El arte de tejer sueños como símbolo de fertilidad
POR:
NINOSKA
REYES URDANETA
Así como Serankwa, el primer hijo que tuvo la Madre Universal, se movía creando el mundo en forma de espiral, como símbolo de siembra de la vida para los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, la mujer arhuaca así mismo va con su madeja y agujas, tejiendo sus sueños en forma de mochila o tutu.
La mujer arhuaca es la máxima representación en la organización de la población ancestral, y una muestra de ello es el grupo de unas 100 féminas que integran la comunidad en el pueblo de Ikarwa, que en español se conoce como Besote, ubicado a veinte minutos de la ciudad de Valledupar.
A escasos 10 kilómetros de la capital del Cesar, se encuentra este pueblo impregnado en historia, cultura tradición, pero sobretodo conectado a la madre naturaleza como símbolo de las creencias ancestrales de la comunidad indígena.
Una estrecha vía, de unos 5 kilómetros, polvorienta con varios tramos cubiertos con placa huella, es la guía de entrada a este natural pueblo arhuaco. Un suelo seco, con piedras y dos portones de madera dan señal de entrada.
Allí se refugian mujeres, hombres y niños que contabilizan un total de 240 familias. Tienen una cosmovisión, una concepción ancestral y espiritual con relación a sus territorios, la cual responde a una cultura milenaria donde se invoca su identidad, sabiduría, conocimientos sobre las diferentes dinámicas del ecosistema, las técnicas para el uso del suelo, agua, plantas y animales.
Así, el territorio no se reduce sólo a la dimensión física, a sus recursos naturales y a una extensión de tierra habitada que ha sido demarcada por fronteras políticas, sino también, a la importancia de su significado como medio sagrado de subsistencia.
El territorio de la Sierra Nevada de Santa Marta se encuentra en los municipios de Valledupar, Pueblo Bello, El Copey y Bosconia en el departamento del Cesar, los municipios de Riohacha, Dibulla, Hato Nuevo, Barrancas, Fonseca, Distracción, San Juan del Cesar en el departamento de La Guajira y los municipios de Santa Marta, Ciénaga, Zona Bananera, Aracataca, Fundación y Algarrobo en el departamento del Magdalena.
El recibimiento del equipo del DIARIO DEL CESAR no fue otro que el de afectividad y complacencia. En principio su seriedad y desconfianza se hicieron notar desde el más niño hasta el más adulto de la comunidad; entre sus trajes blancos, mochilas, puzas y los hombres con el Jo´buru (poporo), accedieron a hacernos parte de su cotidiano día.
Es así, como entre la cantidad de personas que entraban y salían de sus casas construidas de madera, bahareque, bejucos y paja, de forma cuadrada y redonda, nos encontramos con Yaneth Crespo Montero, quien forma parte de la organización de mujeres en el refugio, y cuya labor es la de mantener el orden, la limpieza, la comida y tejer, actividad femenina que representa la fertilidad, feminidad y el vientre materno.
TEJIENDO HISTORIAS
Yaneth, una mujer sonriente y sencilla, accedió a sentarse en una rústica piedra a conversar con los periodistas. Portaba su auténtico vestido elaborado por ellas mismas, un collar de varios colores y en su cintura un fajón delgado elaborado en curricán, que define su silueta.
Además llevaba sobre su espalda a su pequeña hija de un año de edad, a quien mantenía dormida entre telas blancas y el puza que colgaba de su cabeza. “La labor de las mujeres es muy importante en esta tierra, tenemos cabildos y gobernador que representan el orden estructural y espiritual de la población arhuaca, pero nosotras a través del tejido de las mochilas, resaltamos nuestros ancestros”, afirmó, mientras no dudada en sacar de su tutu la lana y la aguja para seguir con su trabajo que puede durar hasta dos meses.
Las mochilas son un símbolo de identidad cultural, una prenda de vestir y un instrumento de trabajo. Se elaboran a partir de hilos de lana, algodón o maguey, desarrollándose en forma de espiral a través de diferentes puntadas que otorgan apariencias y grados de elasticidad particulares.
Cada tutu es elaborado con un diseño particular que encierra un contenido y una razón de ser, aunque en ocasiones se tejen figuras no tradicionales con fines de comercialización.
De acuerdo con su uso, las mochilas se denominan: Chegekwanu, donde se llevan los objetos personales; Jo´buru Massi, que solamente se usa para cargar el Jo´buru y las hojas de ayu para saludar; Ziyu, cuya funcionalidad es portar las hojas de ayu de uso personal; Tutu gawu, o mochila usada por las mujeres y donde se portan los objetos de uso personal. La diferenciación de cada tutu está dada por el tamaño y el uso que se le dé.
Tomando la madeja y su aguja, Carmen Arroyo, no dudó en unirse al diálogo para explicar el proceso, afirmando que que además del valor espiritual y de tradición en la comunidad arhuaca, tejer una mochila es un gran trabajo artesanal que involucra un proceso tardío y dedicado. “Primero se toma la lana sin proceso alguno, hay que hilar, corchar, motilar, lavar y motar; una pieza puede costar hasta $200 mil, y las comercializamos en Valledupar, además de elaborarla para los hombres como parte de su atuendo”.
TODOS LOS DIAS Y A TODA HORA
Ellas van tejiendo sus tutu todos los días y a toda hora, sin descanso, ya que es una actividad netamente femenina, y se podría afirmar que es lo que las identifica en la comunidad; y así se pudo observar en Ikarwa, mientras conversaban, asistían a reuniones y caminaban, sus agujas y lana no dejaban de entrelazarse para formar esos espirales que reflejan el crecimiento y la vida.
Desde muy pequeñas, las niñas se ven con su madeja y sus agujas ensayando sus primeras puntadas y elaborando sus primeras mochilas bajo la guía de sus madres o de sus hermanas mayores, manifestó Claudia Torres, con una sonrisa que a la vez reflejaba timidez en la reunión, que de manera improvisada, se dio con el equipo periodístico.
AUTORIDAD ARHUACA
Así trascurre el día en la comunidad indígena arhuaca Ikarwa para las mujeres, cuya actividad se compagina con la de los hombres, quienes también tienen sus costumbres que permiten identificarlos y hacer honor a sus ancestros, tal y como lo indicó Adalberto Torres, autoridad arhuaca.
Torres inicialmente se refirió a la historia del pueblo que data de 22 años como comunidad. “Anteriormente este espacio era una finca ganadera y con la llegada de los arhuacos se fue cambiando el paisaje con plantas y animales del monte. Queremos que todo esté verde, como un espacio integral del territorio ancestral”.
Las mujeres forman parte del fortalecimiento cultural de la comunidad, ellas son el complemento de nosotros, afirmó Torres con su Jo´buru en sus manos, y del cual afirmó es un elemento sagrado que encierra un simbolismo profundo, y solo puede ser usado por los hombres a partir de la edad en la cual el individuo tiene una madurez psicológica que denota responsabilidad.
En su interior contiene conchas de mar pulverizadas, las cuales se mezclan en la boca con el zumo de las hojas de coca tostadas y la mezcla resultante se frota sobre la cabeza del poporo con el so´kunu, que es un trozo de madera especial pulida, formando la cabeza del poporo.
Explicó la autoridad, que con el tiempo se va modelando. El poporo es el principio, la unión de los opuestos complementarios que recrean el principio de todas las cosas que existen, y el ayu es la planta sagrada que permite la comunicación entre el mundo material y el espiritual.
Su territorio es un círculo sagrado que está demarcado por la “Línea Negra” y protegido por los Mamo o autoridades espirituales, quienes tienen en su poder el pensar bonito.