Diario del Cesar
Defiende la región

Sintonizarse con la realidad del país

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Dice un sabio adagio popular: ´no hay peor ciego que el que no quiere ver´. Y esa expresión milenaria le cae como anillo al dedo al Gobierno del Presidente Iván Duque Márquez, quien debiera sintonizarse con la realidad del país.

Lo que viene ocurriendo en el entorno latinoamericano es un síntoma donde el inconformismo social y la insurrección popular se junta en expresiones incontenibles que son utilizadas y aprovechadas para provocar salidas inconstitucionales, que casi siempre se sabe cómo empiezan, pero no como terminan.

Es legítimo que un gobierno elegido democráticamente busque imponer un modelo propio con el cual pueda cumplir las promesas de campaña y las políticas enmarcadas dentro de su Plan de Desarrollo. Pero ojo, ello debe ir acompañado con una realidad política de otro de los poderes públicos: el Legislativo. Dejarle al azar, o la politiquería barata el rumbo de la Nación es tan peligroso como lo que hizo Evo Morales en Bolivia: robarse las elecciones a plena luz del día por la simple ambición de poder.

El Presidente Duque puede inventarse el modelo de Gobierno que quiera pero sin desconocer esa realidad política que hoy no lo acompaña y es que no tiene mayorías en el Congreso, ni un partido de Gobierno sólido con el cual pueda contar al momento de sacar adelante las reformas e iniciativas que el país requiere. Duque prefirió la línea de gobernar con sus amigos, con un sector de su partido, sin tener en cuenta a las expresiones democráticas y políticas que hoy componen el Congreso. Ello desde luego tiene las dificultades que todos estamos observando y ante las cuales poca es la maniobrabilidad que tiene el Jefe del Estado. Lo quiso así, y así cree sostener a costa de incendiar el país porque la verdad es que ya dejó de ser una percepción para estar palpando una realidad que el ciudadano de a pie se pregunta: ¿Hay gobierno?. ¿ O dónde está el Gobierno?.

Y el primer campanazo de un Congreso envalentonado, actuando con independencia y sin componendas se le dieron con la abrupta salida del Ministro de Defensa Guillermo Botero tras advertirse la realidad de hallarse adportas de haberse constituido en el primer ministro en aplicársele la moción de censura. No tuvo otro camino el Gobierno Duque sino que entregarle al Congreso la cabeza de su Ministro, golpe duro pero real. Y con ello le ´midieron el aceite´, como se dice popularmente, no sin antes quedar advertido el Gobierno de que dos mas vienen capilla.

Ante semejante panorama debiera el Presidente convocar a un gran acuerdo nacional partiendo de la base que la existencia de su Gobierno no solo se debe al Centro Democrático, sino que debe invitar a confluir en la conducción del Estado a otras expresiones políticas que están dispuestas a ayudarle a salir de este berenjenal en que nos metió.

La salida del Ministro de Defensa debe aprovecharla para recomponer el rumbo y dar un giro de 180 grados que nos conduzca a superar las diferencias y dejar atrás la confrontación.

Un ajuste en el gabinete ministerial con aire a cooperación política anteponiendo los altos intereses de la Patria y lo más conveniente y acertado en estos momentos.

Ahora bien. Si el Presidente Duque y su mentor optan por continuar por los senderos del amiguismo y el pago de favores a dirigentes gremiales de sus afectos, apaga y vámonos. No se trata  de ubicar a otro Ministro de Defensa con conocimientos en el terreno de la legislación nacional e internacional humanitaria y de derechos humanos o un líder que entienda la doctrina militar en la extensión de sus variables institucionales, sin perder de vista lo que, de fondo, implica aquello de que “la guerra (la fuerza y las armas) es la política por otros medios. No. La seguridad interna y la defensa del territorio son una tarea que no admite treguas ante amenazas aún no diluidas ni neutralizadas ni desmovilizadas como los grupos subversivos y sus engendros residuales. También, en el auge de los cultivos ilícitos y el narcotráfico, hay un cuadro fortalecido de bandas criminales que no solo alienta economías ilícitas sino que es permanente foco de violaciones de derechos humanos e inseguridad para comunidades y ciudadanos periféricos, pero también en centros urbanos capitales e intermedios. El nuevo ministro debe ser consciente de la necesidad de la defensa que debe hacer de sus hombres, ante la comunidad internacional, las ONG, la oposición, el Congreso y los mismos ciudadanos. La solidaridad de cuerpo es indispensable, no en la ultranza de defender lo indefendible, sino en la importancia de que las tropas sepan que tienen a un “compañero de filas”. Un “lanza” capaz de la crítica, pero sobre todo de respaldo y lealtad. Los nuevos tiempos ponen sobre el tapete numerosos retos operacionales y exigencias de resultados, pero sin que aquellos retos y metas sobrepasen líneas esenciales de doctrina en el respeto de los derechos humanos y de los convenios y tratados firmados por el Estado colombiano con la comunidad internacional.

Ojalá y el Presidente sea consciente de tan elevados retos, deberes y responsabilidades con el país.