Diario del Cesar
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La ‘otra plenaria’ que se vivió tras la moción de censura al ministro de defensa

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El presidente del Senado, Lidio García Turbay, dio por terminada la sesión de la moción de censura al ministro de la Defensa, Guillermo Botero, pasadas las 10 de la noche de este martes.

El país terminaba así de seguir uno de los debates de control político más intensos de los últimos años, pero de inmediato en el mismo salón de sesiones arrancó otra especie de ‘sesión’ extraordinaria que no se vio a través de los canales oficiales y que resultó ser muy reveladora.

El plenario, que como de costumbre queda muy rápido desocupado tan pronto se levanta la sesión, en esta ocasión estaba casi lleno y dividido en dos: al costado derecho se ubicó el cabizbajo ministro Botero, junto con sus más cercanos asesores y un docena de militares y policías, entre ellos los comandantes de las Fuerzas Militares, Luis Fernando Navarro y del general Nicacio Martínez, comandante del Ejército Nacional.

El tema de conversación no podía sino el operativo en el que septiembre pasado cayó en combate alias ‘Gildardo Cucho’ en el Caquetá junto a 7 menores de edad, entre ellos una niña de 12 años. Datos que se habían hecho públicos poco minutos atrás cuando el senador y promotor de la moción de la censura, Roy Barreras, contó al país que en esa acción militar estuvieron de por medio menores de edad y que Botero no le había contado esa verdad al país.

Oyendo, más que comentando, se mantuvo Botero durante varios minutos, solo ponía atención al reporte que le daban los uniformados sobre como fue el operativo. Hojas, con al parecer reportes técnicos rotaban de mano en mano, carpetas se abrían y de la misma se leían, al parecer, esos datos que revelaban segundo a segundo a Botero en su mayoría los integrantes de ese grupo armado ilegal que fue repelido en un bombardeo del Ejército Nacional eran menores de edad.

Un personaje especial llegó en medio de una reunión extraordinaria: se trató de José Felix Lafourie, el presidente del gremio de ganaderos de Colombia, Fedegán, quien empezó a intervenir, de forma insistente, sin importar que su condición de líder gremial tal vez no le permitía estar allí. Pero justo a su lado, o más bien detrás de él, estaba la razón, su esposa, la senadora del Centro Democrático María Fernanda Cabal, quien fue su aval para que él se metiera en la conversación entre la cúpula militar y su jefe, el ministro de la Defensa.

Y aunque las lámparas del salón ya se habían apagado, las pocas que se mantenía prendidas servían para ver los gestos y movimientos de quienes permanecieron en el salón después de la agitada moción de censura. Molesto por los espectadores, que expectantes, les miraban desde una una cabina, se le vio al comandante de la Policía Nacional, el general Óscar Atehortúa.

Había razones para que el general estuviera atento a los espectadores, pues eran más de una decena de periodistas quienes miraban muy atentos todos los detalles de la conversación en la que siempre estuvo de presente las razones por las cuales la operación militar en que murieron esos menores sí estuvo ajustada a la ley.

Así, y ese costado, se mantuvo Guillermo Botero durante más de 20 minutos antes de pasar al otro lado del salón para hablar con el senador y expresidente Alvaro Uribe, a quien se le notaba su molestia por lo que pasó minutos antes, y quien no podía ocultar su molestia, pues su voz era la que más se oía resonar en el plenario.

Lo primero que le escuchó fue un regaño a sus senadores, a los cuales les reunió y les reclamó en tono enérgico que no se defendió al ministro Botero durante el debate, liderado por Roy Barreras.

En defensa de Botero solo intervinieron por el Centro Democrático las senadoras María del Rosario Guerra y Paola Holguín, quien coincidieron en decir que los reales responsables de la muerte de los menores fueron los propios guerrilleros que los reclutaros y no el Gobierno y, mucho menos, el ministro. La otra voz que se alzó en defensa del titular de la cartera fue la de Ernesto Macías, el expresidente del Senado quien le reclamó al actual directivo de la corporación, Lidio García, que el próximo 13 de noviembre, fecha en la que se votará la moción, la audiencia sea pública y nominal, y no secreta como reclamó que fuera el citante Roy Barreras.

Pero el reclamo de Uribe a sus congresistas en esta ocasión no fue recibido a boca cerrada. Algunas le comentaron que al parecer al ministro Botero los altos mandos no le cuentan las cosas de lleno y le mostraban la reunión que se daba al otro lado.

Entonces Uribe diseñó, como sacado de la manga, un plan rápido de defensa al Ministro, de ahí que desde las barras se le escuchaban sus palabras de “los niños, los niños, los niños”. Con esos coros era claro que buscaban que la estrategia era decir en los medios y las redes sociales que los menores de edad fueron víctimas, que los reclutaron, y que la historia de horrores las Farc se seguía repitiendo pese a la firma de la paz.

Fue, además, enfático al decir a sus congresistas que Botero no se supo defender, razón por la que él tuvo que salir a defenderlo y a pedir que volviera a hacer precisión sobre el caso de los menores y el de Flower Trompeta, un joven que al parecer murió en hecha que comprometería a miembros del Ejército, cuando ya había terminado de intervenir.

Así incluso se lo dijo Uribe después al propio ministro Botero, cuando se desplazó hasta su posición en donde habló con él por más de media hora sobre los hechos que estaban generando esta nueva controversia. La emotividad de Uribe subió más de nivel cuando vio que una joven periodista le grababa desde las barras, por lo que le reclamó a viva voz que no lo hiciera, pero ella de forma concreta le dijo que ese era un espacio público y no le puede impedir hacerlo.

De inmediato, en el salón uno de los mandos de la Policía ordenó a dos de sus agentes a que subiera y bajara a los medios, sin tener razón alguna para hacerlo. La controversia entonces subió, no de tono pero sí de piso. Y es que al intentar bajar a los comunicadores, entre ellos a los de Colprensa, Semana y El Espectador, los oficiales no tenían razón válida para hacer cumplir la orden.

Al ver que fue fallido su cometido, tan solo pudieron contar al general, quien volvió a insistir, pero revertió su orden cuando escuchó que uno de los periodistas le interpelaba y decía, en tono fuerte desde las barras: “General evite tener otro escándalo más esta noche, ¿seguro quiere sacar a los medios?”.

La ‘otra’ plenaria, la que se vivió después de la principal, terminó casi sobre las once de la noche. Ya fuera del plenario y con las luces y los micrófonos sobre él, Guillermo Botero, incluso más desencajado de lo que lucía antes, respondió de forma lacónica a los medios la pregunta sobre los menores muertos y dijo: “Nosotros manejamos información de carácter reservado”. En el mismo tono, muy monosilábico, respondió a la preguntan de si se iba a ir: “No, yo no voy a renunciar”.

Rápido, en silencio, y acompañado ahora de la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, Gillermo Botero salió del Capitolio Nacional por la Plazoleta Núñez, la cual tenía en ese momento abierta completamente la reja que conduce a la Casa de Nariño. Allí llegó a una reunión con su jefe, el presidente Iván Duque a dar un parte de cuentas y montar la estrategia de cómo le iba a decir al país, al otro día, lo que pasó en ese campamento en donde murieron 7 menores de edad.

BOGOTÁ (Colprensa).