Diario del Cesar
Defiende la región

Más que pulmón, el Amazonas es puro corazón

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Todo comienza con un desierto de sal, y aunque sea sorprendente, este es el inicio de una historia que explica que una metáfora más idónea para la selva amazónica es verla como el corazón del mundo, no como su pulmón.

Hace cerca de 20 días el Amazonas arde a una velocidad récord y es común leer las manifestaciones de la gente en redes sociales con la etiqueta #PrayforTheAmazon, acompañadas con mensajes por “el pulmón del planeta”. El escritor de ciencia ficción Pedro Chávez Aguado llamó la atención en Twitter sobre la importancia del Amazonas que resalta al destacarlo como el corazón del planeta.

La serie documental de National Geographic, denominada One Strange Rock (Una roca extraña), también lo aborda de manera detallada. Producida por Darren Aronofsky y narrada por Will Smith, la serie muestra a la Tierra como no es común que se le mire: desde el espacio. Por eso los narradores son los astronautas, entre ellos Nicole Stott, Mae Jemison y Chris Hadfield, quienes han visto al planeta a 400 kilómetros de distancia desde la Estación Espacial Internacional. La serie usa una narración novedosa con planos en zoom in y zoom out a regiones que ayudan a aclarar cómo es que el mundo está interconectado.

El canadiense Hadfield, quien pasó 166 días en el espacio, cuenta en el primer capítulo de la serie que el único planeta del Sistema Solar con un medio ambiente rico en oxígeno es la Tierra. Y como esto ya se sabe, la pregunta que debería hacerse aquí es ¿cómo es que hay suficiente para todos?

La historia inicia con las tormentas de arena que viajan sobre el Océano Atlántico y llegan hasta la Amazonia. El astronauta cuenta que aproximadamente 27 millones de toneladas de ese polvo caen del cielo en la cuenca del Amazonas como el fertilizante perfecto y conforme crecen las plantas y los árboles, convierten el dióxido de carbono en oxígeno.

Un árbol puede producir lo suficiente para mantener a dos personas y la Amazonia tiene un poco más de 5 millones de kilómetros cuadrados, produce veinte veces más oxígeno del que todas las personas sobre la superficie de la Tierra podrían consumir. No obstante, la vida en esta región suramericana requiere oxígeno y se consume todo lo que produce. Incluso le queda faltando.

La climatóloga Rosa María dos Santos aparece en la serie contando que la torre Atto –la más alta de América del Sur con 325 metros de altura, alojada en medio de la selva tropical– ha ayudado a entender cómo es que respira el planeta. En la serie expone que los árboles y las plantas succionan el agua del suelo y al llegar al punto más alto, la combinación del sol y el viento se convierten en un río caudaloso: un río volador. Rosa explica que con la torre se puede medir el “río” con exactitud, y si fuera uno normal sería el más grande del planeta, incluso más grande que el Amazonas debajo de él.

Así que el bosque tropical ayuda a respirar pero no por el aire, sino por medio de un río inimaginable: el cielo.

Chris Hadfield continúa contando cómo el río de nube fluye por todo el sur de América, hasta que su recorrido choca con un muro de 8.900 kilómetros de largo y hasta 6 kilómetros de alto: los Andes. Las nubes se condensan y se vuelven gotas de lluvia que bajan por laderas y fluyen directo hacia la cuenca del Amazonas, erosionan las rocas y las convierten en sedimento hasta que todos los nutrientes llegan al océano. Sorprende que estos sedimentos se alojan en un grupo de algas unicelulares cuatro veces más delgadas que un pelo humano llamadas diatomeas: un organismo al que sí se le podría llamar el pulmón de la Tierra.

Las diatomeas usan parte de la roca deshecha para crear conchas nuevas y así reproducirse. Su población se duplica a diario y cada una comienza a producir oxígeno. Así el ciclo continúa.

Por esto la bióloga y magíster en estudios latinoamericanos Brigitte LG Baptiste, y quien fuera la directora del Instituto de Investigaciones Biológicas Alexander von Humboldt, reflexionó sobre la idea del Amazonas como un corazón: “Me gusta mucho la metáfora porque claramente el Amazonas es uno de esos grandes ecosistemas que palpita al ritmo del planeta por su tamaño y porque bombea agua –como sangre–, río abajo de los Andes –desde Colombia, Venezuela, Surinam, Guyana, Perú, Ecuador, Bolivia– hacia el Atlántico, llevando todas las “células”, la vegetación y la biodiversidad, y alimentándolo. Luego a través del calor que provee el Sol la bombea de nuevo hacia los Andes por ese río aéreo que circula de Oriente a Occidente y del que habla Will Smith en la serie”.

Ella y otros conservacionistas coinciden en que esta imagen “conjuga mejor con el tamaño real de la selva y su papel planetario”. Respirar se da por sentado, pero para hacerlo hay que agradecer al viento del Sahara, al río en el cielo, las diatomeas y demás.

MEDELLÍN (El Colombian).