Tras las últimas alocuciones presidenciales y la entrevista con el periodista Daniel Coronell quedó claro que el Jefe de Estado no ha ponderado el tamaño del riesgo que enfrenta Colombia en su relación con Estados Unidos. Cuando un presidente afirma que su propósito es “volverse inolvidable”, la política exterior se desliza del interés nacional al personal y esa deriva erosiona la confianza justo cuando más prudencia y método se requieren.
La diplomacia empresarial -bien entendida- no compite con la diplomacia oficial, la complementa. Aporta continuidad, información y certidumbre mientras se despejan nubarrones. No se trata de imponer agendas, sino de construir una posición pragmática que convoque también a las candidaturas presidenciales de 2026 y asegurar su sostenibilidad.
La relación Colombia – Estados Unidos sigue siendo estratégica y los hechos lo demuestran, aunque atraviesa una fase de recalibración. No hay ruptura, hay tensiones gestionables cuyo desenlace dependerá de la diplomacia en curso y de evitar la polarización. Esa voz debe incluir al sector empresarial, al Congreso, a las regiones y ciudades, con propuestas concretas en seguridad, comercio, migración, Venezuela y cooperación.
En comercio, la prioridad debe ser blindar empleo, inversión, turismo y exportaciones en ambos sentidos, una propuesta de “ganar-ganar”, más compras de ida y vuelta, reglas claras, facilitación aduanera, logística eficiente, atracción de nearshoring.
En seguridad, Colombia es y debe seguir siendo socio clave contra el crimen transnacional. Para recuperar credibilidad se requiere reactivar -conforme a la ley- las herramientas disponibles, fijar metas verificables de erradicación y no resiembra, desmantelar finanzas ilícitas, control portuario y cooperación judicial; y escalar alternativas productivas en los territorios.
Las ciudades capitales y las gobernaciones pueden liderar planes inmediatos contra mercados ilícitos, laboratorios y homicidios, articuladas con la Nación y con apoyo internacional.
Respecto a la migración es necesaria mantener el cierre y gestión ordenada del flujo por el Darién, con criterios humanitarios y eficacia operativa, fortaleciendo la integración en destino, los retornos dignos y seguros, aliviando la presión sobre las urbes receptoras y cerrando espacios a las redes criminales.
Sobre Venezuela el mensaje tiene que ser inequívoco en defensa de la democracia y de una transición real; con China diversificación, sí, dependencia no, y una revisión profunda para garantizar reciprocidad efectiva, transparencia en compras públicas, salvaguardas de competencia, ciberseguridad y protección de datos y criterios de sostenibilidad para infraestructura y financiamiento.
Las decisiones de corto plazo de Estados Unidos ya están adoptadas y en curso de implementación, no habrá ajustes inmediatos. Por eso, este es el momento de alinear esfuerzos, planificar con cabeza fría y evitar respuestas reactivas. Descentralicemos las iniciativas, abramos vocerías regionales y presentemos posiciones técnicas y responsables. Coordinar, no improvisar; sumar, no escalar tensiones.
Colombia no puede jugar al ensayo y error. Esta nueva etapa con Estados Unidos exige serenidad, método y una propuesta vocal de país que conserve los lazos y los beneficios para ambos pueblos. No hay espacio para improvisar y sí lo hay, y mucho, para planear juntos y avanzar.
*Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas