Ahora que se habla tanto de energías limpias y de la necesidad de mejoramiento de la calidad de vida en el campo con la posibilidad de acceso a fuentes de bajo costo, nos encontramos con unas posibilidades en extremo lejanas derivadas de dos efectos: por un lado, las altas tarifas del gas, y por otro, el estímulo para que los usuarios acudan a la deforestación con el fin de obtener la leña para la cocción de los alimentos.
En el primer caso, tenemos que un cilindro de gas de 100 libras, puede costar hasta $220.000; y si es solo de 40 libras, su costo llega a los $100.000, cifras demasiado onerosas para un campesino, con la seguridad de que una unidad no le alcanza a durar un mes. Y en el segundo caso, el uso de la leña significa deforestar, acabar con el alimento de las fuentes de agua y acelerar el cambio climático que propicia desastres.
Se debería pensar en un esfuerzo presupuestal grande, para hacer la inversión que se requiere en este campo; muchas alternativas como la construcción de pozos sépticos o la instalación de paneles solares permitirían la obtención de energía que, además, puede abarcar cubrimiento de necesidades más allá de la elaboración de los alimentos, situación que sin duda permitía el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de las regiones apartadas.
Cuando alguien emprende un sobrevuelo al amanecer, al medio día o al atardecer, puede contemplar sobre la tierra un cúmulo de columnas de humo, en todos los sitios en donde la madera arde, situación que nos debe llevar a analizar el enrome impacto de una labor que se realiza tres veces al día, los 365 días del año, con un efecto multiplicador incalculable.
La energía a bajo costo en las áreas rurales tiene que ser un imperativo; el no disponerla, está impidiendo que el individuo pueda realizar otras labores, como las de capacitación a través de medios electrónicos, el uso de instrumentos de trabajo, o la ejecución de actividades en horarios nocturnos. Sin duda tenemos un estímulo para la migración del campo a la ciudad, pues las personas requieren de alternativas para evolucionar y para poder llevar la vida en condiciones cómodas y a costos razonables.
No es posible pensar en crear instrumentos de mejoramiento del medio ambiente en las zonas apartadas, cuando a las personas se les está diciendo que tienen que cortar árboles tres veces al día para poder preparar sus alimentos.
Y ni se diga en las regiones con climas fríos, en donde es necesario multiplicar la acción para poder obtener el calor que se requiere para las actividades cotidianas y para abrigar el sueño.
*Abogado