2019 no para de encadenar récords de temperatura. Ha quedado científicamente comprobado que el julio fue el mes con la temperatura media mundial más alta jamás registrada. Ha superado por 0,04 grados centígrados a julio de 2016, hasta ahora el mes más cálido. Durante estos dos meses se han sucedido por el mundo olas de calor, que han acelerado el deshielo de glaciares y por acá cerca, en la Sierra Nevada de Santa Marta tenemos las primeras consecuencias funestas: los picos Bolívar y Colón ya no está cubiertos de nieves.
Más allá de estas marcas históricas, que han situado la temperatura media de julio en el mundo en 16,6 grados, los científicos ponen el foco en la concentración de años más cálidos de lo normal durante este siglo en general y este último lustro en particular. La tendencia de calentamiento no se limita a julio, informa Copernicus en su boletín mensual. Cuando miramos hacia atrás, a los últimos cuatro años (entre 2015 y 2018), se descubre que han sido los cuatro años más calientes del registro, ha indicado este servicio.
La mayoría de los gases de efecto invernadero que genera el hombre proceden de la quema de los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). Y el punto de inflexión que se suele tomar es la Revolución Industrial, cuando esos combustibles se convirtieron en la sangre del crecimiento económico. También se toma ese punto de finales del XIX para establecer las metas de los tratados internacionales de lucha contra el calentamiento. Por ejemplo, el Acuerdo de París establece que, para que el cambio climático se quede dentro de unos límites que resulten manejables, el incremento de la temperatura a final de siglo no debería superar los dos grados centígrados respecto a esos niveles preindustriales. Y en la medida de lo posible dejarlo por debajo de los 1,5 grados.
El calor extremo es grave, sus consecuencias aún peores y la indiferencia es el punto de inflexión. Cuando el 25 de julio los termómetros en Francia, España y Alemania marcaron por encima de los 42 grados centígrados y en Holanda y Suiza superaron los 41, se supo que cualquier récord promedio en Europa se había roto. Pocos días antes el sur de Francia se había recalentado hasta alcanzar los 46°C, mientras que en el Medio Oriente Kuwait ardía a 63°C, número impensable aún para la Nación con los veranos más calientes del mundo.
Infortunadamente, para la población mundial y para la Tierra no es un hecho insólito, ni será un caso atípico e irrepetible a futuro si se tiene en cuenta que nueve de los diez meses más calurosos de la historia moderna se han presentado entre el 2005 y el 2019, cinco de ellos en los últimos cinco años. De hecho la temperatura del julio que acaba de pasar estuvo 0,95°C por encima del promedio de todo el Siglo XX, según la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de los Estados Unidos.
Si las previsiones de los meteorólogos se cumplen, el 2020 será peor, el siguiente aún más y así sucesivamente, por lo cual se evaporan las esperanzas de impedir que la temperatura global suba más de 1,5 grados en el futuro próximo. Las consecuencias actuales se evidencian por ejemplo en el deshielo sin precedentes de la Antártida y el Ártico que llegó en este julio a 105.671 kilómetros cuadrados cada día, muy por encima de los 79.000 Km2 diarios que se derritieron en el 2010.
Que las temperaturas suban como sucede hoy también influye en la escasez de agua que afecta ya a la tercera parte de la población mundial. Hay 2.600 millones de personas que viven en zonas de estrés hídrico, es decir donde las fuentes de abastecimiento no son suficientes para atender la demanda o están en camino de acabarse, como sucede en India, España, el Medio Oriente, Sudáfrica. México y Chile, en América Latina, se encuentran en esa situación, mientras que en Brasil, donde aún hay abundancia de agua, la gigante Sao Paulo padece de sed.
Las consecuencias de ese calentamiento extremo son múltiples y afectan a la par a los seres humanos, a la vida animal y vegetal, a los ecosistemas y en general a la Tierra. Naciones Unidas ha convocado para el 23 de septiembre próximo, en Nueva York, una nueva reunión de países para definir cómo contribuirá cada uno a detener el cambio climático y a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. La invitación ha ido con regaño incluido por parte del Secretario General de la ONU: “No vengan con discurso, vengan con planes”.
Cada acción individual contribuye, pero para que tengan el efecto esperado se necesita del compromiso mundial. Si no, este calor extremo consumirá poco a poco al Planeta, lo transformará y tendrá efectos aún indefinidos para todo lo que habite en él.