Diario del Cesar
Defiende la región

“Los indígenas no están solos, son nuestros hermanos”

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Luego de la peregrinación a Tacueyó, el arzobispo de Popayán, monseñor Luis José Rueda Aparicio ganó un protagonismo en la escena pública por su postura de defender la vida por encima de credos políticos o étnicos, más cuando un jerarca  de la iglesia católica llega a un lugar apartado, no para imponer un credo religioso, sino para conocer otra clase de pensamientos y costumbres, como forma de establecer una convivencia.

“Teníamos que dar ejemplo de reconciliación, de entendimiento para detener las agresiones, y como hijos de Dios, debíamos estar con los hermanos indígenas”, es parte de la respuesta que da este representante de la iglesia católica al ser consultado por las razones que determinaron adelantar esta actividad humanitaria en el norte del Cauca.

También, explica las razones para adelantar jornadas religiosas y humanitarias en los municipios de la costa pacífica colombiana.

¿Por qué apostarle a la vida ante la ola de violencia que se vive en el norte del Cauca?

El tema la vida es central en el mensaje de Jesucristo, el punto base del reino de Dios y el pilar central en la acción de la iglesia. La vida es la base de todo, si la defendemos, desde el vientre materno hasta la ancianidad, en todas las etapas, si luchamos por la existencia de los indígenas, afros, líderes, estudiantes, campesinos, policías, soldados, periodistas, profesores, sacerdotes, entonces apuntamos a lo fundamental. Por eso es necesario, en medio del conflicto, levantar la voz en defensa de la existencia humana.

Ustedes sentaron un precedente al dialogar entre autoridades religiosas y nativas para buscarle una solución a dicho fenómeno, ¿por qué hizo esto?

El diálogo con los indígenas ha sido una transversal en nuestra pastoral y evangelización. Los obispos del Pacífico colombiano, del suroccidente, y la misma conferencia episcopal, tienen un servicio pastoral social, que abarca hasta la atención a los pueblos nativos. El papa Francisco nos insistido en ello.  Ya el sínodo de la Amazonía es todo un acontecimiento en el ámbito mundial, valorando a las etnias. También el señor nuncio apostólico Luis Mariano Montemayor recalca en la importancia de dialogar con los indígenas.

¿Esto es un trabajo nuevo en el mundo católico?

La iglesia siempre lo ha hecho, pero es necesario acercarnos más, de quitar los muros que nos dividen, de superar situaciones que nos pueden distanciar más. Es urgente sentarnos y mirarnos como hermanos, y en la medida que crezca la confianza, ayudarles más, de valorar en toda su dimensión su trabajo, sus creencias y aportes, y claro está, para atender y comprender que es lo que piden o proponen.

Se esperaba un comportamiento así de monseñor Darío Monsalve, ¿pero por qué usted entró a coliderar dicha actividad como arzobispo de Popayán?

Desde hace varios años, los obispos de la jurisdicción del pacífico, es decir, desde el golfo de Urabá, todo el Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño, adelantamos una labor unificada, la cual apunta a la solución de problemas comunes para esta región, por eso como iglesia emprendimos actividades para solucionarlos. Dialogamos mucho con monseñor Darío, con el obispo de Tumaco, de Buenaventura y Quibdó para cumplir este propósito, basado en la fraternidad y la solidaridad.

Busca que su postura de dialogar como forma de solucionar los conflictos sea seguida por otros sectores de la sociedad colombiana. Estamos convencidos que el diálogo lleva, en el trasfondo, una espiritualidad. El mayor diálogo de Dios con la humanidad, es a través de la Santísima Virgen María, cuando le anuncia que ha sido elegida para ser la madre del salvador. En Cristo Jesús, el padre creador conversa permanentemente con nosotros, entonces, es necesario, porque se construye cultura y se alcanzan soluciones a los conflictos. Por eso, y si damos ejemplo de esto, el mensaje llegará a todos los niveles de la sociedad colombiana y se dará, entonces, espacios para solución de nuestras diferencias.

