Diario del Cesar
Defiende la región

La dama guajira

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Majestuosa encabezando el mapa, cual pedestal representando a un reino, dejó dicho el extinto Hernando Marín Lacouture en una hermosa canción, que bautizó con el título de esta columna, para reclamar los siglos de abandono de su amada tierra. Y como todos creían que esa dama era un pedazo de Colombia en la que solo había “indios”, cactus, dividivis y demás vegetación propia de los biomas de sus características geográficas, resulta que “llevaba con orgullo en sus entrañas sus riquezas guardadas”, con la salvedad que hoy no son orgullo de su pueblo, como quiso el juglar.

   Pero la Guajira, que ha visto suceder toda suerte de iniquidades; que empezaron con los Contratos leoninos –denunciados en célebres debates por el difunto Luis Carlos Galán- firmados por el estado con las multinacionales que se alzaron con la explotación de sus riquezas, en especial del carbón, es una “dama reclinada” pero no arrodillada para siempre.  Es lo que queda evidenciado con las acciones de esta semana, encabezada por los guajiros rasos, que en la dirección de su comarca han visto y soportado diferentes tipos de delincuentes y corruptos, reclamando algo tan elemental como vías de comunicación, para solo mencionar semejante falencia.

 ¿Tiene razón el pueblo guajiro al haber apelado a las vías de hecho para hacerse oír del gobierno central? Claro, y le sobran. ¿Es posible la realización y ejecución de sus peticiones? Desde luego. Porque aquí no se trata de la mentira piadosa de que el estado no posee recursos para llevarlas a cabo. Porque la Guajira los tiene de sobra. Y en lo que a vías se refiere, los guajiros han pagado cualquier número de miles de millones de pesos en peajes cuyos explotadores de estos no rinden cuenta a nadie, mientras sus carreteras son todo, menos esto. En la Guajira se han robado tantos recursos o se han dilapidado en obras mediocres e irrelevantes que alcanzarían no para tener trochas, si no autopistas de cuarta generación. Pero allí, mientras al interior de donde se explota el carbón se dilapidan miles de millones de pesos en obras suntuarias para la clase ejecutiva de ese emporio de riqueza, a pocos metros, en las goteras, hay pueblos cuya agua no es apta ni para bañarse. Mientras hay vías en excelente estado para que se desplacen los vehículos de esa mina, a los guajiros todavía les toca andar por caminos polvorientos o carreteras inundadas de huecos, tan visibles como los peajes, que no deberían existir, porque para eso tiene lo que hoy devora “el pulpo desaforado”, a decir de Marín, que no es otro que su clase política pervertida y corrupta.

Por ello es valedero rememorar la letra de la canción de Marín Lacouture, que les dejó a los guajiros ese canto como bandera que bien merece erigirse en himno de sus justas reclamaciones: esa es mi guajira engalanada que por años

fue olvidada y hoy se yergue grande. Porque solo en un país de gobernantes inicuos es posible que un territorio con tanta riqueza tenga los más altos índices de mortalidad por desnutrición de su población infantil. Que 30% de vías se encuentren sin pavimento y sobre todo aquellas que comprometen a comunidades vulnerables; que enfrente un 37% de población iletrada; que miles de niños mueran por falta de agua potable, etc., etc.

Esta es la única y última posibilidad que tiene el departamento de la Guajira de renunciar a su miseria centenaria. Porque no solo el carbón y el gas son recursos no renovables: en pocos años el mundo desarrollado dejará de usar los pocos recursos que queden en sus entrañas.