Una explosión de talento al servicio del vallenato
POR:WILLIAM ROSADO RINCONES
No todo el mundo recibe en la fecha de su cumpleaños, un regalo que después se convertiría en un tesoro permanente, eso le paso a Carlos Bloom, hoy posicionado como el más exitoso representante artístico del vallenato, y no fue un obsequio material, el presente era intangible, pero ofrecido por un ser de espíritu noble, era un boleto imaginario, para que entrara a la galería de la expectativa y los sueños, lo que en poco tiempo tendría un despertar con una luz resplandeciente al final de ese túnel expedicionario.
Apenas arrancaba un nuevo año, era 2 de enero y Carlos aún tenía la resaca de la fiesta de despedida del año viejo, y retumbaba en sus oídos el tema de la tradicional canción de ‘Billo’ Frómeta: “Año nuevo, vida nueva, más alegres los días serán” cuando un genio se asomaba a su puerta y lo estaba invitando para que frotara la lámpara maravillosa que le cambiaría la vida.
Ese protagonista, era nada menos que Silvestre Dangond Corrales, un cantante aficionado, que llegó con una canasta de ensueños y un rosario de esperanzas terciadas en el pecho, en aras de entrar a las grandes ligas la música vallenata, Silvestre había llegado con otro soñador, este sí, venía de una cepa familiar de gran calado en el mundo vallenato, ‘El Coco’ Zuleta, hijo de Emilianito, el celebérrimo acordeonero de Los Hermanos Zuleta.
Venían tras ‘El Dorado’ emulando la expedición de los conquistadores españoles que buscaban un cacique que se bañaba con oro en el recién descubierto territorio americano. Aquí esa leyenda apuntaba a encontrar un representante que los condujera a la recolección de los temas para grabar su primera producción musical, y ese cacique criollo, les habían dicho, que vivía en la carrera 12 del barrio San Carlos hasta donde llegaron con el alma congestionada de esperanza en aquel comienzo de año.
Ahí al frente tenían a Carlos Bloom que ya era amigo de ‘El Coco’, quien a su vez le presentó a un mono gordito llamado Silvestre, que a sus 20 años quería abrirse fronteras, después de haberse levantado entre las parrandas de su padre William Dangond, un ameno personaje, aficionado al canto, y que se codeaba con los mejores artistas del momento y que alcanzó a grabar un LP con Andrés ‘El Turco’ Gil.
Ya Carlos había dado sus pininos exitosos como manejador de Peter Manjarrés y Juancho de La Espriella, quienes también buscaban la vía de mostrar el talento con el fin de abonar el relevo generacional en los grupos vallenatos. Bloom sintió que en ese tubo de ensayo se avizoraba una química explosiva de talento con la que se podría gritar la eureka en poco tiempo, por eso no dudó en tenderles la mano.
La decisión se la aceleró el timbre de voz que le sintió a Silvestre tras la interpretación que a manera de ensayo le hizo con su guitarra. Sin tener una bola de cristal, Carlos sabía que acababa de llegar a sus manos un diamante en bruto que necesitaba las manos expertas de un conductor, por eso sus ganas le sobraba para asumir esa responsabilidad, pero sin sospechar que quien acababa de encontrar el famoso Dorado, era él.
SUS INICIOS
El rol de la música le llegó a Carlos, tal vez por antonomasia, había nacido en El Molino, La Guajira, una tierra donde la banda principal se llama: ‘Rita Cecilia’, coincidenciamente, así se llama la mamá Carlos, y que a su vez, es la patrona de los músicos. Además, había conocido de cerca las historias de Francisco Irenio Bolaños Marshall, ‘Chico Bolaños’, el más grande acordeonero que haya parido la provincia, también, sus oídos habían escuchado hasta la saciedad las tonalidades de Beto Zabaleta y Elías Rosado, la agudeza más profunda de garganta alguna, aparte del sonido de los acordeones de los Hermanos Meriño, todos, sus paisanos, que con su talento habían sacado del anonimato a la tierra de San Lucas y del padre Serrano.
