Entre abrazos virtuales y redes sociales, venezolanos celebran muy lejos de su país la Navidad
POR:NINOSKA REYES URDANETA
“En esta noche tengo ganas de abrazarlos sin parar… diles que los extraños tanto. Como está adornada mi ciudad… las parrandas que no voy a estar, se me encoge el corazón y me entra la ilusión de dar abrazos en canciones, con un cuatro y un tambor y destapar como a las 12 lo que trajo el Niño Dios. Navidad y yo tan lejos, son tan buenos los recuerdos…”.
Este fragmento de una las canciones del cantante Andrés Cepeda junto a la agrupación San Luis, narra el sentimiento que en común invade hoy a los miles de migrantes venezolanos, que aunque dejaron atrás las dificultares que atraviesa su país, su corazón y su mente regresan a sus hogares porque es Navidad.
Lejos de casa, con la añoranza de estar cerca de sus seres queridos y la esperanza de regresar a su país para sentirse vivos de nuevo, transcurrirá esta Navidad y Fin de Año para los más de 28.000 venezolanos radicados en el municipio de Valledupar. Es entender que la nostalgia o la tristeza son invitadas naturales a la ecuación de un país arraigadamente afectivo entre su gente.
Y es que la Navidad es para todo el mundo sinónimo de alegría, bailes, cenas, estrenos, regalos, pero sobretodo época de unión familiar; sentimiento que se ha convertido en tristeza y desesperanza para los miles de migrantes, que una vez más, recibirán la Nochebuena y escucharán la última campanada del año lejos de sus hogares y familiares.
Pasar la frontera, los llena de fuerzas, pero la verdad no lo son tanto. Esta época saca a relucir lo importante que es un abrazo de un hijo, un padre y una madre; los hermanos y hasta de los propios amigos, con quienes durante toda una vida desecharon el año viejo y recibieron el nuevo con la esperanza de un mejor porvenir.
Esta vez, su único refugio será una videollamada por Whatsapp, un mensaje por Facebook, Instagram, vía skype o simplemente sentarse a recordar los momentos vividos y pedirme al mismo espíritu de la Navidad, que dé una luz para sobrellevar esta triste realidad, tal y como lo narró Diglis Urdaneta, venezolana que desde hace tres años vive a la distancia estas fiestas decembrinas.
“Ahora mismo lloro, ya viene Navidad y Fin de Año, y no tengo cerca a mi madre, hermanos y familiares. Los recuerdo, los pienso a cada instante, anhelo sus abrazos, sus miradas, sus cariños, nuestras cenas. Me parece estar viviendo una pesadilla, de la que necesito despertar”.
Diglis, peluquera y madre de dos niñas, desde su puesto de trabajo contó entre lágrimas, que su deseo sería poder borrar del calendario los días 24 y 31 de diciembre, dos fechas que se han convertido en lo adverso a la realidad de cualquier ser humano.
Sin poder contener el llanto, por la tristeza que le causaba pensar en los difíciles días que están por venir, alcanzó a decir “salimos de Venezuela con una maleta llena de ilusiones, sueños y esperanzas, con los corazones rotos , pero a la vez con la frente en alto, para demostrarle al mundo que no nos damos por vencido, que somos más los buenos que los malos y que nos fuimos porque no aguantamos más”, afirmó mientras se retiraba las lágrimas de su rostro reiterando que todo pasará, vendrán las navidades más felices de nuestras vidas en el nombre de Dios.
TODO ESTÁ BIEN
A pesar de este panorama, Diglis destacó que todos los migrantes se engañan así mismo al creer que todo está bien, pero lo cierto es que día a día “despertamos con un nudo en la garganta, con ganas de salir volando y llegar a nuestros hogares para sentir que volvemos a estar vivos.
Agregó que solo se refugiará en la compañía de sus dos hijas y esposo, a quienes tiene a su lado desde hace apenas un año; pero faltará su madre, su pilar y fuerza de vida, por quien cada día lucha en esta tierra que la ha adoptado y de la que espera hospitalidad hasta que Dios lo permita.
