Diario del Cesar
Defiende la región

¿Y  de la universidad nacional qué?

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Países del Tercer Mundo, países en vías de desarrollo, y, la más lapidaria: países subdesarrollados, fueron los nombres, eufemísticos o insultantes, con los que el mundo rico bautizó a las naciones que no pertenecían a ese club. Razones de sobra había, y hay, para buscar las causas por las cuales aquellas padecían tantas penurias y carencias, responsables de toda suerte de pobrezas. Entre esas había que sumarle los raudales de plata, provenientes desde lejos, para ayudarlas a salir de su encrucijada, pero que en su mayoría se perdían en la maraña de corrupción, que como peste maldita no ha encontrado límites hasta hoy.

Allí donde se robaba menos y se invertía más, esos pueblos empezaron a mostrar progreso y desarrollo. Grandes inversiones y obras para el bienestar de sus asociados se vieron surgir. Y es aquí en donde vale la pena detenerse para hacer parangones sobre cómo se pudo dar ese salto hacia adelante.

Me llamó poderosamente Barranquilla, que dio un paso firme para constituirse  en ciudad que durante la década del 70 dio pasos agigantados en la ejecución de grandes obras urbanas. Entre las que recuerdo, porque nos sirvieron de objeto de estudio para clases de diseño, construcción y estructuras, siendo estudiante de arquitectura de la UDEA, y porque los constructores de estas obras eran profesores eméritos de su facultad, están: el aeropuerto, el estadio metropolitano, la central de abastos, el Coliseo cubierto, el Teatro Amira De La Rosa, el majestuoso puente Pumarejo, cuya construcción ya habían logrado… ¡Qué obras aquellas!

Los responsables de ese despegue no eran otros que su clase política que, a pesar de la fama que cargaba por sus prácticas non sanctas, tenía un peso efectivo en el altiplano que le permitía ser oída y lograba jalonar recursos hacia su ciudad y departamento para la ejecución de obras como la mencionadas. Y Barranquilla no se ha detenido; llegar hoy a esa capital es de sorprenderse nuevamente al ver el cúmulo de macroproyectos que allí se han realizado en los últimos años y los que se adelantan con recursos propios y con no pocos del orden nacional. Otra vez, como hace unas cinco décadas, el nuevo puente sobre el río Magdalena será el hito que la muestre ante el país como una urbe, ya no en vías de desarrollo, sino desarrollada.

¿Qué nos ha pasado acá en la ciudad de los Santos Reyes? ¿Por qué nuestra ciudad y departamento no muestran una obra del tamaño de las que añoramos, teniendo este ente tantas necesidades insatisfechas de una u otra naturaleza? Aquí se habló de macroproyectos que terminaron por pasar a la historia del olvido. Represa de los Bezotes, la Carboquímica de Tamalameque, la recuperación del moribundo río Cesar, el aeropuerto Alfonso López (más allá de las minúsculas obras reformatorias), El Teatro pensado en el lote del antiguo Distrito de carreteras y la obra probable en el de la antigua Electrocesar. ¡Nada que mostrar!

Ojalá y esa no sea la misma suerte de la sede de la Universidad Nacional de Colombia, sede La paz, que si bien no se asemeja a una macro obra –como se la merece uno de los departamentos más rico de Colombia- sí abrió las esperanzas de miles de jóvenes, que duerme el sueño de los justos, a punto de perderse entre la maleza, sin que nadie haya dicho, hace rato, nada sobre su futuro inmediato.

¿Será que vamos a dejar perder esta oportunidad, por razones que no tienen ninguna clase de justificación, cualesquiera que sean? ¿Será que vamos a continuar como departamento del Tercer  mundo, o, peor aún, subdesarrollado? La UNAL necesita dolientes.

*Arquitecto