Diario del Cesar
Defiende la región

Las inolvidables huellas de un juglar

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Luciano Gullo Fragoso se aferró a la vida ‘arrastrando’ recuerdos con una velocidad mental que contrastaba con su movilidad física, la que por el paso de los años y una caída lo confinó a un cuarto del barrio Sicarare en Valledupar, en donde nunca llegaron los que usufructuaron su talento.

El paso de los años, le quitaron la velocidad de gacela que a sus 20 primaveras le permitieron remplazar a su padre en el puesto de telegrafista en Fundación, departamento del Magdalena, oficio por demás que lo relacionó con los intérpretes de música vallenata del entonces, lo que lo entusiasmó tanto que, dejó tirado los cables y herramientas de Marconi, para empuñar una guacharaca y cantar los versos que le brotaban sin cables ni teletipos.

Luciano Fermín Gullo Fragoso, fue un compositor grande pero que, inexplicablemente murió olvidado por las generaciones actuales del vallenato, muchos de los cuales, se deleitaron con sus canciones sin detenerse a escudriñar de donde provenían.  Solo su violina lo abrasa en la soledad de un cuarto del barrio Sicarare de Valledupar, para que sus débiles labios la ‘besaran’ y le arrancaran las melodías que lo hicieron protagonista de las grandes parrandas del folclor.

Gullo Fragoso no solo arrastró la soledad en sus más de 90 años de existencia, sino el olvido de los que se enamoraron con sus canciones. Vivió arrinconado a la suerte de cada semestre, para que, por voluntad de los liquidadores de la Sociedad de Autores y Compositores, Sayco, le dieran una mesada muy distante en cifras a la que devengan los compositores de hoy, pese a los clásicos que su mente parió y que muchos desconocían que eran de su autoría.

Nació en El Paso, municipio  del viejo Magdalena que después le entregaron al Cesar, en 1923 cuando las tenues noticias del folclor, apenas balbuceaba los nombres de Eusebio Ayala, Octavio Mendoza y otros, tal vez, más como perniciosos parranderos que como cultores de un ritmo que más tarde se convertiría en la marca de una región. Ese entornó lo rubricó, y lo enrutó por los senderos que lo convertirían en el acólito de figuras como Tobías Enrique Pumarejo, Abel Antonio Villa, Náfer Durán, Luis Enrique Martínez, Ovidio Granados entre otros.

Su más rimbombante canción se la grabó ‘Colacho’ Mendoza con el bombardino de Rosendo Martínez, la caja de Rodolfo Castilla y la guacharaca de Adán Montero, ese tema se llama ‘La Despedida’, que le sirvió de entrada triunfal al callejón de los éxitos, y cuya letra ha sido regrabada por una cantidad de grupos locales y foráneos.

/Si quieres partir sin mi compañía

Ya me vengo a despedir

Adiós morenita mía/

Cuando tenía nueve años hizo la primera canción la cual le quedó inconclusa, y fue la ternura fraternal para un hermanito al cual tenía en sus brazos y a quien comenzó a cantarle, ahí nació la pasión por las canciones.

FUE TELEGRAFISTA POR MÁS DE 20 AÑOS

Su padre, era de origen italiano de la región lacustre de Scalea fue uno de los principales telegrafistas del viejo Magdalena, a él le aprendió el arte que desempeñó por más de veinte años, el que dejó tirado por irse detrás de las notas de un acordeón en Barranquilla, su último puerto, después de haber estado en El Paso, Las Pavas, Los Tábanos y Fundación.

Luis Enrique Martínez grabó varias canciones de su autoría, pero que aparecieron a su nombre, pues antes era más satisfactorio eso, nunca le interesó ni hubo diferencias por esto, la consigna era parrandear y levantar los amores que se derretían por ellos en las largas faenas de la juglaría.

Con el paso del tiempo apareció su nombre en el catálogo del ‘Pollo Vallenato’ Luis Enrique Martínez, con el tema antológico ‘Donde quiera que vayas’ que recobra vigencia en cada Festival Vallenato’ en la interpretación que hacen los aspirantes a la corona de rey.

/Recuerdo aquella mañana que te vi

Que brillabas de hermosura como el sol

No puedo resistir esa gran emoción

Que sorpresa recibí, dentro de mi corazón

Donde quieras que vayas yo voy

A pedirte un poquito de amor/

La época gloriosa de los Hermanos López cuando descolló la figura de Jorge Oñate como cantante, encontró en Gullo Fragoso, uno de  los pilares para ese despegue, por eso es fácil escudriñar en cada disco y encontrar una obra de este maestro, entre estas se pueden destacar: ‘El Puente de Mariangola’, ‘Flor de Durania’, ‘El Colibrí’  y ‘El Compadre’, esta última se la hizo a su entrañable  amigo, Tobías Enrique Pumarejo, parrandero de grandes faenas, y amigo de su padre, con quien colindaban las grandes haciendas en la región de La Pavas.

Su padre fue muy rico, capital que atesoró como telegrafista y como administrador de Pedro Castro Monsalvo de ahí la gran amistad con Tobías y Tito Pumarejo grandes criadores de caballos, una vez en una repartición de un ganado, don ‘Toba’ se cayó de un caballo y se lo llevaron grave para Valledupar, esa noticia lo enguayabó mucho, entonces le hizo la canción: ‘Mi compadre’·

/Al llegar a la casa de mi compadre Tobías

Me dijo doña Ruth, ya su compadre se fue

Se lo llevaron grave y yo no sé todavía

No he tenido noticias de su llegada allá al valle

Pero tengo la fe de que se haya mejorado

Y el día menos pensado a mi lado lo tendré/

Luciano Fermín, fue uno de los fundadores del grupo: Los Playoneros del Cesar, cuyo nombre fue obra suya y en el cual cantaba y tocaba la guacharaca con el acordeón de Ovidio Granados, con quien vivió una época de giras, parrandas y episodios que no tenían valores comerciales, pero sí de enormes satisfacciones personales. En este periplo anduvo con Aníbal Velázquez, Dolcey Gutiérrez, Náfer Durán, Luis Enrique Martínez, Los Playoneros delCesar entre otros.

En la época exitosa de Alfredo Gutiérrez también aflora una de las más conocidas canciones de Gullo ‘Linda mariposa’, la que se constituyó en todo un tema antológico del repertorio de Gutiérrez.

/Yo voy hacer una bonita cabaña

Combinada como el iris de colores

Con rayitas y granitos de esmeraldas

Y un jardín de perfumadas flores/

Aferrado a la historia, con una mente tan lúcida como las aguas del río Diluvio donde tanto retozó su juventud, Gullo tuvo que conformarse con una soledad que le afloraba la nostalgia de esas inolvidables parrandas de las que fue protagonista

Conservó hasta el final unas menciones de honor las que ancló en su cuarto compañero aferradas a la pared como testigos de la vida de un hombre que sembró semillas en el folclor del que muchos han recogido, pero que de este labrador pocos se acordaron.

/Si el tiempo te guía por sendas mejor

Que te vaya bien mi amor

Que yo cogeré otra vía

Ay que te vaya bien mi amor

Que yo cogeré otra vía.

Si tú te decides corazón

Tendrá los motivos y la razón/

En un cementerio de Valledupar, reposan los resto de este hombre grande de la música, pero que no tuvo los pergaminos sociales de otras figuras, y su obra prácticamente se muere en el ostracismo, sin que las entidades gremiales hagan por proyectarlas a las nuevas generaciones, para que conozcan la filosofía de un soñador que dejó sus 20 años como telegrafista para enredarse en las redes del vallenato.

Por WILLIAM ROSADO RINCONES