Las estadísticas muestran que al cáncer de mama, como el de mayor incidencia en Colombia y lamentablemente el escenario no es el mejor. De hecho, la Defensoría del Pueblo y voces expertas, coinciden en que pese a los avances en tratamientos médicos y la existencia de profesionales mejor capacitados, continúan las falencias en materia de prevención y persiste el diagnóstico tardío. Esto configura una deuda ética y vital que el sistema de salud no puede seguir tolerando.
El cáncer de mama es la patología oncológica más frecuente y una de las principales causas de deceso entre las mujeres colombianas, con una tasa de mortalidad inaceptablemente alta: cerca de 4.752 fallecimientos anuales. Esta cifra no es un mero dato estadístico, es un indicador de fallas sistémicas, pues, como subraya el Consenso 2025 de la Cuenta de Alto Costo del sistema, estas tragedias son, en gran medida, evitables.
El factor determinante de esta grave circunstancia es el tiempo. La ley establece un límite para garantizar un abordaje oportuno, pero el promedio real entre la primera consulta por síntomas y el inicio del tratamiento supera los 75 días. Este retraso es una vulneración directa al derecho a la salud, advierte la Defensoría. Al demorar el diagnóstico y el tratamiento, el cáncer avanza a estadios metastásicos, exigiendo terapias más agresivas, elevando los costos médicos y, lo más doloroso, reduciendo drásticamente las tasas de supervivencia de las pacientes.
Las deficiencias se acumulan: la baja cobertura de mamografía de tamización, la detección de más del 40 % de los casos en etapas avanzadas y las interrupciones en terapias vitales (como los tratamientos hormonales y biológicos) por meros trámites administrativos.
La lucha contra el cáncer de mama no es un eslogan, sino una tarea nacional que exige continuidad, equidad y voluntad política.
El 2025 ha sido un año de avances importantes en el campo de la investigación y el tratamiento oncológico en el país. El Ministerio de Ciencia, en articulación con universidades públicas y privadas, ha promovido proyectos para el desarrollo de diagnósticos moleculares más rápidos y económicos. El Instituto Nacional de Cancerología, por su parte, lanzó una red de telemedicina que permite orientar a médicos rurales en la lectura de mamografías y biopsias, un paso decisivo hacia la equidad tecnológica.
A nivel legislativo, el Congreso de la República aprobó una reforma que fortalece la Ley 1384 de 2010, conocida como la Ley Sandra Ceballos, con el fin de garantizar acompañamiento psicológico y laboral a las pacientes diagnosticadas con cáncer. Además, se han implementado programas piloto de navegación oncológica en varias regiones, donde un profesional guía a la paciente desde el diagnóstico hasta la recuperación, evitando que se pierda en el laberinto burocrático del sistema de salud.
Sin embargo, los obstáculos persisten. La falta de personal especializado, los retrasos en las autorizaciones médicas y los costos de los medicamentos de última generación siguen afectando la calidad de vida de las pacientes. El cáncer no espera los tiempos administrativos. En una sociedad que presume avances en derechos, no puede aceptarse que una orden de quimioterapia tarde semanas o que una biopsia se demore meses en ser analizada.
El éxito de la lucha contra el cáncer de mama no depende únicamente del Estado. Las organizaciones de pacientes, las fundaciones, los medios de comunicación y la ciudadanía en general desempeñan un papel fundamental. En 2025, múltiples campañas de prevención recorren el país: caminatas, conferencias, ferias de salud y eventos deportivos que invitan a la detección temprana y al autocuidado. El lema “tócate para que no te toque” sigue resonando, recordando que una simple autoexploración puede salvar vidas.
La visibilización mediática también ha sido clave. Figuras públicas, periodistas y líderes sociales se han sumado a la causa, derribando tabúes y promoviendo el examen mamográfico como un derecho, no un privilegio. La educación en salud, desde los colegios hasta los espacios comunitarios, es una herramienta poderosa para prevenir el dolor y sembrar esperanza.
Aún así, falta fortalecer la cultura de prevención en sectores populares y rurales. Muchas mujeres siguen creyendo que el cáncer es una sentencia o que la mamografía es un procedimiento doloroso o innecesario. Combatir esos mitos requiere educación constante, campañas sostenidas y, sobre todo, cercanía humana.
Aquí en el Magdalena destacamos el papel y la labor que adelanta la Fundación Rosa que se ha convertido en un verdadero apoyo para las mujeres y hombres en el tratamiento de la enfermedad o el descubrimiento temprana de la misma.
Lo que está en juego aquí es la vida de miles de mujeres. Lo que se exige al sistema, en consonancia con el llamado de la Defensoría del Pueblo, no es un lujo, sino el cumplimiento del derecho fundamental a la salud y, sobre todo, un sentido de urgencia humanitaria.