Cuando su mamá, Rita Urbina decide buscar otros ‘hilos’ progresistas, pues trabajaba con la empresa de correos del momento en El Molino, busca el traslado para Valledupar, con este cambió pareció que su pequeño hijo, Carlos, que apenas llegaba a los 6 calendarios, hubiese ‘telegrafiado’ su futuro a expensas de la música, su nueva casa en el barrio Gaitán, le permitió crecer en un ambiente artístico, muy cerca solían llegar o frecuentar artistas ya con sus nombres cimentados en el folclor, con los que se fue relacionando, tales como: Los Carabalí, Rivadeneira, Omar Geles, Miguel Morales y Farid Ortiz entre otros, con quienes le comenzó a despertar la pasión por la música.
Esta experiencia de adolescencia lo llenó de requisitos, y comenzó a mirar de cerca el trabajo de sus antecesores en estas lides de manejo de grupos, a quienes les llamaban representantes, y de quienes hoy es su gran amigo en su mayoría, por eso, ante la pregunta: ¿a quién le aprendió?, no se atreve a dar nombres de patrones que hayan incidido en su éxito, pero si les reconoce el talante de sus épocas y responsabilidades en cada uno de sus patrones musicales, y los califica de virtuosos.
“Pero gran parte de mi formación la aprendí en la universidad de la vida, y dándole, comenzando con Silvestre, después, me fui perfeccionando, estudiando, relacionándome, y ahí fui aprendiendo muchas cosas” sostiene el representante de Silvestre Dangond Corrales.
TRABAJO Y SUPERACIÓN
Manifiesta el relacionista, que se siente mucho orgullo trabajar con un ídolo como Silvestre Dangond, pero, ante todo, una gran responsabilidad: “Aquí hay que trabajar a 220, acá, no se puede trabajar A 110, hay que trabajar con mucha pasión sin dejar pasar detalles, pero se siente alegría, y ante todo responsabilidad”
Agrega así mismo, que, para afrontar el reto, en principio, no tenía ningún estudio al respecto, pero le sobraba la pasión y las ganas, pero después a medida que el artista fue creciendo, le ha tocado estudiar ciertas cosas a través de seminarios y cursos en Colombia y el exterior para estar a la vanguardia, y sentencia qué: “si no estamos actualizados, nos quedamos”.
Su relación a estas alturas con Silvestre Dangond, es más familiar que empresarial, el mismo vocalista lo ha manifestado en público y reitera sentir por Bloom el cariño de un hijo para con el padre, por todo lo que hiso con él cuando apenas empezaba aquel bendito día de enero en que le tocó las puertas, lo que lleva ya un recorrido cronológico de 19 años.
Lo conoce tan bien, que sabe de su fuerza espiritual y lo describe como un ser con profundas raíces cristianas, sin ninguna ínfula ni tendencia de superstición. Asegura que la responsabilidad con cada escenario le hace en algunas ocasiones ponerse ansioso, lo que ya es considerado natural ante el reto que se debe enfrentar, “Pero ese hombre cuando se sube es un tigre que se quiere comer la tarima”, argumenta.
Carlos Bloom es un hombre feliz en el ejercicio de estas funciones, manifiesta que: “este es uno de los sueños que Dios me cumplió, trabajar en lo que yo hago. Es que esto yo se lo había pedido hace muchos años cuando me picó el bicho de la música cuando me vine de Bogotá a Valledupar, es un trabajo estresante, supremamente estresante, depende el artista que se maneja, pero definitivamente es mi felicidad”.
A la pregunta de ¿a quién proporcionalmente se le puede considerar el más grande entre Diomedes Díaz y Silvestre Dangond?, Carlos Bloom rápidamente contesta: “Diomedes Díaz es incomparable, yo no puedo comparar a Diomedes con Silvestre, ni a Silvestre con Diomedes, eso es una cosa que se sale de los parámetros, y no es un cumplido, ni lo hago por formalismos, todo el mundo sabe que es así. Diomedes es lo más grande, y además pienso que sería irremplazable, de pronto le faltó vivir en los tiempos digitales de las plataformas y redes sociales en donde el contacto es más rápido y mediático” concluye Carlos Bloom Urbina.
Para ser representante de una figura gigante hay que aprender a nadar en dos aguas en los aspectos contractuales, es decir manejar la informalidad que es común en la firma de los contratos en Colombia, con la rigurosidad de los compromisos a nivel internacional que ya implican la seguridad, la logística, los camerinos. Asegura Carlos que, se siente el cambio cultural y es como se dice popularmente: “otro mundo” salir a Estados Unidos o a Europa, hay más organización y responsabilidad, pero, en el aspecto emocional su artista se siente más enchufado, es en cualquier población colombiana.
