El viento y el frío pegaban con tanta fuerza en la Plaza Los Comuneros de Zipaquirá que hasta se sentían calambres en los pies. Pero entre las 10.000 personas que abarrotaron el parque principal de esta localidad cundinamarquesa, pocas cedían un centímetro.
Firmes admiraban una constelación de estrellas que le dio brillo a Colombia y aguardaban, con paciencia y orgullo, por la aparición de la más reciente: Egan Bernal, quien creció en la población y a la que regresó como campeón del Tour de Francia, hazaña que en 107 años de la prueba más prestigiosa del mundo no había logrado ningún compatriota.
La espera de Bernal no resultó eterna gracias a la presencia de viejas glorias del ciclismo nacional.
Apoyado en los brazos de sus familiares y con las piernas entre dormidas por aquello de que “los años no vienen solos” (89 de edad), el primer campeón de la Vuelta a Colombia, en 1951, el “Indomable” Efraín Zipa Forero, sacó fuerzas para no perderse la llegada de Bernal. “Es que lo que logró fue único, soñado, era imposible perdérselo”, comentó Zipa (llamado así porque nació en esa misma población), quien con un traje azul de lino estuvo a la altura para la ocasión.
Con él desfilaron otros ilustres que marcaron un camino glorioso para el pedalismo nacional: Martín Emilio Cochise Rodríguez, Rafael Antonio Niño, Roberto Pajarito Buitrago, Patrocinio Jiménez, Lucho Herrera, Fabio Parra y Mauricio Soler. Estrellas de varias épocas del ciclismo.
Y antes de que Bernal les agradeciera por acompañarlo, así como al río humano que se hizo presente, el corredor rompió el protocolo para rendir homenaje a la memoria del pedalista belga Bjorg Lambrecht, quien falleció hace tres días en pleno Tour de Polonia. En ese instante, como por arte de magia, el frenético bullicio se esfumó por un minuto.
“Es muy duro, estoy triste, compartí muchas carreras con él y uno lo siente cercano”, dijo el corredor mientras se le quebraba la voz.
Tras ello, Bernal recibió otra salva de aplausos que respondía a su expresión sensible para con el ciclista caído. Agradecido
En su discurso, ese que no hacía mover ni a un alma de los balcones de tapia del parque principal, el rutero de 22 años enfatizó que por más adversidades que se presenten en el camino, lo importante es seguir luchando por lo que se quiere.
Recordó que vivió en el barrio Bolívar, con una problemática seria en Zipaquirá. También que sus padres recorrieron todo el municipio pagando arriendo, y que su mamá (Flor), que era floriculta y laboraba en casas de familia, y su papá Germán, quien era celador, y su hermano Ronald, llegaron a vivir en una sola habitación.
“Si me dicen, en ese momento, que iba a ser el campeón del Tour de Francia no lo hubiera creído. El mensaje que les quiero dar es que si una familia normal y humilde como la mía salió adelante, las de ustedes también, solo hay que tener esperanza y soñar”, contó luego de mencionar a las personas que apoyaron su talento para el ciclismo, los entrenadores Fabio Rodríguez y Sergio Avellaneda y el promotor Pablo Mazuera.
“Este muchacho es un regalo de Dios, yo solo le pido que no cambie su forma de ser, porque todo el mundo lo aprecia, pero también le expreso al pueblo que no lo vaya a tratar mal el día que no gane”. Así habló Rodríguez sobre el alumno más avanzando que ha tenido.
Con los pies en la tierra
Bernal asegura que aunque ganó el Tour seguirá entrenando con normalidad por las montañas de Cundinamarca. Aunque pidió un poco de entendimiento frente a esas personas que lo asedian, pues hay momentos en los que deseará descansar y compartir con sus seres queridos.
Y tuvo tiempo para reflexiones más profundas, al decir que a la vida hay que sacarle lo positivo. “Si nos caemos, pues nos levantamos otra vez, pero con el doble de ganas para lograr lo que queremos”. Dice que esa fue una de las claves para superar la lesión de clavícula que lo privó de competir en el Giro de Italia y lo que lo llenó de valor para llegar al Tour de Francia.
Frente a lo deportivo expresa que quiere disfrutar este momento; sin embargo, muestra gran ambición. “Mucha gente habla de que tal vez pueda ganar otro Tour, lo único que quiero es disfrutar, montar en bicicleta. Si puedo marcar una nueva era sería genial, sino, igual, seré feliz porque ya hice algo importante para Colombia”.
Vestido de sport, moderno, con pantalón negro y camiseta blanca, contó con humildad que si le toca trabajar para Chris Froome o Geraint Thomas en la próxima edición de la ronda gala, lo hará.
“Es que somos un equipo sin importar quién gane. Siempre he dicho que la carretera pone a cada quien en su sitio, lo que sí sé es que me voy a preparar con la misma entrega e ilusión para llegar allí en mi mejor nivel, sería un honor ser líder y que me ayudaran y si no el sentimiento es igual hacia ellos. Cuando se gana un Tour quieres ir por el segundo, luego por el tercero y así, esto es como una droga, cada vez quieres más, soy aún joven, hay que esperar qué pasa”.
Y, al final, después de casi dos horas plantado en la tarima, tuvo palabras de elogio y reconocimiento para Nairo Quintana, subcampeón del Tour en 2013 y 2015 y tercero en 2016, de quien dijo tiene las condiciones suficientes para darle más alegrías al país.
Y tal como llegó, en medio de aplausos y vivas, se despidió ese chico noble y sensato que enamora en carretera y fuera de ella. En Zipaquirá ya piensan hacerle una estatua. Por lo pronto, un mural de unos ocho metros de largo y cuatro de alto con su rostro fresco y arropado con el amarillo del Tour, ya empieza a ser tan visitado como la Catedral de Sal, dos maravillas de esta rica población.
El Colombiano.