todas, muchos mitos económicos tan acendrados como anacrónicos. Urge, en ese orden de ideas, más realismo en el diagnóstico y la explicación de lo que está pasando con los sistemas económicos y cómo están impactando a todos sus actores, especialmente a los rangos poblacionales más vulnerables. No faltan, incluso, los expertos que llaman a que, al cumplirse medio siglo de la cita anual en Suiza, su mayor aporte debería ser el de aterrizar a la práctica una marejada de formulaciones teóricas, cuya certeza y efectividad no han sido comprobadas ni refutadas totalmente.

Y, por último, el Foro Económico Mundial está llamado a seguir poniendo en la agenda planetaria una serie de temas urgentes que todavía no han logrado imponerse como prioridades de todos los gobiernos y la población misma. Por ejemplo, tras la última cumbre ambiental en Madrid, quedó claro que está muy lejos de concretarse un consenso trasnacional, así sea mínimo, sobre cómo enfrentar el cambio climático y el nivel de exigibilidad y cumplimiento a los compromisos nacionales para frenar el calentamiento global, sin duda la mayor amenaza a la propia supervivencia de la raza humana.

Visto todo lo anterior, queda en evidencia que el Foro Económico de Davos está muy lejos de la visión panfletaria de que se trata de una cita de “países y personas ricas”.