Diario del Cesar
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La tarea de reducir los asesinatos de mujeres

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A Sandra Quiroz Quiroz la asesinaron con arma blanca en Copacabana (Antioquia). Sucedió a las 7:50 de la mañana del lunes 19 de febrero del año pasado y a los 28 años de edad dejó tres hijos huérfanos. Una tragedia para su familia y para el pueblo.

Los hechos se registraron en la vereda El Cabuyal, sector conocido como Quebradita y, aunque hubo 24 muertes violentas en el municipio en todo el año, ella fue la única mujer.

Si bien en los casos de violencia contra la mujer hay un 95 % de impunidad, según cifras de la Fiscalía, en este no sucedió lo mismo. La justicia condenó a Jaime Elías Piedrahíta Morales, al encontrarlo responsable del delito de feminicidio agravado. La pena, 31 años y 3 meses. Esta fue una de las únicas cuatro que se lograron en Antioquia por este tipo penal en 2018.

La pena más alta registrada el año pasado por el delito de feminicidio fue contra Miguel Ángel Naranjo Perea, quien asesinó a su novia, Melany Amaya León, el 28 de junio del año pasado, y alcanzó los 34 años y ocho meses de cárcel. Los hechos, esta vez, se dieron en Medellín, en el barrio Granizal de la Comuna 1.

Antioquia sigue siendo el segundo departamento en violencia contra la mujer

Quiroz Qurioz y Amaya León hicieron parte de las 1.043 mujeres asesinadas en Colombia durante el año pasado, lo que quiere decir que, según Medicina Legal, en el país fallecieron de forma violenta 2,8 mujeres cada día, un panorama que resulta dantesco, sobre todo en una época en la que la equidad de género se mantiene en el ambiente político y nacional, y en el que los reclamos de los movimientos feministas y de Derechos Humanos se enfocan en la protección de sus derechos.

Para no ir muy lejos, basta con mostrar que los departamentos con tasas de homicidios de mujeres más altas, por cada 100.000 habitantes, son Arauca (15,57), Putumayo (11,25) y Caquetá (10,48). Además, el 8,6 % de los homicidios fueron contra mujeres (ver infografía).

Así está el fenómeno

El informe Forensis, de Medicina Legal, que cada año recoge las cifras de los distintos tipos de violencia que se registran en el país, plantea que en lo que tiene que ver con las mujeres asesinadas, “tradicionalmente se da en el contexto de la violencia intrafamiliar y los principales presuntos agresores sus parejas o exparejas”.

Sin embargo, hay zonas en el país en las que esta tesis no es del todo cierta, dice el informe, sobre todo por los asesinatos de mujeres que se registraron “en el sur del país, Cauca, Caquetá y Putumayo, y en Nariño”, regiones en la que en estos hechos también tiene que ver algún grado de liderazgo en sus comunidades.

Al respecto, el doctor en Sociología de la Universidad del Rosario, Carlos Charry, asegura que estos indicadores de violencia de género representan que el país aún mantiene un modelo patriarcal, en el cual “infortunadamente muchos hombres siguen viendo a la mujer como inferior, y esa supuesta superioridad patriarcal es la que los hace considera que las mujeres no merecen respeto, incluso llegando a verlas como que sus vidas no valieran”.

Este indicador es mucho más preocupante, pues solo en 3 de los 32 departamentos del país no se registraron homicidios: Amazonas, Guainía y Vaupés. En lo que tiene que ver con feminicidios, en 2018 hubo 341 casos; 38 contra menores de edad.

En Antioquia, por ejemplo, hubo 36 feminicidios, siendo Medellín el que más registró, con 13 casos; seguido de Caldas (5), Bello (3) e Itagüí (2).

En los municipios de Cáceres, Caucasia, Copacabana, Peque, San Luis Segovia, entre otros, hubo de a un caso.

¿Qué se debe hacer?

Ante esto, Charry asegura que se debe hacer un esfuerzo por “visibilizar las causas de esa violencia, la cual, paradójicamente, se reproduce mayoritariamente en contextos cercanos a las víctimas”, tal cual lo plantea el Forensis. No obstante, señala que una posibilidad que se podría establecer es endurecer las penas, pero, sobre todo, identificar y divulgar rutas de alerta para prevenir estos tipos de violencia.

El Forensis menciona que la tendencia de asesinatos de mujeres líderes busca establecer límites de los que una mujer debe hacer o no, sobre todo “en estas guerras de hombres, una mujer visible, que fortalezca comunidades, que reclame derechos, que cuide territorios, no tiene lugar” y por eso las matan.

Una idea similar tiene Ana María Tribín, quien estuvo al frente de la Alta Consejería para la Mujer en los primeros ocho meses del gobierno Duque, al indicar, citando a la antropóloga e investigadora Kimberly Susan Theidon, que tras la terminación de un conflicto, como sucede en el país, “se exacerba la violencia intrafamiliar y es lo que tenemos”.

Tribín también sostiene que la educación y el cierre de brechas hace que la violencia no pulule, al dar el ejemplo de que “el feminicido es menor donde no hay brechas educativas, pero mayor donde hay más participación de las mujeres”.

2018 fue un año más violento que 2017: Medicina Legal

En relación con el complejo panorama, Rosalba Castiblanco, integrante del Consejo Consultivo de Mujeres, llama la atención a la hora de hablar de violencia contra la mujer, señalando que “es importante hacer diferencia entre femicidios, asesinatos y asesinatos por ser mujeres”, además, plantea no dejar de lado “la violencia política que se viene presentando con el asesinato de líderes y lideresas”, tal cual lo dice Forensis.

Escuchar sus llamados

Yamile Roncancio Alfonso, directora de la Fundación Feminicidios Colombia, sostiene que hay que incentivar la denuncia, pero también se deben mejorar los mecanismos de acceso a la justicia, coincidiendo con lo dicho por Charry.

Es decir, que la mujer que tiene la valentía de denunciar sea escuchada, pero que no pase como sucedió recientemente a Sonia Caicedo, en Cali, quien pese a que había denunciado tres veces a su esposo por violencia intrafamiliar, no logró salvarse. El 2 de junio pasado su esposo la mató y luego se disparó para no asumir las consecuencias judiciales.

Roncancio Alfonso agrega que los casos, ahora, son más visibles que cuando la violencia se hacía evidente ante las madres o abuelas de esta época, pues se trataba de un asunto que había sido normalizado, pero ahora, “por las tecnologías y los medios, cualquier violencia es más visible. Las mujeres de antes sufrían muchos tipos de violencia, pero no lo decían”, agrega la experta.

Asimismo, ONU Mujeres también destaca estrategias como la creación de leyes o programas que incentiven el protagonismo de la mujer y su rol dentro de la sociedad, como en África, donde “desempeñen un papel activo en la prevención de conflictos y el establecimiento de la paz”.

Con la ayuda de los expertos consultados para este informe y la Organización de Naciones Unidas, presentamos algunas estrategias implementadas en otros países y que, aunque como lo plantea Roncancio Alfonso, “no quiere decir que lo que sirva en otros lados tenga los mismos efectos en Colombia”, pueden verse como alternativas que se pueden implementar en el país y, en especial, en las regiones donde el promedio por cada 100 mil habitantes resulta más preocupante. .

El Colombiano