Para mantenerse a la vanguardia en este tipo de cargos, hay que tener las perspectivas abiertas, por eso Carlos, prácticamente no duerme y tiene en mira seguir conquistando esos mercados hasta donde aún no se ha llegado. El propósito es buscar los horizontes de otros países, lo que hace custodiado también por un gran equipo que le acompaña, entre estos: Basilio Horta Paz.
HASTA LA VOLUNTAD DIVINA
Bloom piensa que estará con Silvestre hasta que Dios se lo permita. “él será el que decida, y el mismo Silvestre que es el dueño del balón”, pero asegura que ahí se está es para apoyarlo, y que él entre otras cosas, siente a Silvestre es como a un hijo, pero independientemente a ese cariño si no hay resultados no se puede continuar, como en toda empresa. “Lo que yo procuro es hacer mi trabajo bien, para sostenerme y seguir a su lado que es lo más importante.”
A pesar de toda la importancia y el perfil de Silvestre Dangond, su representante dice que mantienen las mejores relaciones afectivas con los medios de comunicación, a pesar de que algunos lo critican, pero la madurez de los años les ha dado la tolerancia suficiente para no reaccionar, especialmente con el amarillismo que según Bloom se metía en terrenos inaceptables que a veces lo irritaban.
Eso ya está superado y puntualiza que, ha sido tan larga la relación con algunos que, lo que hay es un profundo cariño y respeto. La expansión de esta agrupación ha permitido que su equipo también crezca, por eso para mantener la conexión con las diferentes empresas mediáticas obligó la ampliación del equipo de prensa con una oficina en Estados Unidos; Gustavo Rincón quien tiene la oficina nacional en Bogotá y una más en México, y Carlos Mario Jiménez, quien maneja a Valledupar y su zona de influencia.
La vida del artista no es como lo piensan, “que muchos la creen bonita, y es lo suficiente amarga” como una vez lo narró Máximo Móvil. Por eso, a todas esas comodidades de hoy, en parte, le anteceden episodios no agradables o difíciles, a las que Carlos Bloom dice que, son pocas las vividas con Silvestre, precisamente, por su responsabilidad, pero recordó que hace muchos años algo les pasó en Barrancas, La Guajira.
“Veníamos de Maicao de un día de campo, pero Silvestre por el sobrepeso que tenía antes, se complicó en la salud, le busqué un médico tenía la presión alterada por lo que pidió reposo, resolvimos cancelar la actuación, de ahí en adelante optamos por no firmar dobletes, creo que esa y en otra ocasión por cuestiones de vías no pudimos llegar a Sibaté, de resto, somos un grupo muy cumplidor”
Carlos Bloom a pesar de la gloria alcanzada y la madurez profesional, nunca se ha salido de la ropa, y todo lo que respira es agradecimientos a Dios por encima de todo y a Silvestre porque le llegó en el momento oportuno cuando venía en una profunda crisis luego de haber abandonado sus estudios en Bogotá, llegó a Valledupar ya con un hijo y el horizonte no matizaba más allá del cerró pintao de Villanueva en límites con su pueblo El Molino.
Manifiesta que no es una persona adinerada, pero le da gracias a Dios por las bendiciones que le ha permitido darle unas comodidades a la familia y educación para sus hijos, dice no pertenecer a ninguna asociación ni a clubes, que al único Club que asiste es al ‘Bololó’, una cofradía selecta que se reúne en un sitio parroquial en Valledupar, y allí comparte la presidencia honoraria con Rafael ‘El Taty’ Jácome, un amigo de infancia y con un grupo de locutores y periodistas encabezados por Korak Pérez y Carlos Cadena, en donde no se habla de Silvestre, solo se escuchan aquellos vallenatos que hace años no suenan en las emisoras, como: Kate Martínez, El Tombe Arias, Pacho Rivera, Toby Murgas, El Socio Celedón, Edgard Peñalosa, Miguel Dede, Fredy Andrade, entre otros.
Así suele desestresarse este trabajador de la música que pasa la mayor parte de su vida entre hoteles, aeropuertos y conciertos. Y que define a Silvestre Dangond en 10 palabras: “Silvestre Dangond, definitivamente es un apasionado ‘irreverente’ de la música”.