La jornada electoral de ayer volvió a desnudar de cuerpo entero un sistema endeble, perverso y corrupto, como lo es en definitivas nuestro sistema electoral. Más fueron las falencias que las virtudes. Falencias que desde luego fueron imposibles de atender por una Registraduría Nacional del Estado Civil que no ha sido propiamente ejemplo para la democracia, sino todo lo contrario, cómplice de todas las vicisitudes por las que tienen que pasar los ciudadanos para ejercer su derecho al voto.
Ya se estaba advertido de la debacle que iba a ocurrir, sencillamente por que el actual registrador Juan Carlos Galindo Vácha, más interesados en el manejo de los contratos que se derivan de la organización electoral, que del mismo proceso en sí.
Lo observado ayer en Valledupar y el resto del Cesar fue el reflejo de lo que ocurrió en otras regiones del país, donde el único responsable es la Registraduría, la misma que no merece la confianza de los colombianos ni de la sociedad democrática de esta Nación. Los delitos perpetrados en contra del sufragio desde la misma Registraduría no pueden quedar impune. Desde la falta de previsión, la designación oportuna de los jurados, la ausencia de material electoral hasta la falta de implementación de mecanismos ágiles y seguros que hubiesen permitido una mayor concurrencia de ciudadanos a las urnas, dejan al descubierto la monumental ineficacia de la Registraduría, el enorme grado de complicidad de su titular para que ocurrieran los desmanes que por ejemplo, se presentaron en el departamento del Magdalena mas concretamente en Pijiño del Carmen, donde una banda de desadaptados sociales con visos criminales y delincuenciales, patearon las urnas, destruyeron el material electoral, actuaron como ´Pedro por su casa´, ante la vista inclusive de los miembros de la Policía que no hicieron el más mínimo esfuerzo por impedir por mandato de la ley que se consumaran esos hechos que solo tuvieron como único propósito el de destrozar la voluntad popular. Hoy mismo la Fiscalía debe encausar a estos individuos y sobre ellos debe recaer todo el peso de la ley. Y aquí es donde le nace la ´quinta pata al gato´: la Ley. Es apenas natural que la Registraduría por sí sola no puede corregir todos los entuertos de un sistema vencido y corrupto. De un sistema electoral en el que cada día menos confían los colombianos. Un sistema que merece y es urgente llevarla a cabo, una profunda reforma política que solo una Constituyente es capaz de introducirle. Dejarle esa labor al Congreso es como poner al ratón a cuidar el queso. Además, el Legislativo ha dado muestras inequívocas de que no está interesado en extirpar los vicios que hoy tiene el sistema porque quienes lo conforman hacen parte del entramado. De tal manera que no nos extrañe que los criminales que violentaron las urnas, destruyeron el material electoral e impidieron que la comunidad se manifestara en las urnas, no les pase nada. Pero ojalá que la Fiscalía y demás autoridades vayan detrás de los autores intelectuales, no solo de los peones que con sevicia y barbaridad ejecutaron un plan preconcebido, un plan que ya tenían acordado los que iban detrás del botín mayor de ese pobre municipio magdalenense, preñado por la desesperanza, la corrupción, el gamonalismo y la pobreza.
No podemos decir que la jornada electoral de ayer en esta zona del país fue exitosa. De pronto exitosa para quienes ganaron en la contienda porque cumplieron con su propósito, pero a juzgar por lo que ocurrió, las elecciones fueron un fiasco, sembrada de muchas ´minas´ frente a las cuales valdría la pena que la institucionalidad y la misma sociedad se detuvieran a considerar si eso es lo que merecemos de democracia, o por el contrario; llegó la hora de que tengamos la valentía, el coraje y la decisión para decir no más a un sistema corrupto y vencido. A un sistema político y electoral donde la esencia sagrada de la democracia, la transparencia no existe y estamos permitiendo con nuestra indiferencia, con la indolencia que observamos las cosas, que lo poco que queda de ella, quede al vaivén de los deseos y el querer de unos pocos en contra de la inmensa mayoría de ciudadanos que también resultan cómplices por ser alcahuetas de algo que desde hace mucho rato debimos enfrentar con decisión y no lo hicimos.
Mañana nos referiremos a los ganadores, al desarrollo final de un proceso que en este departamento tuvo connotaciones en las que el ciudadano se expresó, y no hay que perder de vista que aun cuando lo hizo, hay otras consideraciones que no se pueden pasar por alto. Por ahora, serenidad para asumir lo ocurrido.