POR
NIBALDO
RAÚL
BUSTAMANTE
DE LA CRUZ
Aquel 1 de junio de 1992 le cambió la vida a una familia vallenata; un linaje de tradición política en el Cesar que vivió el terror del secuestro y sus secuelas por culpa de una guerra sin aparente sentido.
Un hombre de pequeña estatura, pero grande en su estructura intelectual, refleja hoy las consecuencias de un doble secuestro que mermó su surco político y personal. De aquel hombre de finas enseñanzas, con un currículo admirable en su entorno social, solo quedaron semblanzas históricas que recorrieron la geografía colombiana.
Alfonso Campo Soto, el hombreagricultor y sinónimo de política nacional, fue secuestrado en dos oportunidades por el Ejército de Liberación Nacional, hechos que dieron un vuelco total en la vida de un hombre que se convirtió en la más clara evidencia de las secuelas de terror que significa estar privado de la libertad.
En un amplio inmueble de Valledupar, Alfonso Campo Soto vive en total tranquilidad, sin embargo, los efectos del secuestro son notables en un hombre afectado en su salud y aferrado a una familia, en la que encuentra la retribución al amor de padre que siempre pregonó. “Mi papá tiene una enfermedad neurológica y no está mentalmente para hablar coherentemente con nadie”, advirtió Juan Manuel Campo, uno de los hijos del reconocido líder político de la región.
En 1989, cuando Alfonso Campo Soto tenía 38 años fue secuestrado por un grupo de seis personas fuertemente armado, que lo interceptaron y se lo llevaron para las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta. “Eso fue como a las 10 de la mañana, él salía de su finca Santa Teresa, cerca de Valencia de Jesús y unos desconocidos le atravesaron el carro, lo mantuvieron la mayor parte del tiempo caminando, pero el propósito de su secuestro fue político porque el ELN pretendía enviarle un mensaje al presidente Virgilio Barco. Ellos querían que el gobierno considerara abriera las mesas de diálogos regionales de paz, finalmente lo liberaron a los 14 días”, recordó vagamente Juan Manuel Campo, quien para la época estaba muy pequeño.
SEGUNDA ODISEA
El segundo secuestro fue el que le cambió la vida a Alfonso Campo Soto. Fue la sentencia al deterioro de su salud y el inicio de una serie de afecciones, cuyas patologías afectaron su cerebro, sin embargo, su familia poco quiere ahondar en el estado actual del hombre noble, de convicciones políticas respetuosas que un día escribió con letras abiertas al diálogo.
“El segundo secuestro fue 1 de junio de 1992 llegando al municipio de Curumaní, a donde se dirigía para asistir a la posesión del alcalde Rodrigo Ríos; llegando a la curva del Inturco lo esperó un retén del ELN, ellos sabían que mi papá iba para allá. Se lo llevaron para la Serranía del Perijá en donde lo tuvieron por más de 60 días. Fue un secuestro muy sufrido porque alteró su ciclo normal de sueño, lo sometieron a caminatas por más de diez horas, eso deterioró su salud que desencadenó la aparición de una enfermedad irreversible que hoy lo tiene alejado de cualquier actividad social, profesional y comercial. Fueron vejámenes que no se le hacen a un ser humano, días después de su segunda liberación mi papá se enfermó comenzó a presentar episodios postraumáticos común en personas que son sometidas a presiones durante un secuestro”, dijo Juan Manuel Campo.
Unas cartas con su puño y letra reflejaban el color de la tragedia que vivió en cautiverio, párrafos de angustia que fueron escritos desde lo más profundo de las montañas, pero también frases de aliento para su familia.
CONDENA AL SUFRIMIENTO ETERNO
“A mi papá no solo lo condenaron a un sufrimiento eterno, sino también a su familia. Afectó mucho su dignidad, maltratos verbales que le generaron un impacto insuperable.Me queda la duda si el secuestro contó con el auspicio de cierto sector político del Cesar. Mi familia tuvo que pagar una alta suma de dinero por su liberación”.
Su visión pacifista habría servido de mucho para mitigar la polarización de un Estado que en la actualidad es sometido a divisiones populares por la injerencia de las redes sociales. El país aún sigue en una guerra que solo el diálogo puede frenar. “Mi habría sido un amigo del diálogo, un hombre que procuró la paz en condiciones mínimas de justicia para la reconciliación verdadera, actuó con carácter y determinación, propositivo y optimista, siempre buscando el elemento de justicia como ingrediente diferenciador que permitiera una solución al conflicto y una verdadera reconciliación. Mi papá fue una víctimas de las atrocidades del secuestro; vive en carne propia el peor crimen contra un ser humano”, lamentó.
Alfonso Campo Soto, graduado en derecho en la Universidad del Rosario en Bogotá, fue rector de la Universidad Popular del Cesar; diputado, representante a la cámara, senador de la República, Embajador ante la Organización ante las Naciones Unidas, viceministro de educación, viceministro de transporte, director de la Aerocivil y dos veces candidato a la gobernación del Cesar.
El reconocido político y ganadero es una de las 2.621 personas que fueron secuestradas en el departamento del Cesar entre 1970 y 2010, según datos del Centro de Memoria Histórica del Cesar.
El último secuestro en el departamento se registró el pasado 29 de mayo cuando cuatro hombres que portaban pistolas irrumpieron en una finca ubicada en la vereda El Diviso, zona rural de Pailitas, propiedad del comerciante barranquillero Carlos Alberto Restrepo Nader y se lo llevaron en una motocicleta con rumbo desconocido. Once días después fue liberado en el municipio de Pelaya.
Otros casos de secuestros que alarmó a los cesarenses fue el de los hermanos Ochoa Daza. Elías (dos veces), Eliécer, Víctor y José María.Vale nombrar a Cristian Moreno Payares, Pedro Castro, hijo de Pepe Castro; la exsenadora María Cleofe Martínez, Rodolfo Molina Araújo, Consuelo Araújonoguera, Cecilia ‘La Polla’ Monsalvo, entre otros.
“HAN BAJADO”
Para el presidente del Fondo Ganadero del Cesar, Hernán Araújo, “los casos de secuestro han disminuido notablemente en el departamento respecto a otras épocas, pero hay zonas donde no dejan de presentarse como en Aguachica, Chimichagua, Chiriguaná, Pailitas, Río de Oro, entre otros, creo que se han presentado más casos en La Guajira. Estamos trabajando de la mano con la Policía Nacional y el Ejército para afrontar este fenómeno, hay una buena disposición por parte de las autoridades”.
Entre tanto, el sociólogo Arnulfo Andrade Orozco aseguró que “el fenómeno del secuestro ha disminuido en el Cesar porque los grupos guerrilleros han perdido terreno y ellos históricamente fueron los principales autores de los secuestros, con una menor proporción de los paramilitares”.
En un reciente informe del ministro de Defensa, Guillermo Botero, aseguró que en Colombia se han reducido las cifras de secuestro en 47%, lo que les permite utilizar las capacidades de la Fuerza Pública en la lucha contra la extorsión.
Botero señaló que 171 personas asociadas a los delitos de extorsión y secuestro fueron capturadas en todo el país, durante el desarrollo de la operación Antorcha, en la que participaron 731 uniformados de la Policía Nacional y 25 fiscales designados.
De las 171 personas capturadas, 105 ya contaban con imputaciones judiciales, 16 más fueron imputados durante la operación y 48 fueron capturadas en flagrancia. De estos capturados el 95 % (162 personas) fueron aprehendidas por extorsión y los restantes nueve por secuestro.