Con esta participación, ¿demuestra usted que hay una iglesia dispuesta a incluir la diversidad étnica y religiosa dentro de sus prácticas?

A mí gusta mucho ver a la iglesia caminando con los indígenas, con los afros, con los yanaconas, con los misak, con los nasas. Esto no solo pasa con la jerarquía, sino también con los catequistas, padres de familia, docentes, quienes son bautizados. Es gratificante ver como la lauritas, las vicentinas, las salesianas y las franciscanas están en la cordillera, acompañando a los nativos, viviendo con ellos. En cada parroquia, un sacerdote trabajando con estas comunidades, creo que la familia católica siempre ha estado en esa actitud, y si podemos ampliar esos espacios, nos hace bien a nosotros y a las poblaciones del Cauca.

¿La peregrinación a Tacueyó son los actos que ha pedido el papa Francisco para humanizar la iglesia católica?

El papa Francisco siempre nos da ejemplo. Vino a Colombia, estuvo en Villavicencio, ahí dijo que llegó, si es del caso,  a llorar con nosotros, a compartir la vida, el sufrimiento. Eso mismo lo hizo Cristo Jesús también. Entonces nuestro sumo pontífice encarna el evangelio, y en comunión con él, queremos estar cerca de todo aquello que sea humanización, de la sociedad, del mundo. Pasar de condiciones violentas a estados más humanos para alcanzar así la divinidad, convertir al hombre y a la mujer en seres más bondadosos y espirituales.

¿Esta peregrinación fue una apuesta para evitar un genocidio indígena?

La peregrinación a Tacueyó fue, originalmente, una propuesta de monseñor Darío. Mi idea era hacer una campaña en todo el país de tres minutos por la vida, pero ambas propuestas se unieron y se complementaron. Esto tenía varios mensajes. Uno, defendamos la vida,  pero también una denuncia de que la existencia está herida. De paso un llamado sobre que los indígenas están solos, ellos son nuestros hermanos, no los podemos abandonar. También dejar claro de que podemos entrar a esos territorios, que eso era necesario hacerlo para dialogar con ellos en sus espacios de vida y de trabajo.

Pero ustedes, los máximos jerarcas de la iglesia fueron más allá y adelantaron una jornada similar en el pacífico, ¿por qué estar en esos territorios apartados del Cauca y del país?

La iglesia siempre ha estado en esos lugares, es una propuesta de cercanía con las comunidades, de amor y compromiso hacia ellas, de martirio. No olvidemos a monseñor Isaías Duarte Cancino, arzobispo de Cali, asesinado por el narcotráfico y por las mafias, él estaba en las periferias, vivía el sufrimiento de los caleños, de los vallunos, entonces la familia católica sigue por ese camino y siempre lo hará de esta manera.

¿Usted como persona que recorre los territorios cómo se está viviendo el postacuerdo en una región como el Cauca?

Lo que sucedió en La Habana, Cuba, fue una experiencia maravillosa, de encontrar soluciones, de mirar el país de otra manera, pero han pasado los días, las semanas y esa paz parece muy frágil, por eso es necesario que actuemos a tiempo y las acciones que estamos realizando es para dejar claro el mensaje de que no hay que retroceder, de que avancemos y construyamos hacia el futuro. De ahí que todos tengamos algo que contribuir a la reconciliación del país porque no queremos volver a la pesadilla de la guerra, que nos azotó por cincuenta años en nuestros territorios y que desangró al Cauca.

¿Qué amenazas enfrentan las comunidades en la actualidad?

Puedo mencionar tres de las muchas que se pueden presentar hacia nuestras comunidades. Una de ella es la polarización, donde se la da prioridad a las ideologías y no al ser humano. La segunda es el narcotráfico, el cual se nos mete en distintas formas y nos hace cree que teniendo dinero,  alcanzamos todo. Otro riesgo es que pensamos siempre que el Estado siempre nos debe dar solución a todo, somos paternalistas, hace falta gestar desde las bases por eso hay que organizarnos para avanzar con nuestras comunidades.