“Si el servicio eléctrico, la señal de internet y el acceso a las tecnologías lo permiten, nos toca recibir la Navidad y el año 2020 con el teléfono en la mano, para dar un abrazo virtual que duele en el corazón, pero a la vez se siembra como un nuevo ladrillo en esta difícil edificación, cuyo objetivo es regresar a nuestra Patria”, exclamó sin contener las lágrimas que derramaba durante toda la entrevista con el equipo del DIARIO DEL CESAR.
APRENDEMOS A VALORAR
Por la cantidad de migrantes venezolanos radicados en Valledupar, no fue difícil conocer un segundo testimonio, y con desespero, pero a la vez, tristeza se escuchó la voz de Karol Estada, una joven cuya primera navidad pasará lejos de su hogar. Está sola en esta ciudad, mientras sus dos pequeños hijos, de 7 y 9 años permanecen al cuidado de su abuela en el vecino país.
“El 24 de diciembre la pasaré nostálgica, no estar en el momento en que mis niños reciban sus regalos, será la tarea más difícil de este duro camino que emprendí a principios de este año”.
Lo importante de esta pesadilla que alberga el corazón de cada migrante venezolano, es haber aprendido a valorar la compañía de los padresy el significado de estar en familia. “Será una Navidad extraña, sin los niños corriendo con sus estrenos, sin mis amigos por las calles, sin mis vecinos y hermanos. Sin esa cena con hallaca, pan de jamón, ensalada de gallina y pernil; y sin esperar juntos, el nacimiento del niño Dios y darnos ese abrazo a la medianoche”.
NUEVAS TRADICIONES
Mariana Caldera, otra venezolana cuyo paso por Colombia se ha convertido en una travesía, pues sus planes eran llegar hasta Ecuador, pero si situación económica no se lo han permitido.
Sentada en una de las bancas de la Plaza Alfonso López y su carrito repleto con seis termos de café y dos paquetes de panes y galletas, Caldera manifestó no quisiera pensar que ya el martes es 24 de diciembre. “Tenía otros planes, pero Dios es quien tiene la última palabra. Quería llegar a Ecuador donde está mi esposo, mi suegra y mi hija de 5 años, no pude y me tocará abrazarlos a través del celular”, afirmó mientras bajaba su rostro y sus ojos se llenaron de lágrimas con la misma fuerza en que resaltó hay que cambiar de actitud y seguir la lucha.
“Los que puedo decir es gracias a esta tierra por recibirme, gracias por las enseñanzas, por las culturas nuevas que nos ha tocado vivir como el día de las velitas, las novenas, por la natilla y los buñuelos. Gracias por no darnos la espalda, solo Dios es que nos indica el camino, y aunque Navidad será triste, yo sé que la que viene será mejor”, afirmó.
Caldera pidió a sus paisanos no cansarse de andar y andar, porque algún día esto se va acabar y la actitud demuestra la valentía. “Somos ejemplo para el planeta entero y pidamos al Niño Dios que nos conceda la dicha de abrazar a nuestra familia”.
PANORAMA MIGRATORIO
Según la ACNUR, son más de 4 millones de venezolanos y venezolanas que se encuentran viviendo en el exterior, siendo este es el éxodo más grande en la historia reciente de la región.
Los acontecimientos políticos, de derechos humanos y socioeconómicos que se desarrollan en Venezuela obligan a un número creciente de niños, mujeres y hombres a irse a los países vecinos y más allá.
Se reportan más de 650.000 solicitantes de asilo de Venezuela en el mundo y más de 2 millones de personas están viviendo bajo otras formas legales de estadía en las Américas.
En Colombia, Migración reporta la presencia de 1’408.055 los migrantes venezolanos, de los cuales 742.390 son migrantes regulares y 665.665 son irregulares. En el departamento del Cesar están radicados 38.000, de cuya cantidad 28.000 se encuentran en Valledupar.