Al presidente de la República, según la Constitución, le corresponde, como Jefe de Estado, dirigir las relaciones internacionales y, además, se obliga a garantizar los derechos y las libertades de todos los colombianos. Allí es donde se mide el arte de gobernar.
El manejo de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos de América definitivamente es un desastre. El presidente Petro no está actuando como Jefe de Estado en el manejo de éstas, no está pensando en los intereses generales de los colombianos, ni en garantizar sus derechos, sino que le está dando rienda suelta a su discurso ideologizado, que dista mucho de la prudencia y el recato que requiere el manejo de la diplomacia colombiana.
Estados Unidos es el primer aliado comercial de Colombia, el treinta por ciento de nuestras exportaciones se dirigen hacia su mercado. Allí va gran parte de la producción de flores y café, de los cuales depende el trabajo y sostenimiento de muchos campesinos. Si este comercio se termina o debilita, ello se traduciría en desempleo y hambruna para el campo de nuestro país.
El presidente, con un lenguaje exacerbado e ideologizado, se ha dedicado a la confrontación abierta con el mandatario de los Estados Unidos, tanto en su cuenta de “X” como en las alocuciones presidenciales. En lugar de utilizar los canales diplomáticos, como el embajador de Colombia en Washington y el de Estados Unidos en Bogotá, se ha dado al discurso ofensivo, provocativo y retaliativo, cuya respuesta no se ha hecho esperar.
Su imprudencia no solo lo ha llevado a que le retiren la visa para ingresar a dicho país, sino al recorte del 50% de la ayuda económica a Colombia y, también, a que se esté considerando por el gobierno norteamericano aplicarnos la política de alza en los aranceles, lo que llevaría al colapso a empresas y trabajo en nuestro país e, igualmente, a cancelar todo tipo de colaboración.
La situación no es fácil para el Gobierno y para el país. Más de doscientas cincuenta mil hectáreas sembradas en coca; mil ochocientas toneladas de estupefacientes exportadas al año; suspendidas las extradiciones de los capos del narcotráfico, amparados en la política de “la paz total”; apoyo incondicional a Nicolás Maduro y a su régimen dictatorial; y, de contera, la negación de la existencia del ‘Cartel de los soles’… Todo eso está llevando a humillación de que el presidente de los colombianos sea tildado como líder del narcotráfico por el gobierno norteamericano. Y que se estudie la inclusión en la lista Clinton tanto de él como de su familia y sus colaboradores.
Parecemos escuchando un discurso trasnochado de los comunistas de la década de los ochenta que se enloquecían con la Internacional Comunista y con la utopía socialista, mientras que el país amenaza destrucción. Abogamos porque el señor presidente se serene y rectifique la manera inadecuada de manejar la diplomacia con un país que siempre ha sido nuestro aliado.
*Exmagistrado