¿Que falló en el Cauca que permitió que el narcotráfico prosperara?

Yo no diría que falló en el Cauca al responderle la pregunta. Tal vez tendríamos que ampliar el panorama y preguntarnos qué es lo que está fallando en el mundo, nos falta una postura global, coherente de las grandes potencias, de los consumidores, de aquellos que trafican con armas, que miren que esas ganancias que obtienen, muchas de ellas en Europa o Estados Unidos,  generan los muertos en el Cauca, creo que falta una unidad internacional para una respuesta global.

¿Tenemos una iglesia más cerca de las comunidades?

Desde la década de los sesenta, después del concilio vaticano segundo, la iglesia latinoamericana se ha caracterizado por una opción  preferencial por los pobres, no excluyente, con un recorrido por más de cincuenta años con las comunidades vulnerables, eso es la historia reciente. Pero si nos vamos a los orígenes de mi institución, apreciamos que siempre está el trabajo con menos favorecidos, construyendo escuelas, ancianatos, hospitales, carreteras, universidad, en fin, construyendo sociedad y desarrollo con las comunidades.

¿Sintió miedo al ir a una zona donde se están presentando esta clase hechos?

Eso siempre está presente en todos y está bien distribuido por igual, a cada uno nos tocó una buena dosis de miedo. Ese día, alguien se nos acercó y nos dijo en Caloto, que no fuéramos,  no entráramos y que iban atentar contra nosotros. Tras esto, oramos un momento, nos confesamos y nos preparamos porque realmente sabemos que estamos expuestos todos los días al riesgo pero con la certeza de que recibimos la compañía del señor y nada nos podrá separar del amor de Cristo que habita en cada uno de nosotros y de las comunidades.

¿Que le deja usted como máxima autoridad de la iglesia en el Cauca el dialogar con los nativos?
Hemos aprendido siempre que debemos estar en capacidad de acercamiento, de diálogo. El papa Francisco lo llama la cultura del encuentro, es un aprendizaje de todos los días y una praxis cotidiana con toda clase de personas y con diferentes pensamientos.

¿Hay que seguir aportando a la reconciliación entre los colombianos?

Este tema se adelanta a diario, empezando por las familias, por los lugares de trabajo y en los territorios, esto es necesario apostarle a esto, no es fácil pero es fundamental y estamos convencidos de que todos podemos contribuir, que como iglesia, con la fuerza del evangelio, los sacramentos y la eucaristía, vamos impregnar con el reino de Dios todos los espacios de la sociedad colombiana.

Existe la posición de sectores sociales, entre ellos el indígena, de no hablar más con el gobierno, ¿usted como líder religioso qué mensaje da frente a esa realidad?

Estoy convencido del gran valor transformador del diálogo, que significa escucharnos, hacer silencio para valorar al otro, respetarlo y no imponer lo que nosotros pensamos y esa es la apuesta. Yo invito, tanto indígenas como al Estado, al gobierno y a todos los actores para apuesten al diálogo, no se pierde nada y podemos ganar todo.

¿Cómo puede la Fuerza Pública ganarse la confianza de las autoridades indígenas y viceversa?

La confianza entre los distintos actores en los territorios, entre ellos la fuerza pública y las autoridades indígenas, se va logrando día a día, con actitudes serenas, sinceras, honestas, leales, con mucha responsabilidad y acciones concretas que van demostrando, en la cotidianidad, que nos respetamos como seres humanos, que nunca abusamos del poder y estamos dispuestos a escuchar al otro sobre los reclamos, las quejas para respetar los derechos humanos, conocer a fondo las culturas para acompañarlas de las mejor manera posible.

“Creo que todos lo podemos hacer, el de reconocernos como seres humanos,  que estamos dispuestos a ello porque es más lo que nos une, que las diferencias que nos dividen. Es más fácil crear puentes para entendernos. En esto los medios pueden hacer un gran aporte para superar todos los resentimientos, nos encontremos y nos demos la mano, para que en vez de espadas, tengamos herramientas para hacer progresar al Cauca”.

Cauca (Colprensa).